06 junio 2015

México. Diciembre 2014

Cuatro años después de viajar a Brasil, aprovechando que Pablo estaba allí con un Erasmus Mundi, la excusa es ahora la beca de Ana en México. Y aquí estamos otra vez los tres. Estirando todo lo posible las vacaciones de Navidad hemos conseguido 12 días. En un principio parecían suficientes para llegar al Yucatán pero un estudio más detallado de las distancias (casi 2.000 km desde el DF a Tulum) nos hizo reconsiderar el itinerario y decidimos centrarnos en los estados de Chiapas y Oaxaca.

Itinerario

Día 1. Viernes, 26
Madrid - México D.F.
Día 2. Sábado, 27
México D.F. - Catemaco
Día 3. Domingo, 28
Catemaco - Villahermosa
Día 4. Lunes, 29
Villahermosa - Palenque - Agua Azul -Ocosingo
Día 5. Martes, 30
Ocosingo - San Cristobal de las Casas
Día 6. Miércoles, 31
San Cristobal de las Casas - Oventic
Día 7. Jueves, 1
S. Cristobal de las Casas - Agua Blanca
Día 8. Viernes, 2 
Agua Blanca - Mazunte
Día 9.   Sábado, 3
Mazunte - Oaxaca
Día 10. Domingo, 4
Oaxaca - México DF
Día 11. Lunes, 5
México DF
Día 12. Martes, 6
México DF - Madrid - Sevilla

Transportes

Avión
Después de estudiar todas las opciones, incluso viajando a través de EEUU, la mejor opción resultó ser AeroMexico, aunque los precios sufren variaciones considerables en función de las fechas elegidas (desde unos 700€ hasta más de 2.000 € en ciertas fechas de Navidad). En cuanto al avión, ningún problema, personal amable, asientos razonablemente cómodos, con pantalla individual con un montón de películas y otros entretenimientos, además de la posibilidad de usar todo tipo de dispositivos móviles desde el despegue al aterrizaje, siempre que sea en modo avión. Todo esto y dos comidas a lo largo del trayecto ayudaron a hacer más llevadero un largo vuelo de 12 horas que, por otra parte, transcurrió sin ninguna incidencia.

Cambio
El cambio oficial era de 18$ por euro y ese era el que se ofrecía en las agencias del aeropuerto, sin comisión, con pequeñas variaciones de unas a otras. El cambio permitía hacer una fácil conversión, al menos para los que tenemos unos pocos años, ya que con solo multiplicar por 10 el precio en pesos teníamos el precio aproximado en pesetas. Como siempre, el pago con VISA suele ofrecer un cambio bastante bueno, que varió entre los 17'50 y 18 $ por euro, aunque hay que tener precaución porque algunos bancos aplican unas altas comisiones a los pagos fuera de la Comunidad Europea, en nuestro caso era del 3%. También hemos sacado dinero de cajeros, obteniendo un cambio similar al de VISA, con una pequeña comisión que aplicaba el banco mejicano, inferior a 1 €, ya que EVO, nuestra entidad, no aplica ninguna comisión en ningún país del mundo.

Traslados aeropuerto México
Una posibilidad es coger el  metro en la terminal 1, y en poco más de 30 minutos estarás en el entorno del Zócalo. Otra opción es un taxi, el precio oficial era de 240 $.  Para acceder a la estación hay que salir de la terminal, y cuando nos dirigíamos allí, oímos que una señora ofrecía un taxi, le preguntamos el precio y nos dijo que 100 $ (algo menos de 6 €), aceptamos y en 2 minutos llegaba el coche que nos dejo en nuestro hotel, en la plaza Garibaldi, en 25 minutos.

Taxis
Son muy baratos, por lo que es una buena opción en todo México, pero especialmente en el DF. De todas formas, conviene preguntar el precio antes de subir y comprobar que el contador esta a cero. Como ejemplo, una carrera de unos 20 minutos en el DF nos costó unos 2 €.

Conducir en México
Uff!! La verdad es que hay que armarse de paciencia. No hay muchas autopistas y en algunas zonas ninguna. Y las que hay, en algunos casos están en bastante mal estado, y además son bastante caras, especialmente teniendo en cuenta el estado en que se encuentran. En algunos casos incluso pagas peaje por circular en carreteras de doble sentido. Las carreteras tradicionales suelen tener bastante tráfico y atraviesan muchos lugares poblados, además con frecuencia son estrechas y con muchas curvas y muchos baches. Y lo peor, en todas las poblaciones, incluso en aldeas de apenas unas casas, hay unos supuestos reductores de velocidad, los topes, que, en realidad son verdaderas barreras que hacen que casi tengas que parar el coche para vadearlos y te puedes encontrar 4 o 5 en un tramo de menos de 500 m. Esto hace que en muchos de ellos gente de la zona aproveche para acercarse a los coches para venderte de todo o simplemente pedirte dinero con excusas de todo tipo. En alguna zona había gente disfrazada, con un muñeco al lado, en general bastante espantoso, que unos días después se quemaría en una fiesta y se pedía para la ocasión. Pero lo más llamativo eran los pequeños grupos de 5 o 6 personas, 2 de los cuales sostenían una cuerda que levantaban sobre el tope para que parases y pedirte una colaboración porque, supuestamente, estaban arreglando los baches de la zona. A veces había 2 o 3 personas con una carretilla y una par de palas y uno o dos baches más o menos reparados, pero en la mayoría de los casos ni había carretilla ni había baches reparados. Lo curioso es que casi todo el mundo colaboraba...  Con lo dicho más arriba, no es de extrañar que continuamente veas por la carretera pequeños talleres de "vulcanizados" (reparación de pinchazos y venta de neumáticos). Nosotros, en 3.000 km, hemos pinchado 2 veces, lo que supuso la compra de un neumático nuevo y sufrimos pequeños desperfectos en otras 2 ruedas. Y en zonas de montaña hay que añadir un sinfín de camiones. Total, que si no hay autopista difícilmente se puede hacer una media de más de 60 km/h, y en zonas de montaña puede reducirse a unos 40 km/h.
Esto implica que todo el mundo adelanta en la más mínima ocasión, olvidándose de la línea continua, y contando siempre con la colaboración de los conductores que vienen en sentido contrario y con frecuencia de los que van delante, que no dudarán en situarse sobre el arcén (acotamiento) para facilitar los adelantamientos. Nadie te va a pitar por invadir una parte del carril contrario, si hay sitio para apartarse.  Claro que a veces esto se hace incluso en curvas forzando mucho los adelantamientos. Otro detalle que tener en cuenta es que para darte paso los coches que llevas delante usan el intermitente izquierdo, no el derecho como en España, claro que a veces es que van a girar a la izquierda... En fin, que hay que estar siempre muy atento.
Una ventaja es que la gasolina es mucho más barata que en España (13'5 $/l, menos 0'80 €/l).
Una curiosidad: nos resultó muy llamativa la costumbre de adornar los autobuses y caminoes con grandes tornillos en el embellecedor de los tapacubos, como el de la foto, que era bastante discreto. En ocasiones al verlos rodas parecían auténticos misiles a punto de salir disparados...

Coche de alquiler
Alquilamos el coche vía internet con FOX, a través de Mexico Car Rental. El trato recibido de la compañía dejó bastante que desear. Nos habían dicho que disponían de una oficina abierta las 24 horas en el aeropuerto y que no tendríamos problemas por llegar a las 6 de la mañana. En realidad la oficina abría a las 7 y había que llamar a un teléfono para que nos viniesen a recoger para entregarnos el coche en otra oficina en el propio aparcamiento del aeropuerto. Los 5 minutos de espera prometidos se convirtieron en más de media hora. Una vez allí el coche que nos ofrecieron era un Fiat 500, en teoría de una categoría superior, pero mucho más pequeño del que habíamos pedido, con solo 2 puertas y un maletero muy pequeño en el que no cabía nuestro equipaje. Cuando se contrató habíamos insistido en que necesitábamos un maletero amplio y 5 puertas, pero la opción era eso o nada hasta que recibiesen otro coche, algo de lo que no tenían ni idea de cuando podía pasar. Debido a que viajábamos 3 personas, y no 4 como estaba previsto. Habíamos acumulado ya un retraso de casi 2 horas y llamamos a México Car Rental para explicar lo ocurrido diciéndoles que pensábamos contratar un seguro 100% para anular la franquicia pero que no estábamos de acuerdo con lo que había ocurrido. Nos dijeron que ellos se encargaban del seguro y que no pagásemos nada más y que nos enviarían un correo con los detalles. Ese correo no llegó y lo reclamamos varios días después, recibiendo una respuesta parecida. Después de sufrir dos pinchazos tuvimos que comprar un neumático nuevo (40 €) y otros dos, debido al mal estado de la carretera, llegaron con sendos pequeños bultos (uno casi inapreciable) y en FOX nos obligaron a pagar dos neumáticos nuevos (200 €). Hablamos con Mexico Car Rental para explicarles lo ocurrido y nos dijeron que a lo largo del día siguiente nos darían una solución. Tampoco ese día hubo respuesta y después de un intercambio de varios correos reclamando la devolución del importe abonado solo obtuvimos buenas palabras y disculpas pero nunca nos dieron una solución satisfactoria.

Clima
En los 10 días que estuvimos pasamos desde la zona de playas del Golfo de México, a unos 25º, a la selva de Chiapas -con noches frescas, frías en la zona de montaña de San Cristobal de las Casas- y a la costa del Pacífico, donde disfrutamos de días con más de 30º. Los dos días que estuvimos en el DF fueron los más fríos, con temperaturas que iban de los 4º o 5º hasta un máximo de unos 15º.  Y solo un día cayó un pequeño chaparrón.

Presupuesto

  concepto (precio 3 personas)   importe
Avión: Madrid - México (por persona)
   800 €
Alquiler coche (FOX) 
   500 €
Gasoil
200 €
Otros transportes (buses, taxis)
30 €
Peajes autopista
60 €
Alojamiento. 11 noches
460 €
Comidas
480 €
Otros (visitas, compras...)
370 €
TOTAL (3 personas, sin avión)
2.100 €   
TOTAL POR PERSONA (avión incluido)   1.500 €


Itinerario

Generales
información básica, mapa del yacimiento
información general de Chiapas, alojamientos en la selva Lacandona
información acerca de San Cristobal de las Casas
información sobre San José del Pacífico (Oaxaca)
artículos de El Viajero (El País)
Alojamientos
una estupenda selección de alojamientos, la mayoría en casas particulares, en todo el mundo, a precios muy buenos
alojamientos en Catemaco (golfo de México)
hotel en Catemaco
hostal en la playa. Agua Blanca (costa del Pacífico)
hostel en Oaxaca. Muy recomendable
hotel 4 estrellas en México DF, muy buen precio


Día 1. Madrid - México D.F. - Catemaco (550 km)
Más tarde de lo previsto, debido al incidente con el coche de alquiler relatado, poco antes de las 9 salíamos del aeropuerto. Fuimos alternando tramos de autopista de peaje con otros de carretera nacional. Esta primera etapa quizás haya sido en la que hemos circulado por las mejores carreteras. A lo lejos, a nuestra derecha nos acompañaban durante muchos kilómetros 2 volcanes de bella estampa totalmente nevados. Después de pasar Veracruz empezamos a ver el mar a lo lejos, pero bastante a lo lejos. Pocos kilómetros antes de Alvarado se podía sentir muy cerca pero rara vez se alcanzaba a ver.


Al borde de la carretera eran cada vez más frecuentes pequeños restaurante ofreciendo pescado y marisco, especialmente gambas. En el mapa parecía que después de Alvarado pasaríamos una especie de lengua de tierra con mar a ambos lados y pensamos que sería un buen sitio para comer, pero justo al finalizar el pueblo comenzaba de nuevo la autopista y el mar no se divisaba por ninguno de los lados, así que paramos en el  único restaurante que había justo antes de entrar en la autopista. No parecía una gran elección pero teníamos hambre y estábamos un poco hartos de coche. Hacía calor y era difícil hacerse a la idea de que era Navidad por más que de un árbol de plástico sumamente hortera saliese una música machacona que se suponía que daba un ambiente navideño...
De esa comida recuerdo que supe lo que era el "pico de gallo", una especie de picadillo de verduras frescas, en el que no faltan tomates y pimientos, que en más de una ocasión fue el complemento de la comida vegana de Ana, no siempre fácil de conseguir. También en la mesa estaban los omnipresentes botes de salsas picantes que ya nos acompañarían en todo el viaje. Probé un plato a base gambas, pero no me dejó un gran recuerdo. Al menos sí pudimos tomar una buena cerveza fría.
Ya cerca de Catemaco empezamos a ver muchos coches de la guardia nacional en todas las poblaciones. En realidad son camionetas abiertas en las que viajan en la parte de atrás 4 o 5 policías, de pie, fusil en mano. La presencia de la policía fue una constante por casi todas las zonas que recorrimos. A lo largo de todo el trayecto se ven montones de pequeñas tiendas, montadas con muy pocos medios, en las que se vende de todo, predominando los talleres y ferreterías, además de muchos puestos de venta de artesanía y recuerdos, en general, muy kitch. En cierto modo, recordaba al paisaje de los pueblos que atravesamos en nuestro viaje en Kenia.
A las 16:30 llegamos a Catemaco. Nos instalamos en el hotel Los Arcos (60 €).  Por lo que veríamos después se puede decir que esta zona es más cara que el interior y la zona de costa del Pacífico. La habitación era sencilla pero amplia, con un baño aceptable y camas cómodas, además el hotel disponía de aparcamiento propio.


Pronto salimos a pasear por el pueblo, en el que yo había estado 25 años antes, y apenas había cambios. Creo que el único relevante es la conexión wifi en casi todas partes. No es un sitio con una arquitectura especialmente atractiva, aunque está situado en un bonito lugar, al borde de un gran lago. Pronto recorrimos casi todo el pueblo, lleno de pequeñas tiendas, con muchas fruterías y puestos de verduras. También visitamos la Basílica de la Virgen del Carmen, sumamente recargada en su interior, con una decoración, no quería decirlo otra vez, pero creo que kitch la define bien.
En el pueblo hay muchos brujos y, especialmente en la zona del embarcadero, seguro que te ofrecen que visites alguno, además de una barca para hacer algún recorrido en el lago. Y también tegogolos, unos caracoles de río que se venden en puestos en la calle, pero que no nos parecieron nada apetitosos.


Un sitio muy agradable para tomar algo, hacer alguna compra o pedir información turística o contratar alguna excursión por la zona es "La Casa de los Tesoros", justo al lado de la Basílica. Platos entre a menos de 6€ y cerveza a 1'50€ adelantaban unos precios similares a los que ya veríamos en todo el viaje, en ocasiones, inferiores. La chica que lo atendía nos dió muy buenas informaciones, no solo de la zona, sino también de como llegar a los pueblos zapatistas, que era uno de nuestros intereses.


Cenamos dos portales más alla, en "La Casona", un restaurante con buen aspecto, pero la comida era bastante irregular. Recuerdo un buen guacamole y unos malísimos tacos de carne, que apenas pude probar.

Día 2. Catemaco - Villahermosa (350 km)
A las 8 de la mañana estábamos en la calle con la intención de desayunar para luego dar un paseo en barca por el lago. Pero resultó que todo estaba cerrado y después de algunas vueltas llegamos a un sitio que estaba abierto las 24 horas, la "Lonchería Mingo", que resultó un lugar muy simpático, con un buen ambiente, y con variedad para tomar un buen desayuno (290$). Allí probamos los huevos rancheros por primera vez, un consistente plato a base de tortillas, huevos revueltos, cebolla y chile. Si no eres muy amante del picante tienes que tener la precaución de pedir que no pique mucho porque puede ser duro especialmente como desayuno. También tomamos unos buenos zumos naturales, plátanos fritos y café. Por cierto, que el café normalmente te lo sirven solo y en grandes cantidades, los mejicanos toman mucho café.



En seguida nos dirigimos al lago para dar un paseo en una barcaza. La mayoría tienen una capacidad de hasta 12 personas pero a esas horas estábamos los 3 solos. En principio uno de los barqueros nos pidió 600$ por un viaje de unas 2 horas, que es el precio de la barca completa, le dijimos que nos parecía mucho y nos fuimos, nos abordó entonces su compañero que nos ofreció un descuento y finalmente el precio se quedó en 400$, era algo así como el poli malo y el poli bueno... Es un agradable paseo, con algunas visitas programadas. En la primera parada te ofrecen una mascarilla de barro,  por la voluntad y la posibilidad de visitar a un brujo por un precio muy especial (eso dicen...).  Allí se puede observar un estupendo ejemplar del árbol de la ceiba, con grandes púas en su tronco, considerado sagrado por los mayas.



Más adelante se visita una fuente de agua cristalina donde puedes lavarte la cara para quitar la mascarilla (también te ofrecen unos cacharros para coger agua por la voluntad). En el centro del lago hay unos pequeños islotes con colonias de aves, especialmente garzas y cormoranes y también uno con macacos, que llevó la universidad de Veracruz para un experimento, pero se adaptaron tan bien allí que formaron una pequeña colonia. En otra zona hay monos araña, que se acercan a la orilla cuando hay visita por si cae algo de comida. También se puede dar un pequeño paseo por un sendero habilitado en una zona donde hay un criadero de cocodrilos, aunque no lo visitamos.


Nos habían recomendado visitar Playa Escondida, a unos 30 km de Catemaco, aunque nos habían dicho que el acceso era sumamente difícil y que finalmente había 2km por una pista muy difícil. No era para tanto, son unos 30 km, 10 por una pista de tierra sin mayor dificultad, y finalmente un par de km por una pista estrecha en no muy buen estado, pero que se hace si mucho problema, aunque muy despacio. En total, desde Catemaco a la playa, 1 hora. Unos kilómetros antes se pasa por el desvío a la playa de La Barra, una zona muy concurrida, donde también se pueden hacer paseos en barca por los manglares. El coche hay que dejarlo en Playa Jicaya, junto a un pequeño chiringuito, con un nombre un tanto rimbombante, Parador Eco Turístico Icacos,  y desde allí caminar unos 15 minutos hasta Playa Escondida. Después de una pequeña subida se llega a un sitio con unas vistas impresionantes sobre las dos playas, en donde hay un hotel abandonado.  Desde luego es un sitio ideal para un hotel discreto, como lo era este, con vistas. El camino que desciende a la playa no está en muy buen estado pero se puede bajar sin dificultad. La playa es preciosa, totalmente desierta, rodeada de vegetación que se mete hasta la arena y un día precioso. El baño no se hizo esperar y el agua estaba buenísima. Uno de los buenos momentos del viaje...


También estaba desierta la playa Jicaya y el chiringuito donde habíamos dejado el coche, pero el matrimonio que lo regenta nos dijo que podía prepararnos el pescado que él acababa de pescar en la playa (papelitos -una especie de dorada-, lebranches o jureletes) y también algún plato vegano con verduras o fríjoles.  Estaban preparando una sopa de pescado con un aspecto muy apetitosos, pero no estaría a tiempo.


Tumbados en las hamacas, siempre presentes, y con unas cervezas frías, esperamos la comida que disfrutamos en este maravilloso lugar, muy sencillo, pero muy acogedor. También disponía de habitaciones, muy básicas, pero desde luego de haberlo sabido habríamos venido a pasar la noche aquí (500$, algo menos de 30€, la habitación doble). En la playa se oía el canto agudo de un pájaro que ya había visto en Islandia, el tijería (kía en Islandia), que se lanza en picado al mar a por comida, pero en Islandia también les vimos hacer vuelos rasantes sobre las cabezas. Fue una buena comida (310 $) en un paraje encantador. Cuando ya nos íbamos los encargados se acercaron para que probásemos la sopa de pescado, realmente deliciosa.



Siguiendo la carretera de la costa en pocos kilómetros se llega a la Estación Biológica de los Tuxtlas, un lugar en donde, con suerte, se pueden ver tucanes. También hay otra zona interesante donde se puede hacer senderismo y ver tucanes enfrente a Catemaco, al otro lado de la laguna. Pero ya no disponíamos de tiempo y salimos en busca de la cascada de Eyipantla (10$), cerca de San Andrés de Tuxtla.
Antes de bajar te encuentras todo un montaje de tiendas de ropa y pequeños restaurantes, muchas ofertas de  "micheladas", una especie de combinado a base de cerveza, limón y salsas, con picante por supuesto, que se encuentra por todo México, y que no llegamos a probar porque no nos resultaba muy apetitoso. Todo este montaje le resta un poco de atractivo a la cascada, que realmente es espectacular (aunque después de haber visto tantas en Islandia y Noruega resulta difícil sorprenderse). Alguna gente se bañaba en el río y nos llamó la atención que varias personas, niños y adultos lo hacían vestidos, algo que vimos en más lugares.


Eran casi las 4 de la tarde y nos quedaban muchos kilómetros por delante. En principio teníamos previsto ir a dormir a Palenque pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que no sería posible, así que finalmente nos quedaos en Villahermosa, a donde llegamos casi a las 10 de la noche. Un poco cansados nos quedamos en el primer hotel que encontramos, el hotel Plaza, aunque seguro que había mejores opciones. Es un hotel funcional, limpio, pero sin ningún especial atractivo y de los más caros en que estuvimos (1.000$ la habitación triple). Además, el desayuno buffet, con poca variedad y poca calidad, costaba 140$/persona. Tenía la ventaja de contar con aparcamiento privado gratuito.
Solo tuvimos tiempo para un pequeño paseo por el centro de la ciudad, que no tenía grandes atractivos y comer algo en la única taquería que quedaba abierta.

Día 3. Villahermosa - Palenque - Toniná - Agua Azul - Ocosingo (300 km)
No tardamos mucho en llegar a las zona arqueológica de Palenque y, por primera vez, empezamos a ver una cierta aglomeración de gente. Alrededor de 1 km antes del acceso hay un primer aparcamiento y los guías y aparcacoches empiezan a asaltarte ofreciéndote cada uno de ellos los mejores precios. Junto a la entrada hay otro aparcamiento, más pequeño, y a lo largo de la carretera te encuentras coches aparcados, cada uno donde puede. Nosotros encontramos un hueco cerca de la entrada y el mismo aparcacoches nos llevó a uno de los puestos de guías oficiales. Como no teníamos mucho tiempo habíamos decidido coger uno. Los precios varían mucho, el oficial, por unos 90 minutos, para grupos de hasta 10 personas, es de 800$, los demás son más baratos y el precio dependerá de tu habilidad para regatear. Eramos solo 3 y finalmente contratamos uno oficial por 4 horas, incluyendo un paseo por la selva después de visitar las ruinas, solo permitido con guía según nos dijeron, por 800$.  La entrada al parque natural cuesta 28$/persona a lo que hay que añadir 59$ por la entrada al recinto de la zona arqueológica.


La zona es realmente impresionante, a pesar de que la parte excavada es un pequeño porcentaje de todo lo que hay bajo la selva. Aunque había gente, no se formaban aglomeraciones y se podía visitar el recinto con comodidad. Palenque fue una de las ciudades más influyentes de los mayas, sede de la dinastía a la que pertenece Pakal, uno de los gobernante más famosos en la historia de la ciudad, cuya tumba se encontró en el año 1952.  Yo ya había estado 25 años antes y desde entonces hay un nuevo templo descubierto, el que corresponde a la tumba de la mujer de Pakal.


El guía se esforzaba en contarnos eso y mucho más, un poco liado al principio pero con más seguridad poco a poco, mientras disfrutábamos de la belleza del lugar. También nos contó una historia inquietante cuando le preguntamos si conocía algún pueblo zapatista que pudiésemos visitar. Nos dijo que no hacía muchos meses que en uno de los poblados zapatistas habían aparecido dos chicos que comenzaron a verse con una chica del lugar, hubo problemas en esa relación y un tribunal formado en el pueblo los acusó de violación y los condeno a morir quemados vivos. Según él tenía el vídeo de la ejecución grabado. En principio nos dejó un poco mosqueados pero después de estar en uno de estos pueblos es más que dudosa esta historia, en realidad, si el vídeo existe seguro que no tiene nada que ver con los zapatistas.
A la visita cultural seguía el paseo por la selva. Bajo los enormes árboles se podían ver restos de construcciones aún sin escavar. Hay una gran variedad de árboles y plantas representativas de la selva alta, de los que recuerdo, además de palmeras, el árbol del chicle, la ceiba, un hermoso árbol con el tronco plagado de largas y robustas espinas o el árbol del turista (según nuestro guía por sus colores, verde de los dólares y rojo, como se ponen los estadounidenses en la playa).



Pero uno de los grandes atractivos son los monos aulladores, más que por verlos, que no siempre es fácil ya que se mueven a gran altura, por oirlos, un sonido a selva muy característico que se puede escuchar hasta a 3 km a la redonda. También hay una bonita cascada, Motiepá, en la que te puedes dar un baño a modo de ducha a lo bestia. Yo no resistí la tentación... En esa zona encontramos alguna gente y luego, ya en la carretera, a unos 500 m de la entrada al recinto, un cartel describiendo el sendero Motiepá, lo que nos hizo pensar que el recorrido se podía hacer por libre, aunque el guía decía que solo se podía hacer una pequeña parte.. Quizás.




A pocos kilómetros de las ruinas está el restaurante Bajlum, de cocina prehispánica. El lugar resulta muy agradable y, según nos explicó el propietario, Antonio, pretenden apoyar a las comunidades cercanas por lo que todos los productos que ofrecen son de la zona.


Lo definió como un lugar de amistad y cultura culinaria. Tomamos una parrillada maya, en realidad una fondue, con aceite caliente, y carnes de varios tipos de carne (venado, jabalí y pavo) para cocinar al gusto, con variedad de salsas.  La opción vegana consistió en mazorcas de maíz asado, espaguetis y un guiso de varias verduras. Especialmente bueno estaba una tortita hecha de una variedad de maíz autóctona. En total, 1.000 $, la ocasión en que más pagamos por la comida. Realmente fueron 915$, pero la factura ya traía incluído el servicio sugerido, 85$. Es costumbre en todos los restaurantes dejar una propina de alrededor de un 10% del importe de la factura.

La chica de Catemaco nos había recomendado visitar la selva Lacandona;y después de ver  que había posibilidad de alojarse en unas cabañas en la selva, que en la página web se veían sumamente atractivas, además de hacer senderismo u otras actividades, estuvimos intentando ir allí pero implicaba un importante desvío de nuesta ruta, con muchos kilómetros añadidos, y además ninguno de los alojamientos con los que contactamos tenía habitaciones libres, ya que era plena temporada alta en la zona. La verdad es que nos quedamos con las ganas, era una opción muy apetecible...
Ya era un poco tarde y salimos en con intención de visitar la cascada de Agua Azul. Aunque no eran muchos kilómetros, la carretera es muy mala y llegamos cuando ya oscurecía. Antes nos pararon en dos ocasiones para pedirnos dinero, en el primer caso sin excusas, simplemente un grupo de personas con el cordel levantado parando a los coches para solicitar dinero sin más. Más adelante se paga la entrada oficial a la zona. No es mucho dinero pero como ya era tarde nos dejaron pasar. No es una caída alta pero la amplitud y el color del agua (no a la hora que llegamos) la hace espectacular. Lo menos atractivo es la gran cantidad de puestos de venta de recuerdos y de restaurantes que hay todo a lo largo del río.


Ya en busca de un lugar para pasar la noche un bache (uno más) se cruzó en nuestro camino y  una de las ruedas se ponchó, que dirían en México. Una vez en Ocosingo, la primera ciudad que encontramos, paramos en el primer hotel que vimos, hotel Maya, muy sencillo,  pero se veía limpio y se respiraba un ambiente amigable, además de tener un precio imbatible, 350$ (unos 20€) la habitación triple con baño propio.


Salimos a cenar pero no había mucho donde elegir en la zona, apenas dos sitios  y uno de ellos con la cocina cerrada, así que solo nos quedaba una especie de hamburguesería pero de tacos y similares y que además no servía cerveza. Afortunadamente había una tienda de alimentación próxima en la que pude comprar una y tomármela en el local, con permiso de la encargada...
De vuelta al hotel nos dimos cuenta de que haciendo esquina con el nuestro había una antigua hacienda reconvertida en hotel y restaurante con muy buen aspecto y con una buenísima relación calidad/precio (600$). Allí desayunaríamos (285$), muy bien, al día siguiente, con huevos motuleños, tostadas, café y zumo de naranja.



Día 4.  - Ocosingo - Toniná - San Cristobal de las Casas (175 km)

En el taller en que nos repararon el pinchazo nos avisaron de que el neumático estaba un poco deteriorado por el golpe recibido pero que podría aguantar unos meses más, así que salimos hacia la zona arqueológica de Toniná (48$), a unos 30 minutos de Ocosingo, que ahora parecía mucho más grande que por la noche, especialmente la zona del mercado que tuvimos que cruzar, repleta de gente, sobre todo indígenas que visten sus coloridas ropas tradicionales.


La propia zona arqueológica está dentro del área controlada por los zapatistas. El acceso no tiene nada que ver con Palenque, sin aglomeraciones, una pequeña caseta para comprar las entradas y muy poca gente. La parte más importante de Toniná es su gran pirámide, con 260 escalones, a lo largo de 7 plataformas para alcanzar los 13 templos de la cima. Construida alrededor del año 200 d.C. tuvo su apogeo en el 900.



El lugar es realmente bonito y las vistas desde la cima de la pirámide espectaculares. Se respira tranquilidad y se siente uno en un lugar especial, la verdad es que fue un auténtico descubrimiento, una de las visitas que recuerdo con más cariño. Un sitio totalmente recomendable.



Ya de camino hacia San Cristobal de las Casas se comienzan a ver referencias al ejército zapatista y muchas pancartas reivindicativas, unas contra el proyecto de construcción de una autovía a través de la selva, otras contra la carestía de la electricidad, otras alusivas a la desaparición de los 49 estudiantes de Ayotzinapa, estas últimas eran una constante en todo México.  También vimos al menos 3 pintadas en sitios diferentes que decían que en ese lugar había aparecido la virgen, todas ellas en los últimos años. El firme de la carretera era terrible, además de tener muchas curvas, y nuevamente pinchamos, y además la previsión del mecánico de Ocosingo resultó demasiado optimista y de nuevo tuvimos que volver a un taller y cambiar el neumático (45€).



A estas alturas ya sabíamos que el poblado zapatista que queríamos visitar era Oventic. En el propio taller nos dijeron que necesitaríamos unas 3 horas, lo que nos pareció muy extraño teniendo en cuenta que está a solo 60 km de San Cristobal. Mientras terminaban con el cambio cogimos un taxi para visitar el centro. En seguida nos quedamos prendados de esta bella ciudad, muy distinta a todas las poblaciones que habíamos visto hasta ahora. Casas bajitas, con un máximo de una planta, con mucho colorido y un cierto aire colonial y el andador (paseo peatonal) lleno de animación, con muchos bares, restaurantes y tiendas muy atractivas. Teníamos una reserva para pasar la noche en Chiapa de Corzo, pero enseguida empezamos a pensar que quizás no sería mala idea un cambio de planes... De momento entramos a comer en un restaurante vegetariano, con opciones veganas, La Casa del Pan, con muy buen aspecto y en donde comimos estupendamente.


De nuevo preguntamos como ir a Oventic y nos dijeron que llegaríamos en menos de media hora (?). Por último el taxista que nos llevó al taller nos aseguraba que entre hora y media y dos horas... Salimos en dirección a San Juan de Chamula y a partir de aquí las pancartas y carteles firmados por el EZLN se hacían cada vez más evidentes. Nos llamó la atención el gran número de avisos de que no se tirase basura, con fines didácticos más que amenazantes, aunque no estamos seguros de que estos fuesen responsabilidad de los zapatistas ya que se veían también muchos en otras zonas. La carretera se iba ahora adentrando en una zona de selva, entre montañas, y  poco más de una hora después de salir empezamos a ver que toda la carretera estaba llena de camionetas aparcadas por todas partes y enseguida comenzamos a ver gente con pasamontañas. Estábamos en Oventic. Se ven  apenas unas casas al borde de la carretera y muchos carteles con frases reivindicativas. Un grupo de jóvenes con aspecto europeo subía a un autobús que se marchó en ese momento. Y allí estábamos, los únicos que no llevábamos pasamontañas, un tanto desconcertados, sobre todo si recordábamos el relato del guía, siendo el centro de todas las miradas y sin saber muy bien a donde ir. Una pancarta anunciaba el "21 aniversario de la revolución zapatista" y el "Festival mundial de las revoluciones y reveldías contra el capitalismo". Después de preguntarle a uno de los encapuchados nos mandó a hablar con el que parecía ser el encargado de atender a los visitantes. Nos enteramos entonces de que además de un acto de celebración del aniversario ese año había visitantes de todo el mundo para participar en el festival y acudían "las bases" de todos los poblados zapatistas e incluso los padres de los estudiantes desaparecidos. Y todavía faltaba mucha gente por llegar y, por deferencia hacia ellos, no permitían la entrada de visitantes hasta que todos hubiesen llegado, pero nos emplazaron para volver el día siguiente por la tarde.


En ese momento decidimos cambiar nuestros planes y al llegar a San Cristobal anulamos la reserva de esa noche y del día siguiente, afortunadamente sin que nos supusiese ningún gasto y comenzamos a buscar alojamiento para esas dos noches. A pesar de ser fin de año no tuvimos problema para encontrar sitio y pudimos comprobar que por menos de 1.000$ había habitaciones disponibles, y en buenos hoteles. Finalmente nos decidimos por un hostel, Hostel Sancris, que nos ofrecía la posibilidad de dejar el coche en un patio cerrado, muy céntrico y con un precio estupendo, 450 $ con el desayuno incluido. El baño no era gran cosa, además de ser el único para 4 habitaciones, pero la amabilidad de la pareja propietaria contribuyó a hacer que nuestra estancia fuese muy satisfactoria.


Por recomendación suya nos fuimos a cenar al Cocoliche, muy cerca del hostel, un lugar muy bonito, con un ambiente muy agradable, mesas compartidas, música en directo y buena comida, especialmente los arroces. Y buen precio, 600 $, incluyendo cervezas y vino.



Día 5.  San Cristobal de las Casas - Oventic - San Cristobal de las Casas  (120 km)

Por la mañana nos fuimos a dar una vuelta por el animado mercado en torno a la iglesia de Santo Domingo, donde puedes encontrar un poco de todo, pero especialmente muchos artículos de artesanía, a buen precio, aunque tendrás que regatear un poco, afortunadamente nada que ver con el regateo de Marruecos o Turquía.





Muy cerca del mercado estaba la parada del microbús (12 plazas) y taxis que iban a Oventic. Después de enterarnos de precios (33 $/persona en microbús o 120 $ el taxi) nos dedicamos a callejear un poco por esta bella ciudad hasta las 2 de la tarde. Sin embargo, en ese momento no había ni buses ni taxis, por lo que tocaba esperar. Algunos minutos vimos que había movimiento en un garage próximo y efectivamente allí se concentraba un grupo de gente, joven la mayoría, muchas rastas, faldas largas, flautas, percusión..., que bien parecía que podían ir a una de las acampadas del 15M. Llegaron enseguida 3 o 4 microbuses y camionetas y todo el mundo se apretó para que nadie quedase en tierra, en nuestro microbús ibamos 15 personas ocupando las 12 plazas. A nuestro lado una chica californiana que se había criado y trabajado en San Cristobal nos fue hablando un poco del movimiento zapatista y el viaje se hizo corto.


Poco después de las 3 llegamos a Oventic y vimos que había aumentado el número de furgonetas en la cuneta y además la carretera estaba llena de autobuses. Por otra parte, un grupo de unas 200 personas esperaba para entrar a un recinto desde donde llegaban voces de mítines políticos y música. Después de un rato de incertidumbre nos fuimos enterando de como iba aquello. Ya habían llegado todos los zapatistas y ahora estaba entrando la gente de los autobuses que venía en grupos organizados, todos ellos identificados, a continuación entraría la gente que se había inscrito vía internet y finalmente los que estábamos allí, pero previamente había que apuntarse en una lista que había que pasar a la gente de la organización para que nos fuesen llamando nominalmente a cada uno. Mientras todo esto ocurría eran ya las 5 de la tarde (fin de año en España) cuando conseguíamos, después de una buena espera, nuestra comida en el único lugar posible, una tienda-restaurante que atendía tanto a gente dentro del recinto como fuera. La verdad es que la espera mereció la pena porque la comida estaba realmente buena y el café zapatista buenísimo.


Poco antes de las 6 pudimos por fin entrar en el recinto. Una ancha calle con construcciones a ambos lados desemboca en una gran explanada en donde se había montado un gran escenario. Allí intervenían representantes de los zapatistas o de las asociaciones invitadas, los padres de los estudiantes de Ayotzinapa estaban también allí, además de grupos de música. Una barrera de varios zapatistas encapuchados al frente del escenario, en donde actuaban en ese momento un grupo también encapuchado creaba una atmósfera ciertamente especial. Entre los asistentes, unas 5.000 personas, la mayoría eran zapatistas, todos ellos con el pasamontañas y ellas con un pañuelo rojo tapándose nariz y boca. Había muchas tiendas montadas y también unos barracones con literas en los que mucha gente pasaría la noche. En muchas de las construcciones que habíamos visto se vendían camisetas, artesanía u otros objetos para ayudar a recaudar fondos,  también se servía comida o el estupendo café zapatista, pero no bebidas alcohólicas. Según nos dijeron no se sirven en ningún lugar público controlado por los zapatistas, al parecer a petición de las mujeres. El trato hacia las mujeres parece que sigue siendo una de las asignaturas pendientes, a pesar de que desde antes de triunfar la revolución ya se había iniciado una ley de la mujer que terminó aprobando el gobierno zapatista. Algunos de los locales del recinto son centros administrativos relativos a educación, sanidad, mujeres... y también una iglesia. Finalmente tuvimos una pequeña charla con una de las chicas de la organización que nos explicó algunas cosas sobre el zapatismo. Así supimos que se organizan en "caracoles", si no me equivoco son 7 actualmente, y cada uno engloba a cierto número de comunidades. Tienen su propio sistema de educación, bilingüe, incluyendo el español y el idioma indígena propio, sus propios colegios y su universidad. Controlan también sus propios centros de salud y ellos administran la justicia. No reciben subvenciones estatales ni participan en las elecciones del estado, y se financian con ayudas de organismos internacionales, ongs y con sus propios medios, la venta de café entre otros. La responsabilidad de los distintos servicios va rotando entre los miembros de la comunidad y cuando a uno le corresponde los demás se encargan de atender sus tierras o su trabajo.  Allí supimos también que los actos que comenzaban ese día se prolongarían varios días más, con actos también en San Cristobal.



Era tarde y hacía frío y en ese momento ya sabíamos que no habría ningún autobús, como nos habían dicho, para volver a la ciudad. Nos acercamos a la puerta y en ese momento llegaba un taxi, por lo que decidimos tomarlo para volver. Entonces se produjo una curiosa situación ya que las personas que controlaban el acceso nos dijeron que no podíamos irnos porque iban a dar el número de asistentes y si la gente se empezaba a marchar tendrían que modificarlo. La verdad es que no entendimos muy bien lo que pasaba, les hicimos saber que estábamos en una lista, que nos borrasen, pero ponían ciertas reticencias, insistimos en que no teníamos medios para volver y que no habíamos traído material para pasar la noche, como la mayor parte de los asistentes. Finalmente accedieron a dejarnos salir, con cierto disgusto, pero el taxi nos pedía 300$, en lugar de 120$, decía que por la noche el precio era otro. Había otras dos chicas que querían bajar y finalmente el taxista accedió a llevarnos a los 5 por 300$.
Llegamos a tiempo para poder cenar en una terraza, aunque llegarían a caer unas gotas de lluvia y allí recibimos el nuevo año, con mucho menos jolgorio del que se suele montar en España, aunque sí había alguna bengala y alguna bomba de palenque.
Para empezar el año nos fuimos a tomar unas copas a una mezcalería y alguna más a un local muy animado en el que el había música en directo.

Día 6. San Cristobal de las Casas - Agua Blanca (600 km)
A las 10 de la mañana salimos de San Cristobal, con un largo día de coche por delante, afortunadamente la carretera mejoró un poco y no tenía tantas curvas, excepto los últimos 100 km, aproximadamente, ya bordeando la costa del Pacífico. Poco después de las 6 de la tarde llegamos a Agua Blanca, un lugar frecuentado por surfistas, en el que hay unas pocas casas y unos cuantos restaurantes y pequeños hoteles al borde de la playa. Nos alojamos en el Hostal Ambarina, un pequeño hostal de 2 plantas, con muchos espacios abiertos y una terraza en la segunda planta con unas vistas maravillosas, como las de la habitación, con una hamaca en la pequeña terraza sobre la misma playa. Como solamente tenían esa habitación libre, para dos, no fue ningún problema dormir en la hamaca, ya que hacía una temperatura estupenda. Temía a los mosquitos, pero no fueron un problema, aunque por si acaso me rocié un poco de repelente.

Eran las 9 de la noche y apenas quedaba gente ya por la zona y todos los restaurantes estaban cerrando, pero quedaba abierto el Tsunami, un agradable lugar típico de playa, abierto y con techo de cañizo. Recuerdo un buen pescado a la plancha y una buena cerveza, aunque se echaba en falta un buen vino blanco pero no había ningún vino, así que probamos con una sidra achampanada, que se esmeraron en preparar en una cubitera, con mucho hielo, muy fría. No era gran cosa, pero la costa del Pacífico y la buena compañía hicieron que pareciese el acompañamiento perfecto.

Día 7. Agua Blanca - Mazunte (30 km)

En cuanto despuntó el sol me faltó tiempo para saltar de la hamaca a la playa y darme mi bautizo en el Pacífico, con toda la playa para mi solo. Un momento magnífico. La situación y las vistas desde el hotel se veían esplendidas con la luz del día.


Un rato después nos fuimos a desayunar al primer chiringuito que encontramos abierto, tumbados en 3 hamacas esperamos a que preparasen el desayuno,  No faltaron los huevos rancheros y tampoco una ostra como aperitivo.
Nos bañamos unas cuantas veces más, además de pasear hasta unas rocas próximas para ver una colonia de pelícanos.


Nuestro siguiente destino, Mazunte,  estaba cerca, a unos 30 minutos. Los primeros alojamientos en que probamos para buscar un sitio para esa noche estaban completos y eso nos hizo dudar pero pronto empezamos a encontrar sitios libres, aunque más bien cutres. Finalmente encontramos un lugar bastante aceptable, Hotel Mazunte, por un buen precio. Es una especie de albergue donde también podías alquilar una hamaca para dormir en una zona abierta.  La habitación estaba limpia y tenía un baño aceptable, suficientemente espaciosa para dos, aunque para los 3, con una cama adicional era un poco justa. Pero no teníamos ganas de buscar más y la relación calidad/precio (37 €) era buenísima.


Nos fuimos directamente a la playa, bonita con un entorno de palmeras pero más urbana de lo que nos habíamos imaginado, con muchos bares y pequeños hostales todo a lo largo de la playa. En varios de ellos también se podían alquilar hamacas para dormir en la misma playa. Contratamos un tour para ver ballenas y tortugas (200$/p) al día siguiente y nos fuimos a la playa de Zipolite, a solo 5 km, de la que nos habían hablado maravillas.  De camino vimos que había montones de hoteles de todo tipo  y muchos con plazas libre.

La playa es realmente bonita, pero nos habíamos hecho la idea de un lugar salvaje y, aunque hoy no había mucha gente, aquello era más bien lo contrario, una playa muy concurrida, también repleta de chiringuitos y hoteles a todo lo largo, aunque muy discretos, nada de monstruosidades. Y muchas hamacas, algunas de ellas de alquiler para pasar la noche. En uno de los extremos, separada por unas rocas hay una pequeña zona nudista y enfrente un islote y un precioso arco de piedra natural. Era tentador pasar nadando al islote y eso intentamos aunque pronto nos dimos cuenta de que había bastante corriente y desistimos. En ese momento ya estaban los socorristas con el silbato y varios bañistas haciéndonos señas para que volviésemos. Luego nos confirmaron que era bastante peligroso y que no hacía mucho tiempo que se había ahogado en esas corrientes el último bañista. De hecho esta playa aparece en alguna de esas listas que circulan por internet (de dudosa fiabilidad, también es cierto) de los lugares más peligrosos del mundo.


En uno de los chiringuitos nos tomamos un aperitivo. Qué relajante tomarse un coco después del baño, recién abierto a golpe de machete, con una temperatura estupenda, a la sombra de las palmeras (quizás fuese una sombrilla) y mirando al Pacífico...


Volvimos a comer a Mazunte, en casa Tania, donde pude probar las pescadillas, una comida típica de la zona de la que me habían hablado maravillas. La verdad es que me decepcionó un poco, me esperaba un pescado fresco, pero se trata de una especie de empanadilla, que no estaba mal, pero realmente no era lo que esperaba. Con alguna que otra dificultad conseguimos que preparasen también un plato vegano. Finalmente la comida no estuvo mal y con algunas cervezas incluidas no llegó a 24 €.

Por la tarde nos acercamos al iguanario, un santuario de iguanas a apenas 6 km de Mazunte. Teníamos ciertas reservas pero resultó una interesante visita. Se trata de una zona abierta, sin vallas que la limiten donde se concentra un buen número de iguanas que viven en libertad cuidadas por una mujer entusiasta, aunque el responsable último es un veterinario que decidió comprarlas en los mercados en donde se venden para comer y poco a poco el número ha ido aumentando con colaboraciones de personas anónimas. Los huevos y las crías si se mantienen en jaulas hasta que alcanzan un tamaño determinado para evitar que se las coman los depredadores. Además de las espectaculares iguanas de vivos colores  también hay ejemplares de iguanas negras. Son animales realmente espectaculares y pueden alcanzar un tamaño considerable. El santuario se mantiene con donaciones de 20 $ (1'20 €) por persona.


De vuelta a Mazunte, apenas 1 km antes del pueblo está la laguna Ventanilla y allí nos hicimos una excursión (50$/persona) que supondría uno de los mejores momentos del viaje. Se trata de un paseo de 1 hora en una barcaza a remos con capacidad para unas 10 personas, con un guía que se encarga de llevarla por una zona de manglares en donde, además de la exhuberante vegetación y conocer un poco de este ecosistema, se pueden observar varios tipos de aves, iguanas y, lo mejor, cocodrilos.


Los habíamos visto en varias ocasiones, en Kenia especialmente, pero nunca de esta forma, y es que, aunque solo pudimos ver dos ejemplares, el silencio que había (que sea una barca de remos es un punto) hacía que resultase impresionante ver al animal deslizarse hacia la barca, sin apenas moverse, para pasar justo al lado, con altivez, como dando la impresión de ignorarnos por completo... La puesta de sol al volver a la playa hacía más hermoso todavía ese momento.



Allí un grupo de voluntarios esperaba la noche para hacer una suelta de tortugas. En el pueblo se encuentra el Centro Nacional de Tortugas.
De vuelta al pueblo recogimos en el coche a una pareja de franceses con dos niños que llevaban mucho tiempo viviendo en México y en cierto momento nos dijeron que para avistar ballenas era preferible contratar el viaje en Zipolite, ya que eran más profesionales que en Mazute, donde estaban maleados por el turismo.

Al lado de nuestro hotel estaba el museo del xoloitzcuintle, una raza de perro conocida especialmente por no tener pelo, aunque allí nos enteramos de que también los hay que lo tienen. Es un curioso lugar en el que su entusiasta responsable te dará todo tipo de información en relación con esta raza, que guardan una estrecha relación con la cultura mexicana. Él nos dijo que en la actualidad era la única raza de perro pura, sin mezclas, que existe en el mundo. Eran considerados sagrados por los aztecas y se solían enterrar con sus dueños para que los guiasen al inframundo. Se han encontrado muchas figuras de barros y otras representaciones aztecas de estos perros.


Diego Rivera y Frida Kahlo criaron ejemplares como mascotas y aparecen en alguna de sus obras.


Buscando un lugar para cenar nos resultó atractivo el restaurante Prasad, una pequeña construcción, muy sencilla, con unas colchonetas en el suelo -donde un grupo de jóvenes cantaban una repetitiva canción con reminicencias orientales- y algunas mesas en el exterior. Ofrecían comida vegetariana y el lugar parecía muy agradable así que allí nos quedamos. Resultó una buena elección, con una buena comida, a base de menú único, y un buen precio (apenas 20 € en total). Tiene un curioso funcionamiento, los cocineros y camareros trabajan gratuitamente el tiempo que decidan a cambio del alojamiento y la comida que les ofrece el propietario del local y el cocinero de turno decide el menú, único, en función de sus gustos y conocimientos.


Con la noche comenzó a zonar la música en locales y en la calle y fue apareciendo mucha gente joven. Uno de los locales de más éxito es La Mezcalería, donde además de música y baile puedes encontrar una extensísima variedad de mezcales -una bebida más frecuente actualmente que el conocido tequila-, con gusano o con todo tipo de sabores. Dos copas de mezcal y una cerveza nos costaron menos de 5 €.



Día 8.  Mazunte - San José del Pacífico - Oaxaca  (270 km)

Antes de las 8 de la mañana estábamos en la playa para nuestro tour. Tuvimos tiempo para desayunar en un chiringuito de la playa, muy cerca de algunas tiendas de camping y hamacas donde la gente comenzaba a desperezarse.


Cuando llegamos a la barcaza a las 8 en punto, como habíamos acordado con el patrón de la embarcación, que nos había asegurado que saldríamos a la hora en punto, sin retrasos, no había nadie y solo unos minutos después vimos que tras ella, a la sombra, dormía el patrón. Al poco llegó un ayudante y el guía. Les recordamos que habíamos acordado un horario europeo pero nos dijeron que los demás viajeros eran mejicanos y todavía no habían llegado. Mucho humor y buen rollo pero cuando salimos de la playa eran casi las 9 y nos acordábamos de lo que nos habían dicho los franceses el día anterior. Pero pronto se nos había olvidado porque no tardamos mucho en ver la primera ballena. Fue otro de los momentos buenos del viaje, disfrutando del paseo por el mar, divisando hermosas playas en la costa, algunas de ellas parecían mucho más solitarias que Zipolite, como la de San Agustinillo, muy cercana a la anterior.


En sentido contrario está la larguísima y solitaria playa de La Redonda, en uno de cuyos extremos está la laguna Ventanilla, en la que habíamos estado el día anterior. Pero además de las vistas pudimos ver, en algunos casos muy cerca de la barca, varias ballenas, un montón de delfines y muchas aves, especialmente pelícanos.


También vimos dos tortugas y lo más sorprendente, las mantas rayas. Habíamos visto unos animales que saltaban a lo lejos y que el guía había identificado, pero de repente justo delante de la embarcación saltó una de ellas. Fue realmente espectacular, saliendo del agua con una velocidad sorprendente y por un momento parecía como si volase. Poco después saltaron otras dos al mismo tiempo. Pero cuando ya nos preparábamos para disfrutar del espectáculo desaparecieron y ya no vimos más... Supo a poco, pero la imagen de estos bellos animales saltando es de las que se quedan para siempre.  El guía conocía bien la zona y también la fauna, aunque cuando le preguntamos cuál era la razón de esos saltos se quedó pensando unos segundos y luego dijo "porque quieren...".




Ya de vuelta a la playa la barca hace una parada de unos minutos para poder bucear y ver peces (ellos te facilitan gafas, tubo y aletas), aunque desde luego no tiene nada que ver con la variedad existente en la zona del Atlántico entre Cancún y Tulum.
Ya en la playa nos quedaba una última sorpresa. Los últimos metros (muy pocos) para salir del mar hay que hacerlos nadando y todos estábamos ya en tierra salvo el patrón que quedaba en la barca. En un momento determinado el ayudante comienza a gritar  a la gente que paseaba por la playa diciéndole que se pare y, aprovechando una ola, la barcaza se dirige hacia la playa a toda velocidad hasta frenarse ya en la arena. Son solo unos segundos pero resulta alucinante, especialmente cuando no sabes lo que va a pasar y no te esperas que realmente eso vaya a ocurrir.

Eran casi las 12 de la mañana cuando salimos de Mazunte en dirección a Oaxaca. El primer punto de referencia era San José del Pacífico, a 100 km de distancia. Hay varias opciones para llegar allí y elegimos ir por Santa María Tonameca. No se como serán las otras pero la carretera era infernal, una sucesión de curvas de manera casi continuada, en una carretera de estrecha, con mal firme -aunque afortunadamente sin tantos baches como en la zona de Palenque- y con bastante tráfico, especialmente camionetas, que subía y subía pasando de un paisaje y clima de costa a una zona de montaña, fría, en muy pocos kilómetros. Menos mal que Pablo conducía y no se cuantos coches pudo adelantar pero desde luego fueron muchísimos, especialmente teniendo en cuenta la dificultad que suponía cada uno de los adelantamientos, pero todos ellos hechos con absoluta limpieza y sin peligro alguno. Para darle más emoción la luz de la reserva se encendió al poco de salir y no encontramos ninguna gasolinera ni sabíamos a cuántos kilómetros estaría la próxima, así que paramos en una casa que tenía un cartelito de venta de gasolina -había varias, lo que nos hacía pensar que la gasolinera no estaba próxima, y preguntamos pero las respuestas acerca de las distancias eran bastante dispares-. Allí una señora nos vendió una garrafa de 15 litros que nos permitió continuar con más tranquilidad. Al llegar a la cima del puerto había una zona con un mirador y un par de restaurantes y paramos a descansar un poco. Habíamos hecho unos 90 km en unas 2 horas. Al bajar del coche notamos un frío intenso y pronto tuvimos que cambiar nuestro vestuario de playa con el que habíamos salido no mucho antes. Uno de los restaurantes estaba bastante bien montado nos resultó más atractivo el otro, una especie de cabaña, con todos los muebles hechos de madera de manera muy rústica y una cocina tradicional en el centro en la que se cocinaban unas quesadillas realmente buenas y muy baratas, no recuerdo cuantas fueron, al menos 4, con dos bebidas, por 100$.



Unos kilómetros después llegamos a San José del Pacífico, un pueblecito de montaña, a 2.200 m sobre el nivel del mar, identificado con los hongos, concretamente con el Psilocybe Mexicanaun hongo alucinógeno que se encuentra en esta zona y que es el reclamo para muchos visitantes. Recordamos entonces lo que decían los dos chicos que habíamos conocido esperando el autobús para ir a Oventic, cuando nos hablaban de una excursión que habían hecho desde el D.F. solo para venir a este pueblo, en dónde "la montaña te habla...". Parece ser que sí, aunque no era época de hongos y no podemos confirmarlo.

De camino a Oaxaca vimos algunos puestos en la carretera en donde se vendían unas llamativas figuras de madera, de todos los tamaños. Se trataba de los alebrijes, una curiosa artesanía que se debe a un cartonero, Pedro Linares, quien en el año 1936, durante una enfermedad tuvo una serie de alucinaciones en las que veía unas extrañas figuras de animales (burros con alas, leones con cabeza de perro..). Cuando se recuperó decidió reproducirlas para que su familia conociera esos fantásticos animales dando lugar a esta artesanía, actualmente extendida por varios países latinoaméricanos.



Llegamos sobre las 6 de la tarde a Oaxaca, en donde teníamos una reserva en el hostel Azul Cielo. Es un bonito albergue en el que se respiraba muy buen ambiente. Hay un pequeño patio interior muy acogedor, con unas mesitas y hamacas, al lado de la cocina. La habitación suficientemente amplia, limpia y con baño privado y a unos 15 minutos del centro. Y por 640$ (menos de 40 €), con un buen desayuno incluido. Desde luego, un alojamiento absolutamente recomendable.


En seguida nos fuimos hacia allí dando un paseo. Aunque no tanto como San Cristobal, es también una bonita ciudad colonial. Ya cerca del zócalo (la plaza) nos llamó la atención que había muchísima policía con material antidisturbios. Pronto supimos la razón, allí había un buen número de maestros que estaban acampados desde hacía varios meses, en principio por reivindicaciones profesionales, no solo salariales, sino de mejora de las condiciones de la escuela pública, y en los últimos meses revitalizada la protesta como consecuencia de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.


Resultaban sobrecogedoras las grandes pancartas que colgaban por toda la plaza con las fotos y pequeñas historias de cada uno de los estudiantes. Hablando con algunos de los maestros supimos que la policía no estaba allí con ánimo de echarlos, como suponíamos, sino para defenderlos de posibles intentos de expulsarlos de allí por la fuerza, por parte de personas contratadas por vendedores que antes utilizaban la plaza o políticos a los que no le gustaba su presencia allí.


Callejeando alrededor del zócalo llegamos a una fábrica de chocolate, buenísimo, y a un mercado de artesanía en donde había algunos puestos de "chapulines", insectos que se comen tostados, muchas veces como "botana" (tapa) con una cerveza o una copa de mezcal. No los probamos allí aunque sí formaban parte de uno de los platos que tomamos en  El Sagrario (660$), que se anuncia como pizzería, aunque es un local enorme en el que se puede comer de todo.

Día 9.  Oaxaca - Puebla - México DF (520 km, 360 + 160)

Después de un buen desayuno cogimos unas bicicletas que el albergue pone a disposición de los clientes (un tanto destartaladas, por cierto) y nos fuimos a dar un paseo por alguno de los barrios de la ciudad que no habíamos visitado el día anterior.



Una buena manera de comenzar el día antes de volver al coche en dirección al DF, aunque antes haríamos una parada en Puebla. En algún tramo de la autopista, antes de llegar a Puebla, nos resultó muy curioso ver los arcenes llenos de camiones de madera de juguete, de todos los colores y tamaños.

Lo primero que nos llamó la atención al bajar del coche fue la enorme cantidad de gente que había en el zócalo, la mayoría familias con niños que asistían a atracciones montadas en torno a la Navidad, concretamente los Reyes Magos eran una de las atracciones ese día. Resultaba chocante ese ambiente, reproduciendo  algunas casas nevadas en alusión a Papa Noel, y los Reyes Magos por medio en un día muy caluroso. Había vendedores ambulantes por todas partes y mucho ruido. Pronto nos sentamos a comer en el restaurante Shisushi, cuya especialidad era el sushi, claro (511$). Raciones abundantes aunque de calidad media, en un primer piso con vistas a la bulliciosa plaza.


Antes de abandonar la ciudad visitamos el volcán Cuexcomate, en uno de los barrios periféricos, considerado el más pequeño del mundo. Está en medio de una pequeña plaza y tiene un diámetro de 8 metros y una altura de 13. Se puede visitar el cráter y descender a su interior a través de unas escaleras de caracol metálicas.



Salimos de allí a las 4 de la tarde y apenas nos quedaban 150 km para llegar al aeropuerto y devolver el coche. Pronto estábamos en una autopista y parecía un viaje cómodo, pero enseguida empezaron a aparecer coches y más coches y de repente estábamos en medio de un gran atasco en el que cada uno avanzaba por donde podía, o más bien no avanzaba. Pero entonces Pablo de nuevo tomó las riendas del asunto y sin dejar de avanzar empezó a hacer filigranas y adelantar coches, autobuses, camiones y de repente no teníamos a nadie delante, por poco tiempo, pero otra vez, un arcen vacío, una vía de servicio y de repente nos encontramos en un acceso en que unos chicos, a cambio de alguna propina, supuestamente organizaban el caos para que los coches que llegaban por 4 puntos simultáneamente pudiesen avanzar. De repente nos encontramos un autobús que avanza hacia nosotros, en sentido contrario, dirigido por los "organizadores" para que pudiese girar. No se como fue, pero en cuestión de segundos Pablo nos colocó de nuevo en la autopista sin nadie por delante. El siguiente parón fue en un peaje, mientras esperábamos cientos de personas se acercaban a las ventanillas vendiendo todo lo que te puedas imaginar, hasta cachorros...


Finalmente llegamos al aeropuerto a las 7 de la tarde. Después de toda la película al principio relatada en relación con la devolución del coche nos dirigimos a coger un autobús para ir al centro de la ciudad. Pasamos por una parada de taxis y preguntamos el precio, 240$, pero nos pareció caro. En la siguiente esquina una mujer nos ofreció un taxi por 100$. Nos mostramos algo reticentes pero finalmente dijimos que sí, hizo una llamada y en 2 minutos un taxi (con su número, distintivo, papeles a la vista, parecía que todo en regla) paraba delante de nosotros y en menos de 30 minutos nos dejaba en la plaza de Garibaldi, en donde estaba nuestro hotel.
Al principio nos quedamos un poco confusos porque creíamos que se trataba del hostel Garibaldi y en la dirección que teníamos solamente había un hotel plaza Garibaldi de 4 estrellas. Habíamos hecho la reserva por algo menos de 60€, con desayuno incluido, y nos parecía imposible que ese fuese nuestro hotel, pero finalmente entramos a preguntar y así era. Quizás la habitación fuese un poco pequeña para 3, pero desde luego fue una estupenda elección.

Una vez instalados, cruzamos la popular plaza Garibaldi, en donde se concentran todos los mariachis a los que la gente les paga para que canten alguna canción o bien para contratarlos para alguna fiesta o banquete. Estaba un poco apagada la plaza, y solamente nos cruzamos con una de las muchas personas que se mueven en la plaza dando "toques". Portan una pequeña batería con dos extremos metálicos para que una o varias personas dándose la manos los sujeten mientras con una manivela sube la intensidad hasta que alguien, el perdedor, se suelte...

En poco más de 15 minutos estábamos llegando al Zócalo por la popular avenida Francisco Madero.  Por allí pululan un buen número de estatuas humanas, aunque algunas más que estatuas son personajes de cómic o películas, con caracterizaciones muy conseguidas que se hacen fotos con los transeuntes a cambio de algunos pesos. Ya cansados, después de un pequeño paseo nos fuimos a cenar a una cafetería-restaurante con buen aspecto que nos quedaba de camino al hotel, con ganas de tomar una buena cerveza, con la mala fortuna de que pasaban unos minutos de las 10 y a partir de esa hora no se servía alcohol, también es mala suerte.. porque no creo que sean muchos los sitios con estas prácticas.

Día 10. México DF

Teníamos poco más de un día para pasar en una de las ciudades más grandes del mundo, así que había que hacer una selección muy precisa. En primer lugar nos decidimos por las zonas más próximas a nuestro hotel y así nos fuimos paseando hasta el precioso edificio de correos y el Palacio de Bellas Artes, presidido por una escultura de Chillida y otra de Henry Moore.





Desde allí seguimos caminando hasta el mercado de artesanía de la Ciudadela. No es muy grande pero allí se pueden encontrar muchas cosas de interés: hamacas, trabajos en madera, alebrijes, mantas, reproducciones de obras mayas, plata, turquesas... Justo enfrente está el mercado Balderas (hay una parada de metro con el mismo nombre), en el que puedes encontrar libros antiguos, CDs, cómics desclasificados, juegos de rol, objetos antiguos, en fin, una especie de mercadillo intelectual.

Cambiamos luego de zona, ya en metro, para dirigirnos al bohemio barrio de Coyoacán, con mucha infraestructura cultural y turística. Es una buena forma de moverse en esta ciudad tan enorme, aunque en horas punta puede llegar a ser un poco agobiante. Continuamente pasa gente por los vagones vendiendo todo lo que puedas imaginarte: pequeñas herramientas, pelotas saltarinas, bolígrafos... pero lo que no me imaginaba que se podía vender en un metro eran cuadernos de ejercicios de matemáticas!! Nuestra intención era visitar la casa museo de Frida Kahlo y Diego Rivera. Hasta ella llegamos dando un paseo por este agradable barrio pero, desafortunadamente, estaba cerrada por ser lunes... Nos dirigimos a la animada plaza central del barrio, con muchos puestos de venta y donde no es difícil ver danzas indígenas.


Ya de vuelta, cerca de allí encontramos un puesto con unas buenas tapas veganas, donde paramos a comer y hacer un pequeño descanso.


Más interés tenía el paseo por los alrededores del Zócalo. Allí está la Catedral y el templo Mayor, dos lugares que sin duda merece la pena visitar, aunque nosotros no tuvimos tiempo para hacerlo.



Nos dejamos llevar por la zona de la calle Moneda, repleta de comercios muy modestos y llena de gente en las calles. Y alguna sorpresa..


 Así llegamos al popular café Tacuba, en la calle del mismo nombre. Era nuestra intención tomar allí una cerveza pero en realidad es un restaurante y no hay una zona de barra por lo que decidimos seguir en la calle y pronto llegamos al bar La Ópera. En realidad también es un restaurante, con una cuidada decoración art nouveau, que resulta muy acogedor, tanto que en la barra nos tomamos más de una cerveza y algún mezcal, con algunas botanas, mientras escuchábamos a un grupo de músicos que iban de mesa en mesa atendiendo a las peticiones de los clientes, a cambio de la cantidad estipulada, o buscábamos en el techo el agujero de la bala que se dice que hizo Pancho Villa, aunque no todo el mundo está de acuerdo...


Volvimos paseando hacia nuestro hotel y pasamos de nuevo por la plaza Garibaldi. Allí entramos en el mercado San Camilito, un lugar repleto de restaurantes con impulsivos camareros y camareras que se disputan los clientes entre los visitantes que allí se adentran. La verdad es que el lugar no nos resultó especialmente atractivo para comer pero se trataba de picar poca cosa y la verdad es que la sopa resultó estar bastante buena...


Más agradable resultaba el bar de al lado, XXX, en donde nos sentamos en la terraza a disfrutar de un mezcal mientras algunos mariachis cantaban en la plaza...

Día 11. México DF - Madrid


Era el día de reyes y hasta el DF llegaron... Incluso había roscón de reyes para desayunar.

Todos contentos con los regalos nos fuimos al Museo de Antropología, una visita absolutamente recomendable para conocer un poco de la historia de México. Cuenta con 24 salas, 1 de ellas dedicada a exposiciones temporales, ordenadas según las distintas culturas de forma cronológica. Después de la visita podrás saber un poco más no solo de los mayas y aztecas sino también de los olmecas, los toltecas, mexicas, la cultura Teotihuacana... En los jardínes de acceso las ardillas disfrutan confiadas.







Al salir del museo tuvimos la oportunidad de disfruta de la "danza de los voladores de Papantla".  Consiste en dar vueltas en el aire (13 cada uno de ellos), suspendidos de unos cordeles que penden de una alto y grueso poste de madera o hierro, al son de la música, La ejecutan 4 hombres miembras un quinto sentado en lo alto del poste toca una flauta y dos pequeños tambores.




De vuelta a la zona del Zócalo, aunque nos pareció un poco caro (80$/persona), subimos al mirador de la Torre Latinoamericana. El edificio es un enorme mamotrero, que se divisa desde todas partes del centro, aunque las vistas de la ciudad son espectaculares.


Muy cerca del Zócalo, en la calle Francisco Madero, en el primer piso de uno de los locales atestados de joyerías, está la cervecería artesana Lucky, en la que puedes comer a cualquier hora. Es un lugar acogedor, con buena comida y un personal atento, parece que excepto el camarero que nos atendió, con el que tuvimos un pequeño altercado en relación con el queso de un plato, bien conocido por los veganos.

No lejos del hotel estaba el mercado Tepito, del que se dice que puedes encontrar de todo, de todo (EEUU lo ha puesto en su lista negra, por piratería), y allí me fui en un pequeño autobús a curiosear un poco. Lo primero que llama la atención es que hay policía casi en cada esquina y también que a primera vista la mayoría de lo que se puede encontrar allí son cosas de escaso interés. Entré en una zona de venta de ropa y allí había montones de comercios dedicados a confeccionar trajes para bodas, comuniones y similares, pero la estética dejaba bastante que desear. El mercado es enorme y posiblemente se pueda encontrar cualquier cosa, pero después de unos pocos minutos por la zona decidí que no me intesaba especialmente y pronto me marché.


Ya no quedaba tiempo para más. Ana volvió a Querétaro y nosotros al aeropuerto, poniendo fin a unos días intensos, con muchos kilómetros recorridos, pero con tiempo para disfrutar de un país maravilloso y variadísimo.


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