20 febrero 2014

Suiza. Escapada de 4 días

Suiza. Febrero, 2014

Basilea era el único de los destinos a los que se puede acceder en vuelo directo desde Sevilla al que todavía no habíamos ido, así que eso nos decidió finalmente para irnos a Suiza. A los dos días de comprar los billetes los helvéticos aprobaban en referendum la limitación de la entrada a ciudadanos europeas en su mercado laboral. De haberlo sabido quizás hubiésemos cambiado nuestro destino, aunque pudimos comprobar que hay mucho suizo en contra de esa limitación...

Itinerario

Día 1. Miércoles, 26
Sevilla - Basilea - Lucerna - Interlaken
Día 2. Jueves, 27
Interlaken. Jungfraujoch - Gruyeres 
Día 3. Viernes, 28
Gruyeres - Murten - Friburgo
Día 4. Sábado, 1
Día 5. Domingo, 2
Friburgo - Berna - Basilea
Basilea - Sevilla

Un mapa de la zona dará una idea más clara del recorrido.



Transportes

Para moverse libremente, y especialmente si se piensa visitar pequeños pueblos y lugares de montaña, lo mejor es alquilar un coche. Después de comprobar precios en diferentes compañías hemos visto que los mejores precios se ofrecían en el portal autoeurope.es con la compañía europcar, pero como habíamos tenido una mala experiencia con ellos el pasado verano en Escocia nos decidimos por Hertz con precios muy similares. Un coche pequeño de 2 puertas, con recogida y devolución en el aeropuerto, nos salió por unos 50 € diarios. La gasolina tenía un precio muy similar al de España (173 céntimos de franco por litro la 95 y más caro el diesel, 185 céntimos de franco el litro).

Clima

Evidentemente en el mes de febrero esperábamos frío, lluvia y nieve. Y tuvimos de todo, aunque no nevó y, sin embargo, disfrutamos de una estupenda mañana de sol para subir a Jungfraujoch. Y tampoco hizo mucho frío, entre 0º y 3º C se movían las mínimas durante nuestra visita. Excepto, claro, en la estación de Jungfrau, pero a pesar de los -15º, no era una temperatura muy baja para esa época. Realmente no usamos mucha de la ropa que llevábamos para el frío.

Moneda

1 € = 1'22 francos suizos (CHF) o 1 CHF = 0'8 €. Sabíamos que el euro se aceptaba sin problemas y dudamos sobre el interés de cambiar moneda o no. Finalmente cambiamos solo 100 €, a 1'195 CHF/€, en un banco (cierran a las 6 de la tarde) y fue más que suficiente. Pagamos con VISA la mayor parte de las veces obteniendo un cambio entre 1'21 y 1'215 CHF/€ o con euros cuando nos hacían el cambio a 1'20 lo que ocurrió en varios lugares. Cuando nos proponían un cambio poco favorable usamos los francos, pero en realidad solo nos resultaron imprescindibles para pagar algún que otro parquímetro.


Idioma

Por supuesto que con el inglés no hay problemas de idioma, pero nos llamó la atención encontrarnos con varias personas, incluso relativamente jóvenes, que no hablaban inglés. Más raro fue encontrarnos con un suizo que hablaba español pero no inglés.
Resulta curioso el cambio tan radical al llegar desde Interlaken a Emmental, a 1 hora de coche y pasar de escuchar casi siempre alemán a prácticamente solo francés.
Desde luego no es extraño encontrar a alguien que hable al menos un poco de español en lugares turísticos.

Presupuesto

  concepto  importe
Avión: Sevilla - Basilea (easyjet)
400 €
Alojamiento (4 noches)
365 €
Alquiler coche (hertz)
216 €
Gasoil
 45 €
Tren Jungfraujoch
324 €
Comidas
250 €
Varios 
150 €
TOTAL DEL VIAJE (2 PERSONAS)
1.750 €
TOTAL POR PERSONA 875 €


Páginas web de interés

Generales
suiza Información útil de todo tipo sobre Suiza
jungfrau Información sobre el tren y el entorno de Jungfrau
fotos Algunas fotos espectaculares de Suiza (Pedro Ferrer)
Alojamientos
arnolds   BandB en Interlaken
emmentalHotel en Thun
fauconHotel en Friburgo
rochartHotel en Basilea



Día 1. Basilea - Lucerna - Interlaken (175 km)
Descubrimos que en el entorno del aeropuerto hay varios aparcamientos, cerrados y vigilados, con unos precios razonables (4 €/día) y dejamos el coche en uno de ellos, parkingvuela. A un par de minutos del aeropuerto, te llevan en su propio coche y te recogen cuando llegas. Solo tienes que llamar al bajar del avión y cuando llegas a la puerta de salida (por "Llegadas") ya están allí. En nuestro próximo viajes volveremos.
A la hora prevista nuestro avión, completamente lleno, partió de Sevilla y en menos de 2 horas y media ya estábamos en el aeropuerto de Basilea. Unos minutos más tarde, después de una amable y eficiente gestión en las oficinas de Hertz para recoger el coche de alquiler,  a las 2 y media de la tarde estábamos en la autopista en dirección sur. Aunque en el aeropuerto se oye y se ve mucho alemán, en realidad está en territorio francés y en pocos minutos puedes estar en Alemania o en Suiza. Nuestro primer destino es Interlaken, pero como tenemos bastante tiempo hemos decidido hacer una parada intermedia en Lucerna. Son 100 km por autopista, con bastante tráfico, lo que nos supuso alrededor de 1 hora de viaje.
No es posible, o por lo menos no es fácil, aparcar sin pagar. Encontramos un sitio justo delante de un parquímetro y nos encontramos con que solo admitía monedas, y solo francos suizos, y no teníamos ninguno, así que entramos en un bar-tienda cercano regido por unos chinos a los que pedimos cambio de 2 € y nos devolvieron 3 francos suizos. Teníamos idea de que el cambio estaba a 1'22 CHF/€, por lo que por un momento estuvimos dudando entre si el chino no conocía el cambio, lo que no nos parecía muy probable, era muy generoso o estábamos equivocados con el cambio y el viaje nos iba a salir muy barato. Pronto comprobamos que no estábamos equivocados con el cambio y dudamos entre cambiar en un banco o volver al chino...
El entorno del río es la parte más interesante de la ciudad. Destacan sus dos puentes de madera. El puente de La Capilla es el puente de madera más viejo de Europa. Data del siglo XIV aunque sufrió un incendio en 1995 que lo destruyó en gran parte, aunque actualmente está totalmente reconstruido. En el interior, en el techo, hay numerosas pinturas de madera que narran la historia de la ciudad. En el centro del puente está  la torre del agua, un bello edificio de base octogonal, que tuvo funciones defensivas, aunque también se utizó como sala de torturas y como prisión.



También tiene encanto el puente de Los Molinos, de principios del siglo XV. Cerca de este está el dique de agujas, toda una obra de ingeniería formada por un conjunto de tablones de madera que permiten regular el nivel del río y distribuir el agua para los molinos cercanos.

 Algunas fachadas con dibujos en las mismas ponen una nota de colorido al casco antiguo.

El parquímetro solo admitía monedas por un máximo de 2 horas y habían pasado casi 2 y media por lo que volvimos al coche y nos encontramos con una desagradable sorpresa en forma de multa por 40 CHF. En las condiciones de alquiler del coche habíamos visto que decía que cada multa recibida supondría una penalización añadida de 45 € y como las oficinas de la policía estaban muy cerca y no queríamos más sorpresas desagradables allá nos fuimos, confiando en algún tipo de descuento por pagarla en el momento, pero no, nada de descuento, así que esa fue nuestra contribución no deseada a las arcas suizas.

Un poco mosqueados salimos en dirección a Interlaken, a 75 km. Los primeros 30 o 40 km transcurren por una transitadísima autopista, que discurre en algunos tramos bordeando un lago pero era ya de noche y no se veía nada, además comenzó a llover con fuerza y esto hizo el viaje un poco pesado. Después de abandonar la autopista subimos un puerto desde el que probablemente se podría disfrutar de buenas vistas pero no era nuestro caso. Finalmente tardamos alrededor de 1 hora. No fue muy complicado encontrar nuestro alojamiento, el Bead and Breakfasf Arnolds



Es una casa agradable al borde del pueblo. Arnolds nos recibió cordialmente y respondió con amabilidad y simpatía a todas nuestras preguntas, ayudándonos a organizar los horarios para nuestro viaje en tren del día siguiente. La habitación era acogedora, con buenas vistas a las montañas y una ducha estupenda. Además ofrece aparcamiento gratuito.
Temíamos no encontrar nada abierto para cenar pero por lo que hemos visto los horarios suizos no son tan rígidos como en otros países europeos y aunque pasaba bastante de las 9 de la noche no tuvimos ningún problema. Siguiendo las indicaciones de Arnolds, fuimos al restaurant Des Alps. En la calle hacía frío, por lo que una sopa goulash calentita sonaba bien para empezar. Estaba buena, pero no tanto como el goulash que habíamos tomado en una vinoteca de Budapest, de la que guardamos muy buen recuerdo, a pesar del tremendo calor de aquel día, o como la espectacular de Kutna Hora, cerca de Praga, que inevitablemente nos vino a la memoria. Parecía que en la mayoría de las mesas se imponía la pizza así que tomamos una y también un rösti, un plato tradicional suizo a base de patatas, que originalmente era parte del desayuno de los agricultores de los cantones de Zurich y Berna, pero que hoy en día es un plato nacional. Dicho a los bestia, es una especia de tortilla pero con queso en lugar de huevo, al menos el que nosotros tomamos porque hay muchas variantes. Un plato que pide vino como bebida pero esto sí es realmente caro, difícilmente se puede pedir una botella por menos de 30 € y será una botella con tapón de rosca, de las que en un super español cuestan 3 o 4 €, y no mucho más en uno suizo, por lo que no entendimos la razón de porque es tan caro en los restaurantes. Una copa cuesta a partir de 5 o 6 €. Con cerveza, un poco de vino y postre la cena salió por 
Suficiente por hoy, un pequeño paseo hasta el alojamiento nos ayuda a digerir una cena consitente.

Día 2. Jungfraujoch. Interlaken - Thun (25 km)

A las 7:30 el comedor nos esperaba con un buen desayuno listo para empezar un largo día con fuerzas. Nuestro destino, Jufraungjoch, la estación de tren más alta de Europa (3.545 m). Desde la habitación comprobamos que las previsiones empezaban a cumplirse y la lluvía había desaparecido aunque quedaban muchas nubes, pero algún claro por donde asomaba el cielo azul nos hacía concebir esperanzas de llegar a la cima con un días despejado como se pronosticaba.
De todas formas, había que ser muy optimista para creérselo...
Para llegar a la estación de Jungfraujoch se puede ir por  Grindewald o por Lauterbrunnen, aunque una buena opción es subir por un lado y bajar por el otro. En realidad hay que tomar 3 trenes distintos. El primero (35 min) hasta Grindewald o Lauterbrunnen y el segundo (32 min) hasta Kleine Scheidegg salen  prácticamente cada 30 minutos desde las 6 de la mañana, incluso en invierno. Pero el que va desde Kleine a la cima (50 min) tiene un horario más restringido en invierno, aunque hay uno cada hora desde las 8:30. Conviene estudiar los horarios previamente en jungfrau.chu para decidir el itinerario y cuanto tiempo parar, si se quiere, en los puntos intermedios.
Y también hay que estudiar las tarifas porque es un viaje realmente muy caro. El precio de ida y vuelta desde Interlaken es de 198 CHF. Se puede hacer un poco más barato desde Grindewald o Lauterbrunnen pero el ahorro es de poco más de 20 €, pues hay que tener en cuenta que el tramo más caro es el último, desde Kleine hasta la cima, que cuesta 120 CHF,  y hay que sumar el tramo hasta Kleine a donde no se puede llegar en coche.
Puntualmente (todo es puntual en Suiza), con el tren casi vacío, a las 8:35 salimos de Interlaken.
En Grindelwald nos bajamos para comprar algo para comer más tarde y también para dar un paseo ya que habíamos leído que era un pueblo con cierto encanto, pero no nos pareció especialmente atractivo, más allá de estar situado en un entorno espectacular. Es un pueblo lleno de tiendas y volcado en el turismo de nieve y montaña pero no respondió a nuestras expectativas. Quizás, el hecho de que hubiese muchas obras en pleno centro le restase encanto... 

Así que nos fuimos a la estación para coger el tren de las 9:47 en dirección a Kleine Scheidegg. De repente empezó a llegar gente con esquíes y tablas de snow (eramos casi los únicos que no llevábamos algún artilugio en las manos) y el tren casi se llenó. El tren desciende unos kilómetros y luego cambia de sentido, por lo que para disfrutar de las mejores vistas lo mejor es sentarse en los asientos de la izquierda, según el sentido inicial de la marcha y mirando hacia atrás (hacia Grindelwald). Puesto que poco después, cuando el tren cambie de sentido en Grund, te encontrarás sentado en el sentido de la marcha y con el valle a tu derecha.

Cuando llegarmos a la estación de Kleine Scheidegg el sol brillaba y las nubes habían desaparecido por completo, lo que permitía disfrutar de un auténtico espectáculo a nuestro alrededor. Aquí hay el tiempo justo para cambiar de tren, apenas 10 minutos, y hay que poner atención porque hay que cambiar de andén, solo unos metros pero no hay tiempo para despistes si no quieres tener que esperar por el siguiente tren. El tercer tren hace 3 paradas cortitas. La primera, en Eigergletscher (2.320 m), permite bajarse del tren y disfrutar con calma durante unos 10 minutos de las espléndidas vistas. Poco después el tren entra en un túnel del que ya no saldrá hasta llegar a la cima. 


Pero pronto hace una parada en Eigerwald (2.865 m), desde donde, a través de unos grandes ventanales hay el tiempo justo para bajarse y disfrutar de unos vistas espectaculares, eso sí, en temporada alta, si no espabilas es posible que apenas tengas tiempo para acercarte a los cristales porque la parada dura apenas 5 minutos.



La siguiente parada, en condiciones similares a la anterior, es en Eismeer (3.160 m). Las vistas son quizás todavía mejores que las anteriores y el día acompañaba por completo. 


Por último, la estación de Jungraujoch (3.454 m), a los pies del pico Jungfra (4.158 m). Lo que allí te encuentras es un complejo con una zona acristalada donde hay una tienda y restaurantes. El resto es un túnel con un ambiente bastante cargado por el que resulta poco agradable caminar y desde el que se accede a distintas instalaciones: una sala con una exposición multimedia, una exposición de bolas de cristal gigantescas, una cueva de hielo con esculturas, una exposición de materiales e información sobre la construcción de la obra. Allí puedes enterarte, por ejemplo, de que la monumental obra fue realizada entre 1896 y 1912 por 300 obreros que trabajaban  en turnos las 24 horas del día, costándole la vida a varios de ellos. Un ascensor te sube en unos segundos unos metros más llegando hasta los 3.571 m, en donde desde una sala totalmente acristalada se puede disfrutar de las impresionantes vistas. También hay una terraza todo alrededor, aunque en esta época estaba cerrada por precaución. Hay además dos puntos desde los que puedes acceder al exterior, uno para acceder a una zona de juegos de nieve, aunque también estaba cerrada por riesgos de aludes y otra que permite acceder al "Plateau".



La temperatura exterior era de -15º pero estábamos deseando salir ya afuera, así que después de ponernos unas cuantas capas de ropa y dejar poco más que la nariz a la vista salimos al "Plateau", que es eso, una especie de enorme plato de menos de 50 metros de diámetro desde el que puedes disfrutar del espectáculo, pero se queda uno con la sensación de querer más, lo que pide el cuerpo es poder ir más allá, aunque desde luego aquel no era el lugar adecuado para hacerlo sin un mínimo de equipo, pero sabe a poco el espacio exterior habilitado. En el primer momento había una ventisca terrible que apenas permitía abrir los ojos (un error no llevar gafas) aunque pronto se calmó y la fortuna de contar con un magnífico día permitía disfrutar de un lugar excepcional. 


Al rato entramos pero pronto volvimos a salir y en un momento el cielo empezó a cubrirse. Además, la máquina de fotos dejó de funcionar y tuve que entrar para calentarla hasta que reaccionó. De nuevo fuera pude tomar alguna foto pero otra vez el frío la bloqueó. Es curioso porque hace dos años, en Finlandia, a -30º hice fotos de un espléndido baño en el congelado lago Paijjanne sin ningún problema.



Parece increible, pero unos minutos después el cielos estaba de nuevo totalmente despejado. 


Una foto aérea, tomada de un cartel, da una idea de la situación del complejo.



Unos minutos para un bocata y a la 1:33, 2 horas y 10 minutos después de nuestra llegada, tomamos el tren de vuelta.



Desde Kleine observamos ahora el punto en el que se encuentra la estación de Jungraujoch

El viaje de vuelta, por Lauterbrunnen, nos pareció mucho más bonito que el de ida, con una sucesión de preciosos paisajes y pequeñas estaciones de esquí con mucha gente disfrutando de la nieve.


En la estación de Interlaken, la encargada, que hablaba español perfectamente, nos había recomendado hacer otra parada en el pequeño pueblo de Wegen, en lugar de Lauterbrunnen, como suele hacer la mayoría de la gente. Desde el tren se ve un lugar muy atractivo inmerso en un paraje de impresión.



Nos pareció un lugar acogedor, con más encanto que Grindelwald, incluso pensamos que podría haber sido un buen sitio para pasar la noche y salir desde aquí a Jungfraujoch, volviendo a bajar en ese caso por el mismo sitio. 

¿Podrá terminar la obra "Montajes Moreno" o le afectará la ley de control de la inmigración?
Alguien se lo toma con calma disfrutando del paisaje...
Y nosotros volvemos al tren.
De nuevo en Interlaken, de camino al coche.
El Youth Hostel, con muy buena pinta.
El funicular al mirador de Harder Kulm, desde el que se disfruta de una espléndida vista, pero ya estaba cerrado.
La iglesia católica, junto a la Scholsskirche.
Y una última panorámica de Interlaken antes de salir hacia Thun, a donde llegamos en poco más de media hora.
Nos instalamos en el Hotel Emmental. Es un pequeño hotel de estilo alpino situado justo al borde del casco antiguo de la ciudad. La entrada es un tanto lúgubre y no hacía presagiar nada bueno, menos aún cuando en la recepción no había nadie y tuvimos que ir al bar a que nos atendiese la única chica que atendía también este, con mucha gente esperando su cerveza. Después de unos minutos de espera, la habitación disipó nuestras dudas y resultó ser bastante confortable, amplia, con luz y vistas al castillo. Y a pesar de estar junto a la carretera no resultaba ruidosa. En la habitación había unas botellas de agua mineral y en la entrada una cafetera, tés y una pequeña cocina a disposición de los clientes, además de una nevera con muchas botellas de agua, sin cargo para los huéspedes.

Ya era de noche cuando salimos a pasear por esta encantadora ciudad, con un centro histórico repleto de atractivos restaurantes, cafés y cervecerías, en torno al río Aare. Muchos de los bares tenían terrazas, hoy vacías, porque el frío no animaba a sentarse al aire libre. Alguno de los puentes recordaba a los que habíamos visto en Lucerna.
Terminamos el día cenando en la pizzería "Al ponte". Muy animada y con un horno de piedra de donde salían unas jugosas pizas. Llegamos con hambre y pedimos también unos spaguettis que luego nos costaría terminar porque la piza era enorme. Con una sopa para entrar en calor, cervezas y una copa de vino salió por 65 CHF. No está mal para ser Suiza.

Día 3. Thun - Gruyeres - Murten - Friburgo (150 km)

En la misma sala que por la noche estaba animadísima, y que resultaba con más carácter que de mañana, tomamos un aceptable desayuno, antes de comprobar que la carretera a Gruyeres por el puerto de Jaunepass estaba abierta, así que salimos en esa dirección. Aunque el gps y la recomendaciones vistas en internet sugerían ir por la autopista pasando por Berna, fue todo un acierto hacerlo por el puerto. Apenas había tráfico y toda la carretera es preciosa. Primero por un valle rodeado de impresionantes montañas cubiertas de nieve y después la estrecha carretera de subida al puerto, con muchas curvas de 180º y cada vez con más nieve alrededor, aunque con el asfalto totalmente limpio. En la cima hicimos una pequeña parada para disfrutar del paisaje. Desde allí partían varios senderos para hacer con esquíes o raquetas de nieve. Una pena no disponer de equipo ni tiempo porque la idea resultaba realmente atractiva.


Pronto llegamos a Gruyeres. La llegada al pueblo, a pie, pues no se permite la entrada de coches, resulta impactante. En un golpe de vista está a tu alcance todo el pueblo, una calle-plaza empedrada y rodeada de preciosas casas, y el castillo al fondo. En la mayoría de los bajos de cada casa hay un bar, un restaurante o una tienda, con predominio de todo lo relacionado con el queso. 


Hay además un museo dedicado al mundo de Alien, sí, el de la película y al lado otro dedicado al Tibet (curioso, ¿no?). Y justo en frente al primer museo un bar decorado como si estuvieses dentro de un Alien, realmente curioso y bonito. 


Decidimos visitar únicamente el castillo (10 CHF). Si quieres visitar alguna otra atracción, como "La casa del Gruyere" o alguno de los museos, se puede comprar una entrada combinada con importantes descuentos. Una película de 18 minutos de duración, con efectos especiales, hace un breve repaso de a historia del castillo y de Suiza. La visita resulta entretenida e instructiva y permite disfrutar de bonitas vistas desde varios puntos del recorrido. Está sobriamente decorado, presentando el modo de vida a lo largo de los varios siglos en que fue utilizado, desde el XII hasta principios del XX.


En una de las salas nos encontramos pinturas fantásticas de un artista contemporáneo

Era ya casi hora de comer y dudamos entre visitar la casa del Gruyere o comérnoslo y por unanimidad se decidió dirigirse al restaurante "Le Chalet", una casa alpina, con un comedor un poco oscuro pero acogedor y un olor a queso que todo lo inunda. En la parte inferior hay un comedor más reciente con mucha más luz pero nos pareció menos acogedor. No podía faltar la fondue y una raclette (una preparación también a base de queso fundido pero hecho con una pequeña parrilla en la propia mesa). No fue la mejor fondue que tomamos, pero sí estaba muy buena la raclette. Aunque se suele servir así, no nos resultó especialmente atractivo el acompañamiento de cebolletas y pepinillos, pero sí las pequeñas patatas cocidas con que también se acompaña, además del pan para mojar, claro. Probamos el acompañamiento de carne seca, una especie de cecina, pero no nos pareció especialmente apetecible. El vino es realmente caro en los restaurantes suizos pero esta es una comida que pide vino tinto así que, como un amigo me aconsejó en su momento, nos decidimos por el segundo menos caro de la carta, que resultó ser un sencillo vino francés (con tapón de rosca).  En total, 100 CHF, de los que 39 fueron del vino.

Después de un pequeño paseo y algunas compras fuimos en busca de más queso a la casa del Gruyere. Lo que nos resultaba más atractivo es ver el proceso de elaboración que está en marcha desde las 12 de la mañana hasta las 2:30 de la tarde pero llegamos justo cuando se terminaba, por lo que nos contentamos con ver a través de unas cristaleras como un robot le daba la vuelta a miles de quesos para su curación.

Antes de llegar a Friburgo, en donde dormiríamos, nos desviamos unos kilómetros para visitar la ciudad de Murten. Tiene un bonito casco histórico en el que destaca su calle principal porticada. Delante de varios edificios vimos una especie de trampillas que daban acceso a lo que en principio nos pareceron una especie de pasadizos subterráneos, que nos hicieron pensar los del castillo de Budapest o las catacumbas de París, pero no, pronto comprobamos que era el acceso a una especie de sótanos, unos descuidados y otros habilitados como almacenes o locales comerciales. Veríamos muchos más en Friburgo y Berna. Se conserva parte de la muralla que rodeaba la ciudad y se puede pasear por ella, desde donde se tienen unas buenas vistas Murten y su entorno entre tejados.


Llegamos a Friburgo con tiempo suficiente para instalarnos en el Hotel Faucon (115 €) y dar un pequeño paseo por la ciudad. El hotel está estupendamente situado en una calle peatonal, lo que impide llegar en coche, pero no resultó difícil aparcarlo a apenas dos minutos, eso sí, sin olvidar pasar por el parquímetro. Aunque la recepción no causa una gran impresión, la habitación estaba bastante bien. Contaba con una pequeña cocina disimulada en lo que parecía un gran armario, aunque estaba fuera de servicio, no sabemos si por problemas técnicos o porque su uso tiene un coste suplementario. Todo estaba muy limpio y tenía un buen baño y mucha luz, aunque las vistas no tenían nada de especial, solo algunos edificios de alrededor sin mayor interés.


Casi enfrente al hotel había una vinoteca muy animada que ofrecía tapas, en realidad una especie de medias raciones y allí cenamos estupendamente tapeando, con una copa de vino incluida, por 28 €.


Día 4. Friburgo - Berna - Basilea (135 km)

Por la mañana nos dirigimos a la parte más antigua de la ciudad, en el entorno del río Sarine, una parte mucho más tranquila de la ciudad. De camino nos encontramos un mercado y en varios puestos unos estudiantes ofrecían pasteles caseros para financiar una excursión. No habíamos desayunado mucho y unos riquísimos pasteles a base de frambuesas nos sentaron estupendamente. Pasamos por la catedral que no nos pareció especialmente bonita, como tampoco el lugar donde se encuentra, encajonada entre calles con mucho tráfico. Su torre, de 74 m, es lo más atractivo y resulta visible desde todas partes de la ciudad.  En la parte baja de Friburgo no hay edificios espectaculares pero resulta muy atractiva. Uno de los puntos de interés es el puente de Berna, uno de los varios con que cuenta la ciudad, construido en madera en 1250. Desde la parte vieja de la ciudad se puede subir en un pequeño funicular con 100 años de vida y que en la actualidad funciona con el agua de los wateres de la ciudad, previamente tratada.


Un poco lejos, pero por aquí pasa el camino de Santiago...
Era carnaval y, aunque no se notaba mucho más allá de los adornos en los escaparates, algún que otro disfraz se veía en las calles.



Poco después de las 11 de la mañana salimos hacia nuestro próximo destino: Berna. Son poco más de 30 km desde Friburgo y decidimos no tomar la autopista hasta estar casi en la entrada de la ciudad, lo que nos pareció un acierto puesto que la carretera discurre por un bonito entorno y apenas tenía tráfico, a diferencia de lo saturadas que encontramos siempre las autopistas.
Dejamos el coche en la plaza Helvetia, un lugar cómodo para acceder a la ciudad a través del puente Kirchenfeld, teniendo en cuenta además que en los aparcamientos públicos hay que cambiar el tique cada 3 horas, que además es muy caro3CHF/hora. 
Pronto estábamos en la calle principal, Marktgasse, flanqueada por la Torre de la Prisión y la Torre del Reloj. Dejándanos llevar llegamos a la estación, donde hay una oficina de turismo y allí una chica, que hablaba español perfectamente, nos dijo, parecía que un tanto preocupada por la imagen que podía dar Suiza, que esa misma tarde había una concentración de rechazo al proyecto de limitación de entrada de ciudadanos europeos en el mercado laboral suizo aprobado recientemente en referendum.
 Cuando pasamos por la Torre del Reloj, que recuerda al de Praga, aunque el checo es mucho más bonito, estaba a punto de dar la 1 y nos habían dicho que había un espectáculo cada hora, por lo que nos paramos unos minutos, suponiendo que sería algo parecido a los que se ofrecen en la propia Praga o en Munich, pero esto no paso de unas figuras que se asomaron en el momento de las campanadas. Los pocos presentes nos quedamos un poco mirando el reloj esperando que pasara algo pero ahí acabó todo.

Estábamos en la calle Kram-Gerechtigkeits, una preciosa calle, que recordaba a la calle principal de Murten (o viceversa), aunque aquí los sótanos estaban mucho mejor habilitados y en ellos había tiendas de moda, cafeterías o bares. En uno de los edificios del centro de la calle está la casa donde Einstein pasó algunos años de su vida, convertida hoy en museo. Por lo que habíamos leído no tenía un especial interés, por lo que decidimos continuar callejeando por esta hermosa ciudad. Al fianl de la calle se llega a un nuevo puente y cerca de allí está el Parque de los Osos, donde habitan dos osos pero que en esta época estaban hibernando. 


Muy cerca está  el Jardín de las rosas, un pequeño parque que es un estupendo mirador desde el que se tiene unas estupendas vistas y que permite ver el meandro del río Aare en torno al cual está construida la ciudad.
La catedral, iniciada en el siglo XV, aunque las obras duraron muchas generaciones, es uno de los monumentos emblemáticos de la ciudad, con una torre de 100 metros de altura que destaca entre todos los edificios, que guardan una gran uniformidad de alturas.

Llegamos así a la concentración, en la Bundezplatz, convocada bajo el lema "Suiza abierta y solidaria". Allí varios miles de personas, de todas las edades, grupos sociales y procedencias manifestaban su rechazo al proyecto aprobado en referendum, curiosamente con el apoyo de las poblaciones más pequeña y el rechazo de las grandes ciudades, un 83% en contra en Berna.
A pesar de que eran ya las 3 de la tarde no tuvimos ningún problema para comer en el restaurante Le Mazot, un local de comida tradicional suiza con un agradable ambiente en donde repetimos la fondue y el rosti, en los dos casos mejores que los que habíamos tomado anteriormente. Un poco de vino, unas cervezas y un postre completaron una buena comida (63 CHF) que casi ponía fin a nuestro viaje.

Volvíamos al coche mientras algunos terminaban su partida..

Y el personal de la organización de la concentración se encargaba de limpiar la plaza... 

Nos quedaban unos 100 km a Basilea, y de nuevo la autopista tenía mucho tráfico y en algún punto de cruce de caminos nos encontramos atascos kilométricos, afortunadamente en sentido contrario. 
Nos instalamos en el hotel Rochart, una buena opción si se busca un lugar próximo al aeropuerto. Un lugar sencillo con una habitación cómoda, limpia y un personal muy atento por un precio razonable para Suiza (107 FCH).
Un poco cansados, nos animamos a dar un corto paseo por la ciudad pero sin tiempo para conocerla y deseando descansar porque nos esperaba un madrugón al día siguiente.

Día 5. Basilea - Sevilla

En apenas 15 minutos después de salir del hotel estábamos en el aeropuerto para coger nuestro avión, de nuevo lleno, que en un vuelo cómodo nos dejó en Sevilla, preparados para una nueva escapada.g

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