11 diciembre 2009

Una vuelta a la Bretaña, julio 2008

Después de unos maravillosos días en los Pirineos, a principios del mes de Julio de 2008, nos fuimos a la Bretaña. Este es el relato de nuestras impresiones por esta preciosa zona de Francia. De vuelta, aún pasaríamos un día más en los Pirineos para subir al Balcón de Pineta .

Nuestro itinerario

Sábado, 12. Valle de Pineta – Aurreau (Pirineo francés)
Domingo, 13. Aurreau (Pirineo francés)– Brandivy (Bretaña)
Lunes, 14. Brandivy – Josselin – Paimpol – Bosque de Merlin – Malestroit – Rochefort en Terre - Brandivy
Martes,15. Brandivy – Belle Ille – Costa Salvaje de Quiberon - Brandivy
Miércoles, 16. Brandivy – Locmariaquer - Trinite sur Mer– Alineamientos de Carnac – Carnac – Aurry - Brandivy
Jueves, 17. Brandivy – Ille aux Moins – Ille de Gravinis – Vannes - Brandivy
Viernes, 18. Brandivy – Pont Aven –Concarneau - Pointe de Penmarch - Tregunc
Sábado, 19. Tregunc – Quimper – Pointe du Raz – Douarnenez – Locronan – Plourin les Morlaix
Domingo, 20. Morlaix – Bahía de Morlaix - St. Pol de Leon – Roscoff –Menean – Enclos de Lampau Gimillau, Gimillau y St. Thégonnec – Morlaix
Lunes, 21. Morlaix – Bosque de Huelgoat - Península de Crozon (Cap de la Chevre, Pointe de Dinan, Pointe de Pen Hir) - Lanildut
Martes, 22. Lanildut –Le Conquet - Ille d’Ouessant –Lanildut
Miércoles, 23. Lanildut – Côtes des Legends - Les Abers – Ploumanach
Jueves, 24. Ploumanach – Costa de Granito Rosa – Costa d’Ajons – Mont St. Michel
Viernes, 25. Mont St. Michel – Cancale – St. Malo - Crehen
Sábado, 26. Crehen – Ille de Brehat - Dinan
Domingo, 27. Dinan – St. Emilion
Lunes, 28. St. Emilion – Valle de Pineta


Presupuesto aproximado (por persona)

Gasóleo: 150 €
Alojamiento (16 noches con desayuno): 400 €
Comida: 450 €
Total: 1.000 €

Precios


En general, no hay grandes diferencias con los precios de España. En los restaurantes se pueden encontrar menús desde unos 10 € y se puede comer en un buen restaurante, una buena comida, con vino incluido, entre 30 y 40 €. En hoteles hay todo tipo de precios, pero entre 60 y 80 € se puede encontrar una habitación doble en hoteles muy aceptables. Las diferencias con España son más significativas en los alojamientos rurales. El precios medio es de unos 50 € por habitación doble, con desayuno incluido, en unas casas muy bien acondicionadas, con todo tipo de servicios, en lugares muy bonitos y con unos estupendos desayunos. Por el contrario, el precio del gasoil está entre un 10 y un 20 % más caro. Hemos visto precios desde 1,37 hasta 1,57 €/l. Los más baratos en las estaciones de servicio de los hipermercados, especialmente las de Champion. Hay que tener en cuenta que están cerradas los festivos y también al mediodía.
Si te alojas en alguna gite de France, llévate el justificante que te darán en la casa y que te permite obtener descuentos, en algunos barcos y en otros establecimientos.
Los precios que se detallan más adelante, tanto en el caso de restaurantes como de habitaciones, son por dos personas.

Direcciones útiles



Alojamiento
habitaciones
casas rurales
Morbihan
castillo en Cornualles
casas rurales en el noroeste
hoteles en Mont St. Michel

Conducir

Las distancias en Bretaña no son muy largas. De punta a punta, de Rennes a Brest, hay unos 250 km, unidos por dos autovías y en la parte más ancha apenas se alcanzan los 200 km. Las carreteras secundarias son, en muchas ocasiones, estrechas, pero nosotros no encontramos mucho tráfico y merece la pena meterse por ellas y disfrutar del paisaje y de los pequeños pueblos bretones. El único problema que tuvimos es que, en muchos pueblos, las indicaciones a la salida para encontrar la carretera principal nos parecieron muy confusas o inexistentes y, más de una vez dimos alguna vuelta o nos perdimos y tuvimos que acabar preguntando. Claro que todo esto queda resuelto con un GPS ...

El clima

Ciertamente no es el lugar ideal para quien busque unas vacaciones de sol y calor. De todas formas, a pesar de que un buen número de días amanecieron nublados o lluviosos, siempre acabó por salir el sol. Unas veces desde el amanecer y otras poco antes del atardecer, pero ningún día el tiempo nos obligó a cambiar nuestros planes. Y los días de sol en la costa son realmente espectaculares.
Era una constante en la mayoría de los alojamientos, especialmente en Domaine de Kerdrean, la preocupación de los dueños por el tiempo que haría. Cada día, ante las nubes o la niebla matinal, predecían que seguramente acabaría por salir el sol, lo que era más un deseo para que disfrutásemos del día que un convencimiento real.
Como vimos en algún lugar: En Bretaña no hace mal tiempo. Hace bueno varias veces al día.

Impresiones del viaje

Habíamos oído hablar muchas veces del parecido con Galicia y es cierto que los paisajes tienen mucho en común. También el clima es parecido y en los dos lugares se comparte la preocupación por el tiempo que hará, especialmente después de varios días de lluvia. Pero también hay diferencias. Hay muchos paisajes en Galicia, tanto en la costa como en el interior, que nada tienen que envidiar a los bretones, cuando no son más espectaculares. Pero es cierto que la explotación turística, la publicidad, que se hace de estos lugares en Bretaña, para bien o para mal, es muy superior a la gallega. Otra diferencia significativa son los pueblos. Las casas de piedra, los pueblos repletos de flores, la limpieza que se observa por todas partes, hacen que uno tenga ganas de quedarse en cada pueblo por el que pasa. A años luz de tantos pueblos gallegos (con honrosas excepciones, por supuesto), enclavados en lugares espectaculares, y en los que apenas hay una calle por la que resulte atractivo pasear, víctimas de un progreso mal entendido. Prácticamente todos los pueblos y ciudades que hemos visitado, merecen la pena. Apenas se ve una casa que desentone, todos están cuidadísimos, tanto de forma privada como institucional. Siempre hay algún restaurante o algún bar acogedor. Y los bretones han sido siempre muy hospitalarios y amables con nosotros. Sólo una pega, los horarios de los restaurantes, Ya estábamos advertidos, pero que a la 1:30 del mediodía o a las 8:30 de la tarde, en verano y en zonas turísticas, no puedas comer, ni siquiera unas ostras, porque la cocina está cerrada es algo que no llevamos nada bien. Por supuesto que no todos los restaurantes son tan estrictos, pero nos tuvimos que ir de más de uno por esta cuestión.

Nuestro viaje, día a día

Sábado, 12. Valle de Pineta – Aurreau

Después de 5 días en los Pirineos iniciamos el viaje hacia Francia. Nos habíamos hecho muchas expectativas con Aurreau, después de ver algunas páginas en internet y, aunque tiene su encanto, nos quedamos un tanto defraudados. Dormimos en el Hotel de France, (80 €) un hotel sencillo, sin grandes pretensiones, un poco caro para lo que ofrece, y con un desayuno más bien cutre.

Domingo, 13. Aurreau – Brandivy

Como teníamos todo el día para llegar a Bretaña, pensamos en empezar dando un pequeño rodeo pasando por el col de Tourmalet, pero como ese día pasaría por allí el Tour de France, el acceso estaba cortado desde hacía ya dos días, así que seguimos hasta Saintes, una preciosa ciudad al norte de Burdeos, en donde paramos a comer en un parque junto al río y aprovechamos para dar un paseo por el centro. Entramos a visitar la catedral y tuvimos la suerte de escuchar una coral que actuaba en ese momento, con unas voces preciosas.
Poco después de las 8 de la noche llegábamos a nuestro destino, con el tiempo justo para ducharnos y salir corriendo a cenar Pluvigner , el pueblo más cercano a la casa donde nos hospedaríamos. Llegamos cerca de las 10 y nos atendieron porque íbamos a comer crepes y los dueños de la casa habían avisado para hacernos una reserva. Fueron nuestras primeras crepes, que devoramos con hambre y que además estaban muy buenas. Y de postre, crepe flambeada. También probamos la sidra, buena acompañante de las crepes. Todo por menos de 50 €. Aún tuvimos tiempo de disfrutar de una noche muy agradable dando un paseo por el pueblo, apenas un grupo de casas alrededor de la iglesia que forman un conjunto muy acogedor.

Lunes, 14. Brandivy – Josselin – Paimpol – Bosque de Merlin – Malestroit – Rochefort en Terre – Brandivy

Nos despertamos en nuestro primer día en Bretaña en Domaine de Kerdrean, y cuando bajamos al comedor, en un bonito salón con una gran chimena, allí esperaban Gilles y su madre Mme, Demais -además de la simpática perra de la casa-, con un desayuno espectacular a base de café o té, varios tipos de pan, crepes, croissants y otros bollos, una tarta casera, quesos variados, embutidos, frutas, mantequilla, riquísimas mermeladas caseras y un exquisito zumo de frutas (distinto cada día). Gilles fue un perfecto anfitrión, amable, buen conocedor del Morbihan, dispuesto a aclarar todas las dudas y a hacer propuestas para nuestra excursiones, siempre interesantes, además de buenas sugerencias de tipo gastronómico. El desayuno se hace en una gran mesa junto con los huéspedes de las otras dos habitaciones en un ambiente muy agradable y distendido. La casa es preciosa y está en un entorno ideal, en pleno campo, rodeada de robles y castaños centenarios. Un sitio perfecto para recorrer el sur y centro de Bretaña. Además de las habitaciones hay la posibilidad de alquilar 3 casitas decoradas con mucho gusto. Y por un precio fab
uloso (45 € la habitación doble con desayuno incluido). Cuánto se abusa en España del turismo rural... En estas condiciones, lo primero que hicimos, después de desayunar, fue ampliar nuestra reserva inicial de 3 días a 5, y con ganas de quedar algún día más.
Con un día magnífico, salimos hacia Josselin, un encantador pueblo medieval, con castillo incluido, que celebraba una fiesta medieval, lo que nos obligó a pagar una tasa de 8 € para entrar en el pueblo porque habría festivales, danzas y otros espectáculos a lo largo del día, Aunque hicimos saber nuestra intención de sólo querer pasear por el pueblo, tuvimos que pagar para poder visitarlo. Desde allí nos dirigimos a Paimpol. Varios km antes de llegar la carretera discurre entre un enorme bosque que, de repente, se abre para dejar paso a este pequeño y hermoso pueblo que bordea un lago. Alquilamos unas bicicletas (2’5 €/h) y nos dimos un paseo entre los bosques y lagos que rodean el pueblo. Seguimos, ya en el coche, hacia la Fôret de Paimpol, km y km de bosque, cuna del mago Merlin. Entre otros lugares relacionados con la leyenda de Merlin, está la supuesta tumba de Merlin y la fuente de la eterna juventud, por cierto, no en muy buen estado. Nada de especial, un montaje alrededor de Merlin, aunque el bosque en sí merece la pena.
Malestroit es otra bonita villa florida. Es esta una categoría que mide la cantidad de flores que adornan casas y calles de los pueblos y que se anuncia en la entrada del pueblo con un cartel que incluye de 1 a 5 flores, en función de cómo el pueblo esté decorado. También cuenta con un río y un canal en el que se pueden alquilar embarcaciones para navegar por él.
Ya casi anocheciendo llegamos a Rochefort en Terre. Es el pueblo que más nos gustó de los cuatro. En una zona alta, y con un montón de flores, resulta sumamente agradable pasear por sus tranquilas calles. Sin mucho tiempo para más tuvimos que irnos a cenar pues en el primer restaurante que lo intentamos nos dijeron que era demasiado tarde (8:25). De nuevo tuvo que ser una crepería (tienen el horario más flexible), Le cafe breton, con un personal muy amable y simpático. Unas buenas crepes y sidra por 30€.
Al finalizar el día nos dimos cuenta de que, a pesar de ser 14 de julio, día de la República en Francia, no habíamos visto ninguna bandera francesa salvo las que ondeaban en los ayuntamientos, aunque sí varias bretonas, algo que sería una constante por toda la Bretaña, más acusado en la parte oeste.

Martes, 15. Brandivy – Quiberon - Belle Ille - Costa Salvaje – Brandivy

Después del desayuno, con un exquisito zumo de uva esta mañana, salimos hacia Quimper con intención de coger el barco de las 11 para pasar a la isla de Belle Ille. Siguiendo el consejo de Gilles, dejamos el coche a la entrada del pueblo, en un gran aparcamiento privado a unos 4 ó 5 km del puerto. Aunque luego vimos que no había demasiado problema para aparcar en el centro, no es mala idea dejarlo allí para evitar dar vueltas en busca de aparcamiento. Cuesta unos 7 € por todo el día y el precio incluye un autobús gratuito hasta el puerto que sale cada 10 ó 15 minutos, No llegamos a tiempo y nos quedó algo más de 1 hora para dar un paseo por Quimper. No le encontramos grandes atractivos, quizás porque después de las visitas del día anterior el listón estaba muy alto. Durante la espera vimos que había la posibilidad de alquilar un coche para recorrer la isla y entre las posibles opciones figuraba uno a medio camino entre un coche de juguete y un descapotable, que no pasaba de los 80 km/h, ideal para pasear al borde del mar. El precio para un día, 50 €.
El precio del trayecto, ida y vuelta, es de unos 10 €, creemos recordar y unos 30 minutos de duración. Poco después de la 1 estábamos en Le Palais, el principal pueblo de la isla y nos fuimos a por nuestro coche para comenzar el recorrido a la isla. No teníamos mucho tiempo, nuestro barco regresaba a las 6 de la tarde, pero suficiente, teniendo en cuenta que la distancia entre los puntos más lejanos apenas alcanza los 20 km, para visitar lo más destacable, la parte norte y oeste. De todas formas, es preferible tomar el primer barco para ir y el último para volver, o bien plantearse la posibilidad de pasar una noche en la isla, donde hay mucha oferta hotelera. Nuestra primera intención fue tomar ostras en un restaurante del que teníamos muy buenas referencias, pero sufrimos una gran decepción. El restaurante estaba abierto, con sólo 2 ó 3 mesas ocupadas y 2 camareros en la sala, pero no nos daban de comer. No acertábamos a entender el porqué hasta que nos hicieron ver que era demasiado tarde (las 13:40!!) y la cocina estaba cerraba. Explicamos que solamente queríamos tomar unas ostras, pero no fue posible. En una zona turística, en pleno mes de julio.. incomprensible para un español!!.
La isla es realmente bonita. Se puede recorrer prácticamente todo su perímetro a pie por un sendero costero. Hay varios aparcamientos habilitados para dejar el coche y continuar andando hasta los acantilados. Comenzamos visitando el faro de punta Poulains, protagonista de alguna de las fotos de faros bretones en las que las olas sobrepasan la altura de los mismos, y recorrimos la costa sauvage, desde aquí hasta las Aiguilles de Port Coton, haciendo continúas paradas para pasear al borde del mar. Las Aiguilles, unas formaciones rocosas en el mar son realmente espectaculares.
De vuelta a tierra hicimos un recorrido de varios kilómetros al borde del mar por la costa salvaje de Quiberon.
Sin apenas construcciones, siempre junto al mar, con aparcamientos habilitados cada cierto tiempo para disfrutar de los paisajes, merece realmente la pena. De todas formas, no podía evitar en algunos momentos una cierta envidia sana por los cuidados del patrimonio natural, comparándolo con Galicia que, a pesar de contar con muchos tramos de costa realmente más espectaculares que este, la mano del hombre les ha restado mucho encanto y las diferentes administraciones no muestran tanto mimo con el entorno como aquí se aprecia, aunque en los últimos años hayan mejorado notablemente las cosas. Cenamos en Le vivier, un restaurante acristalado con preciosas vistas desde el que pudimos disfrutar de una preciosa puesta de sol, mientras dábamos cuenta de una buena cena a base de marisco (ostras, gambas, almejas, bígaros), que con postre, cervezas y vino incluido no llegó a 80 €.

Miércoles, 16. Brandivy – Locmariaquer – Trinité sur Mer - Alineamientos de Carnac – Aury – Brandivy

El clima bretón nos obsequió hoy con una mañana cerrada de niebla que había desaparecido cuando llegamos al yacimiento arqueológico de Locmariaquer (5 €), un buen lugar para iniciarse en la prehistoria bretona. En este pequeño poblado megalítico solamente hay 3 monumentos: el menhir roto, el curioso túmulo de Er Grah, o el famoso dolmen de la table des marchand, en el que es posible introducirse en el interior para admirar las increíbles tallas que allí se encuentran. Las explicaciones del guía y los paneles informativos permiten introducirse un poco en la cultura de los megalitos, muy presente en toda la zona. Por ejemplo, ahí aprendimos que men significa piedra en bretón, y por tanto, menhir es una piedra en pie y dolmen una piedra tumbada: ¿evidente, no?..
Después de un bocata con una cerveza, disfrutando del muelle de Trinité sur Mer, lleno de preciosos veleros, seguimos nuestra inmersión megalítica en Carnac. Aquí encontramos la primera aglomeración turística en torno a un gran edificio que funciona como centro de interpretación megalítico. Resulta grato un paseo bordeando los cientos de menhires de este primer alineamiento, conocido como Menec, pero cuanto más nos alejamos del centro de interpretación menos gente nos encontramos y, aunque los alineamientos son menores en número, están más solitarios y más integrados en los bosques colindantes. Así fuimos visitando Kermario, Kerlescan y Petit Menec. Este último, con solo unos pocos menhires, pero en un bonito y solitario lugar en donde sólo nos encontramos 4 ó 5 personas.
Un pequeño paseo por Carnac, que también es un st. goustanbonito pueblo, y ya nos dirigimos a Aury, en busca de un restaurante en el puerto que nuestro anfitrión, Gilles, nos había recomendado. Las calles que llevan al puerto son las más bonitas de Aury y la zona del puerto (St. Goustan) una maravilla. Visto desde una de las calles que baja zigzagueando se ve precioso, con un pequeño puente de piedra, un velero antiguo y una calle frente al río llena de restaurantes en unas preciosas casas medievales, con unas terrazas muy atractivas. Cenamos en la terraza de L’Eglantine, un lugar con una recargadísima decoración con tonos apastelados que le da un aspecto muy particular. Aunque no fue la mejor cena, es un sitio muy agradable para disfrutar del entorno.

Jueves, 17. Brandivy – Ille aux Moins – Ille de Gravinis – Vannes – Brandivy

Continuamos en el precioso golfo de Morbihan, pero hoy nos vamos a adentrar más en él. Iniciamos el camino con algunas paradas siguiendo la rivera del Aury hasta el embarcadero para ir a la ille aux Moins. El trayecto en barco (5 € i/v) son apenas 5 minutos y, con sólo 6 kilómetros de punta a punta, es ideal para recorrerla a pie o en bicicleta. Nosotros alquilamos una (2’5 €/h) y nos dirigimos a la punta norte, por pequeñas carreteras, entre preciosas casas coloristas, con unos cuidadísimos jardines. En ocasiones, abandonamos las carreteras para continuar por caminos, a veces tan estrechos que obligaban a descender de la bici. Así, poco después de la punta de Le Trech llegamos a unos criaderos de ostras, unos metros antes de un pequeño prado en el que hay dispuestas unas cuantas mesas a la sombra de los pinos en las que se pueden degustar ostras y almejas. Cuando empezaba a apretar el calor y el hambre, era el sitio ideal para una parada. Además, por 10 €, puedes tomar una docena de ostras o almejas, además de pan con mantequilla y un vaso de un fresquísimo y muy rico vino blanco. El sitio se llama Ets Martin. Con fuerzas renovadas, continuamos nuestro paseo por toda la isla hasta la hora de vuelta.
Desembarcamos y unos minutos después de nuevo esperábamos en otro muelle para visitar el túmulo de la isla de Gravinis. En un pequeño barco partíamos poco después navegando por el golfo de Morbihan. La visita está totalmente controlada (12 €, incluyendo el barco) y la isla solamente se puede visitar con la compañía de un guía, y después de dejar en la recepción, bajo llave, cualquier bolso o elemento que pueda rozar las paredes interiores del túmulo. En realidad, lo único que se puede visitar de la isla es el túmulo y su entorno, que ocupa casi toda su extensión. Aquí pudimos completar la lección de prehistoria iniciada en Locmariaquer. Es un bonito lugar y merece la pena la visita, tanto por el interés cultural como por las bonitas vistas del golfo que se observan desde la isla. También el viaje en barco resulta atractivo.
Pasamos por Vannes, con una parte antigua muy bonita, y allí compramos algunas provisiones para cenar en una mesa al aire libre en nuestra casa de Brandivy, con algunas bebidas que Gilles nos había permitido guardar en la nevera. De todas formas, pronto tuvimos que volver a la casa porque la noche llegó acompañada de una brusca bajada de la temperatura.

Viernes, 18. Brandivy – Pont Aven – Concarneau – Pointe de Penmarch- Tregunc

Con cierta pena, y mucha lluvia, abandonamos el domaine de Kerdrean, después de degustar una nueva tarta y un exquisito zumo de Mme. Demais. Al pasar por el pueblecito de Brandivy, a muy pocos kilómetros de la casa, paramos a dar un paseo. Son apenas unas casas, pero tiene encanto. No faltan una bonita iglesia, flores y mucho gusto.
Pronto llegamos a Pont Aven, un pueblo exquisito, atravesado por un río y lleno de flores y pont avenbonitas casas. Desde que Gauguin pasó aquí algunos años, a finales del siglo XIX, muchos pintores, de mayor o menor prestigio, se establecieron aquí, y en el pueblo hay un buen número de galerías de arte que recuerdan el papel de esta localidad como centro de encuentro de creadores impresionistas. Otro de los atractivos del pueblo son las riquísimas galletas de mantequilla elaboradas artesanalmente.
Concarneau es una preciosa ciudad amurallada sobre el mar, como si de un barco se tratara. Está repleta de restaurantes, cafeterías y tiendas de todo tipo, algunas muy atractivas. De todas formas, debido a que ocupa un recinto muy reducido, comenzaba el fin de semana y allí se celebraba algún tipo de festival musical. Había demasiada gente dentro de la ciudad amurallada, por lo que pronto salimos en dirección a la punta de Penmarch. De camino pasamos por una zona con grandes bosques hasta llegar a esta punta con enormes y espléndidas playas a ambos lados. Por un momento, las nubes se retiraron para permitirnos disfrutar de una preciosa puesta de sol sobre el mar.
Pronto volvimos a Tregunc donde habíamos reservado una habitación en un castillo, todo un lujo por 90€. Chateau de Kerminaouet (http://www.chateaubretagne.info/). En el precio estaba incluido un buen desayuno en un comedor muy agradable, atendidos por la propietaria del castillo, autora de algunas preciosas esculturas de bronce que adornaban las salas del castillo y de los jardines, y por una amable chica que parecía recién llegada de otra época.

Sábado, 19. Tregunc – Quimper – Pointe du Raz – Douarnenez – Locronan – Plourin les Morlaix

La mañana se descubrió fría y lluviosa y no pudimos disfrutar de un paseo por la varias hectáreas que ocupan los jardines del castillo, que incluyen algunas cascadas. Nuestro primer destino era Quimper. Es una ciudad preciosa con un casco antiguo medieval muy bien conservado. Ese mismo día comenzaba el festival celta y habíamos pensado en hacer la visita por la tarde y escuchar alguna actuación pero finalmente nos decidimos por evitar el bullicio y visitar la ciudad tranquilamente durante las primeras horas de la mañana.
Nos dirigimos a continuación a la punta de Ratz. Nos encontramos con una sorpresa cuando vemos que la carretera finaliza en un aparcamiento de pago (6, o tal vez 8 €, por el día) y la prohibición de aparcar en toda la zona desde el último pueblo distante poco más de 1 km. Esta vez no estábamos dispuestos a pagar, así que dimos media vuelta y nos adentramos entre las casas del pueblo donde dejamos el coche.
El lugar está catalogado como Gran sitio de Francia. Después del aparcamiento hay un gran complejo comercial donde también se encuentra un centro de interpretación. Desde allí un paseo por unos caminos muy bien marcados, para evitar que se pisen las zonas que se encuentran en estado de regeneración de la vegetación, permiten acercarse hasta la punta, bordeando los acantilados. El lugar es espectacular y, afortunadamente, no hay tanta gente como nos temíamos, a la vista de todo el montaje de la llegada y de la publicidad que tiene este sitio. Desde todas partes se divisa el perfil de las rocas que se adentran en el mar y más allá el faro de Vieille. El día se había despejado por completo permitiéndonos disfrutar de unas vistas espectaculares sobre el atlántico.
Sentados en los acantilados reponemos fuerzas con un bocata y unas cervezas muy frías, conservadas en nuestra pequeña y utilísima nevera portátil. Y salimos hacia Douarnenez, lugar que nos habían recomendado encarecidamente visitar en la oficina de turismo de Concarneau, ya que allí se celebraba una concentración internacional de veleros de todo tipo. No llegamos en el momento álgido de la concentración y se nos había hecho un poco tarde por lo que no estuvimos allí mucho tiempo, pero sí pudimos disfrutar de unas hermosas vistas del pueblo y del río que allí desemboca, repleto de yates y veleros, desde un puente que lo cruza a una altura considerable.
La última visita del día fue al encantador pueblo de Locronan, considerado uno de los pueblos más bonitos de Francia. Llegamos allí poco después de las 7 de la tarde y una vez hecho el tradicional pago por el aparcamiento, nos adentramos en el pueblo cuando los últimos visitantes se retiraban. Esto nos permitió pasear por un Locronan con sus calles casi vacías. Es el pueblo perfecto, todas las casas de piedra, sin nada que desentone, con una preciosa iglesia, la plaza con el pozo en medio, una ermita.. Por supuesto, hay algunas tiendas de recuerdos pero no tantas como se podría esperar en un lugar tan visitado como este. Desde luego hay que evitar visitarlo en horas punta porque un sitio pequeño como este con todas sus calles y tiendas llenas de gente pierde gran parte de su encanto.
En un principio habíamos decidir no visitar la penísula de Crozon, así que teníamos reservada una habitación para esa noche en Plourin les Morlaix, un poco alejado de Locronan. Cuando llegamos a  La maison des clés (http://pagesperso-orange.fr/tourisme.bretagne/) , que nos habían recomendado en el domaine de Kerdrean, y nos vimos entre tractores y grandes naves repletas de vacas, por un momento tuvimos dudas acerca de nuestra elección, que desaparecieron en cuanto Yvette abrió la puerta de la casa y accedimos a un precioso salón con una gran mesa, una chimenea alrededor de la que se disponían un sofá y varios sillones y un enorme ventanal con vistas a un pequeño estanque y a un bosque. También había una cocina totalmente equipada a disposición de los huéspedes. La habitación, con el baño totalmente forrado con corcho, era muy acogedora. Y un precio muy razonable (50 €), lo que incluía un completísmo y muy buen desayuno.

Domingo, 20. Bahía de Morlaix – Saint Pol de Leon - Roscoff – Menean - les enclos

Nos dirigimos hacia el norte bordeando la bahía de Morlaix. Un poco antes de Saint Pol una parada junto al mar nos permite disfrutar de unas bonitas vistas en una playa casi desierta con un islote enfrente ocupado por un pequeño castillo.
En Saint Pol se celebraba la “fiesta del campo” con un desfile donde la gente del campo, ataviados con los trajes de la zona, y acompañados de grupos musicales presentaban todo tipo de productos del campo, sin que faltasen las famosas cebollas de Roscoff y las enormes alcachofas. Además de una catedral gótica, se puede admirar la iglesia de “Nuestra Señora del Kreisker” , que, además de ser el más alto de Bretaña, es un precioso exponente de los “campanarios calados”, torres de granito que coronan las iglesias y que presentan numerosas aberturas con diferentes motivos geométricos en cada una de ellas.
Cuando llegamos a Roscoff, un bonito pueblo costero, todos los barcos del puerto estaban sobre la arena y el mar se divisaba a lo lejos. Es un pueblo con mucho movimiento, con sus calles principales repletas de tiendas, bares y restaurantes. Después de terminar nuestros bocatas, sentados en un banco del puerto, el mar había vuelto y todos los barcos flotaban de nuevo.
Siguiendo una carretera al borde de la costa llegamos a Meneam, unas antiguas casas de pescadores, ahora reconstruidas, de granito y techos de paja junto a unas grandes peñas que acogen entre ellas una de las casas, como si de un peñasco más se tratase. Al lado una preciosa playa, sin apenas gente, en donde pudimos disfrutar del inicio de una preciosa puesta de sol.
De vuelta a casa, visitamos tres de los muchos “enclos” de la zona próxima a Morlaix. Son conjuntos formados por una iglesia, una cruz de piedra (un cruceiro gallego) y un “calvario” (representaciones en piedra de distintos pasajes religiosos). Entre los tres, Lampau Gimillau, Guimillau y St. Thégonnec, el de Guimillau es el más espectacular, con un impresionante calvario que cuenta con más de 200 figuras. Espectaculares eran también las alcachofas que tomamos en el restaurante Ar Chupen, al lado de la iglesia (45 €, incluyendo cerveza y una botella de sidra). Buena parte de la carta giraba en torno a la alcachofa que preparan de todas las formas imaginables, coronando la presentación con una banderita bretona.

Lunes, 21. Huelgoat – península de Crozon – Lanildut

Nuestra intención era seguir hacia el norte y luego al este, pero Yvette, nuestra amable anfitriona, nos sugirió no perdernos la península de Crozon y la isla de Ouessant y lo hizo con tanta vehemencia que decidimos seguir su consejo. Nuestra primera intención era pasar una noche en la isla y ella misma, sin escatimar tiempo ni esfuerzos, se encargó de localizar en internet los alojamientos de la isla y llamó a no menos de 10 y todos estaban completos. Únicamente conseguimos plaza en el camping. Además Yvette nos buscó una casa para esa noche en Lanildut, cerca de Le Conquet, de donde parten los barcos a la isla. bosque de huelgoat
Una vez rehecho nuestro plan de viaje, salimos hacia Huelgoat, desde donde parten varios senderos que recorren el bosque de Huelgoat. Es la zona más alta de Bretaña, a pesar de que su cima no alcanza los 400 metros. Nosotros nos decidimos por una ruta de poco menos de 2 horas que lleva por los puntos más destacados del bosque. Entre robles y hayas, un caos de piedras con extrañas formas que dieron lugar a innumerables leyendas relacionadas con el Rey Arturo, hadas y gigantes, en donde, al menos en teoría, con un solo dedo puedes mover la Roca Temblorosa, una mole de más de 100 toneladas, siempre que encuentres el punto de desequilibrio, algo que nadie consiguió mientras estuvimos allí.
Con un día precioso llegamos a la península de Crozon. Poco antes de llegar a Cap de la Chevre, la carretera discurre justo al borde del mar y paramos el coche para disfrutar de las maravillosas vistas. Un poco más debajo de la carretera se veían unos pinos y decidimos acercarnos para tener una mejor perspectiva. cap de la chevrecap de la chevreDesde allí vimos una pequeña cala preciosa con una arena blanca y el agua transparente. Hacía mucho calor y nada apetecía más que un baño así que decidimos buscar el camino de bajada, pero lo único que encontramos era una pequeña senda que se perdía entre la maleza a los pocos metros y que terminaba en un barranco. De todas formas la seguimos y al poco rato vimos una vieja gruesa cuerda atada a un pequeño pino que caía hacia la playa. Ese era efectivamente el medio de bajada. Bajamos agarrados a la cuerda un primer tramo para encontrarnos con dos cuerdas más. Cuando ya estábamos a unos pocos metros de la arena se acabaron las cuerdas y allí nos quedamos por un momento, sudorosos y acalorados, ante la disyuntiva de volvernos o bajar, a pesar de la dificultad que eso suponía, y disfrutar de un baño que deseábamos más que ninguna otra cosa. Finalmente, optamos por bajar arrastrándonos y agarrándonos a los helechos y matorrales y poco después estábamos en el agua. Después del baño, un bocadillo y una cerveza muy fría que llevábamos en nuestra pequeña nevera portátil hicieron de este momento uno de los mejores del viaje. Solo quedaba el inconveniente de la subida. En realidad era más fácil que la bajada siempre que la cuerda no cediese. Comprobamos con unos tirones que parecía resistente y sin mayores problemas pudimos subir en unos momentos.
Después de este buen momento y de un pequeño paseo por Cap de la Chevre seguimos hasta la Pointe de Dinan, un lugar desde el que se disfruta de unas preciosas vistas de los acantilados de la península. En la misma punta las rocas presentan curiosas formas, producto de la erosión, con muchas cuevas y picos de todos los tamaños y hechuras. Una de las formaciones más espectaculares es un arco natural sobre el que se puede caminar sin problemas, tomando unas precauciones básicas. Un pequeño paseo en coche y estamos en Pointe de Pen Hir, otra de las puntas de la península.
Con la retina plena de bellos paisajes continuamos en busca de nuestro destino para esa noche, Lanildut. Un despiste al pasar por Brest alargó un poco el viaje y llegamos un poco cansados a nuestro alojamiento, Le nide d’Iroise, que se anuncia como la posibilidad de dormir en un nido entre los árboles. Se trata de unas cabañas construidas entre árboles aunque casi a ras de suelo. Además hay algunas habitaciones en otro edificio en el que nos quedamos, ya que eran más baratas (60€) que los nidos. En un amplio salón con grandes ventanales se sirve un completo y buen desayuno, en una gran mesa compartida con los demás huéspedes. Después de una buena ducha nos acercamos a cenar a una crepería del pueblo, L’Auberge de la Mer, un agradable lugar donde nos atendieron a pesar de ser casi las 10 de la noche. Hasta ese día no nos habíamos decidido a probar los mejillones, a pesar de que los veíamos por todas partes, porque nos parecían muy pequeño y nos resultaban poco atractivos, pero pensamos que si tanta gente los pedía sería por algo, así que ese fue nuestro primer plato, y resultó que los moules estaban buenísimos. Completamos la cena con unas chuletitas de cordero y una botella de sidra una espectacular crepe de postre. Todo por 47 €.

Martes, 22. Lanildut – Le Conquet – ille d’Ouessant – Lanildut

Aunque nuestra primera intención era pasar la noche en la isla d'Ouessant, después de enterarnos de los horarios de los barcos decidimos que podríamos ir y volver en el mismo día desde Le Conquet, por lo que reservamos una noche más en el “nido”. En realidad había un barco que partía de Lanildut pero ya no había plazas. Salimos hacia Le Conquet para tomar el primer barco pero llegamos tarde por unos minutos por lo que tuvimos que esperar 1 hora y media hasta el siguiente. Mientras nos dimos un paseo por el pueblo y nos dimos cuenta que habíamos dejado el coche en un sitio prohibido. En realidad, estaba prohibido aparcar en todo el pueblo, excepto a los residentes. Había que dejar el coche en un aparcamiento de pago a la entrada. Nos fuimos al otro extremo del pueblo y a partir del cartel que anuncia el inicio del pueblo y así se podía aparcar y allí se quedó.
El viaje dura alrededor de hora y media. En cuanto llegamos a Ouessant alquilamos unas bicis (unos 10 € por todo el día ) y empezamos nuestro recorrido por la isla. Hay alguna que otra cuesta y en alguna ocasión hay que hacer el camino a pie, pero, en general, se recorre sin mayor dificultad y la bici es una estupenda manera de visitar la isla. Es un hermoso paseo, siempre con vistas al mar, y al borde de los acantilados. Aunque era poca cosa, aquí vimos el mar más embravecido de todo el viaje. En época de temporales el mar se vuelve aquí sumamente furioso. Algunas de las conocidas fotos de faros embestidos por enormes olas se tomaron aquí. Se encuentran en la isla los de La Jument, Nividic y Créac’h, entre otros. En el recorrido te encuentras bonitas casas, con mucho colorido y cuidadas flores.
Estuvimos en la isla unas 6 horas, tiempo suficiente para darle toda la vuelta sin prisas aunque llegamos al barco con el tiempo justo, puesto que acababa de empezar el embarque, así que nos pusimos en la cola y en unos minutos estábamos zarpando hacia Le Conquet. O eso creíamos nosotros porque, unos 30 minutos después de embarcar oímos que nos llamaban por la megafonía del barco. Un poco extrañados nos dirigimos a uno de los tripulantes y nos dicen que nos hemos equivocado de barco. Este se dirigía a Camare, a más de 100 km por tierra de Le Conquet donde estaba nuestro coche. Después de un par de charlas con el capitán este decidió que harían una pequeña parada en Le Conquet para desembarcarnos. Quizás tenían cierta responsabilidad puesto que cuando nos pidieron los tiques para embarcar no comprobaron nuestro destino, pero el caso es que fueron muy amables y ante el asombro del resto del pasaje el barco hizo una parada de unos segundos en el muelle de Le Conquet.
Desde allí continuamos por una carretera secundaria hacia Lanildut buscando la máxima proximidad a la costa con la recompensa de unas preciosas vistas de Le Conquet desde el otro lado del puerto natural que allí se forma.
Aún tuvimos tiempo para ir a cenar en otro restaurante de Lanildut, L’Abri Côtier. Resulta un lugar atractivo, situado a pie de playa y con enormes ventanales que permiten disfrutar de hermosas vistas al mar. En cuanto a la cocina nos pareció un poco irregular pero eso no empañó un día muy atractivo.

Miércoles, 23. Lanildut – Côte des LegendsLes Abers - Ploumanarch

Salimos en dirección norte, con un día precioso, siguiendo una hermosa carretera siempre al borde del mar. Enseguida hicimos una primera parada para disfrutar de unas hermosas vistas del faro du Four. Después la preciosa playa de Penfoul y un poco más allá la villa de St. Pabu En esta población se expone el ancla del tristemente famoso L’Amoco Caiz que, en 1978, provocó una gran marea negra en las costas bretonas. A la salida del pueblo preguntamos a un hombre que caminaba con su hija por la manera de seguir el camino lo más cerca posible a la costa y, muy amablemente, nos propuso que lo acercásemos a su casa, a un kilómetro de distancia, donde cogió su coche para que le siguiésemos hastplaya de Couluarna dejarnos al lado del mar ya fuera de la población. Todo un detalle. Además nos recomendó pararnos en la playa de Couluarn y siguiendo su consejo nos paramos en esta larga, casi solitaria y espectacular playa para darnos un estupendo baño, que dio paso a unos bocatas y una cerveza muy fría. Muy pronto llegamos a “les abers" , una especie de lagunas creadas por la poca profundidad de las aguas, donde pasamos el resto de la tarde.
Finalmente nos dirigimos hacia Perros-Guirec con la intención de dormir en un camping. Cuando llegamos a nos encontramos con un atasco, el único que padecimos, que tuvimos que soportar hasta cruzar el pueblo. No teníamos reserva y el camping estaba lleno. Lo intentamos en otros dos sin éxito, por lo que nos fuimos a uno en la zona de Ploumanach, donde tuvimos más suerte.
Creo recordar que se llamaba Le port, un sitio agradable, distribuido en amplias parcelas, con un buen terreno y bastante sombra. Cenamos en el restaurante del camping que tiene una amplia terraza con bonitas vistas a una especie de ría. Una buena cena en un entorno muy agradable por un precio razonable.

Jueves, 24. Ploumanach – Costa de Granito Rosa – Costa d’Ajons – Mont St. Michel

Desde el camping nos dirigimos hacia la costa para hacer parte del llamado sendero de los aduaneros, que iniciamos en el bonito faro rosado de Min Ruz. El paisaje es realmente muy llamativo, con todo tipo de tonos rosados en las rocas y curiosas formaciones, producto de la erosión por el viento y el mar. El sendero discurre todo el tiempo al borde del mar, pasando por una preciosa cala, y resulta realmente atractivo. En un panel informativo leímos que este sendero forma parte de uno que recorre todo la costa de Bretaña.
Siguiendo el camino por la costa, ya con coche, llegamos a otro precioso pueblo florido, Plouguiel. Allí, siguiendo unos carteles que anunciaban la roche jaune llegamos al puerto donde, de repente desaparecieron los indicadores, pero nos encontramos con un agradabilísimo restaurante, el cafe Pesked, donde tomamos unas ostras estupendas y un pescado muy fresco. Una estupenda comida por 47 €. En el local se exponían pinturas realizadas sobre madera con temas relativos a tópicos bretones. En una de ellas se hacía la pregunta “Et ou est la roche jaune?” que, inevitablemente acabamos haciéndole al dueño del local. Una amiga suya que hablaba español y tenía ganas de practicar se sentó con nosotros y nos explicó lo que ocurría con la famosa roca amarilla, pero es mejor descubrirlo personalmente. Charlamos un buen rato y nos recomendó vivamente no dejar de ir a la isla de Brehat. También nos recomendó visitar Le Gouffre, en la costa des Ajones, una zona rocosa en la costa, próxima a Plouguiel, donde las rocas toman tonalidades muy diferentes, negros, marrones, ocres, a pesar de estar unas al lado de las otras. En alguna momento recuerdan a los gofres, quizás de ahí su nombre, aunque nadie nos lo confirmó. Muy cerca de ahí se encuentra una casa que está construida justo entre dos grandes moles rocosas que parece como si la fuesen a estrujar. Resulta una estampa muy curiosa y según nos contó nuestra contertulia en la comida hace algunos años se vendían postales con imágenes de la casa que se convirtió en la segunda imagen más reproducida de Francia, después de la Torre Eiffel. Como los dueños no recibían ningún dinero por eso pusieron una demanda, que ganaron y ahora está prohibido reproducir imágenes de la casa, con ánimo de lucro.
Siguiendo el camino de la costa pronto estábamos cerca del embarcadero desde donde salen los barcos para la isla de Brehat  Habíamos decidido que haríamos caso de las recomendaciones de nuestra nueva amiga pero esa noche teníamos una reserva dentro del casco histórico de Mont Saint Michel y no había posibilidad de cambiarla y teníamos mucho interés en dormir dentro del recinto de la ciudad, así que decidimos que, aunque haríamos un pequeño rodeo, iríamos allí y después volveríamos a la isla.

Viernes, 25. Mont St. Michel – Cancale – Saint Malo - Crehen

Llegamos a Mont St. Michel a última hora de la tarde, cuando los visitantes comenzaban a abandonar el lugar. Eso nos permitió encontrar un aparcamiento casi vacío en donde nos llamó la atención el cartel que advierte de la posibilidad de que las mareas puedan inundar parte del aparcamiento en días determinados. Sabíamos que este es un sitio que sufre una afluencia masiva de visitantes, especialmente en época de vacaciones, por eso habíamos reservado un hotel dentro del recinto amurallado con la intención de poder pasear por la noche, después de que el lugar quede más tranquilo y, sobre todo, levantarse temprano para disfrutar del lugar antes de que se llenase. Para nuestra sorpresa, los precios de los hoteles no eran excesivamente elevados. Finalmente, nos decidimos por el hotel Duguesclin (70 €). Sin ser nada del otro mundo, está muy bien situado y la habitación bastante bien. Además, desde el restaurante se sale directamente a la muralla y desde allí se disfrutan unas vistas espectaculares y se puede continuar un precioso paseo alrededor de todo el lugar. Lo que no merece la pena es contratar el desayuno, muy caro (9 €/p) y bastante malo. Es preferible tomarse algo fuera aunque, en general, es caro en todos los cafés dentro del recinto amurallado. Bastante más baratos son los locales próximos extramuros. De hecho, nos llamó la atención el gran número de anuncios en hoteles y bed&breakfast ofreciendo habitaciones por precios muy atractivos, desde 25€,
Nos levantamos pronto y a las 7 y media ya paseábamos por este lugar espectacular, que pudimos disfrutar con sus calles vacías durante casi 1 hora. Las calles y sus edificios son bonitos, aunque otros muchos pueblos, incluso en Bretaña, pueden competir en belleza con Mont St Michel, pero su ubicación, el entorno y la increíble abadía hacen de este lugar un sitio único. La silueta desde el otro lado de la carretera de acceso es una imagen que no se olvida. Y quizás la imagen será aún más bella, una vez finalizado el proyecto, previsto para 2012, que pretende eliminar esa carretera para construir un puente que permitirá el acceso a través de un transporte público y que eliminará los coches del entorno del recinto amurallado.
A las 9 de la mañana comenzaban a llegar los primeros visitantes así que nos fuimos a visitar la abadía. Los interiores no nos parecieron tan espectaculares como la vista exterior pero permite disfrutar de unas excelentes panorámicas desde sus ventanales.
Poco antes de las 11, cuando las calles comenzaba a estar intransitables abandonábamos Mont Saint Michel, no sin mirar atrás de vez en cuando,
Nuestro destino era Cancale, un pueblo al borde la costa, con el atractivo de ofrecer unas exquisitas ostras que se pueden comprar a precios muy asequibles en unos puestos instalados en el muelle. Allí mismo puedes consumirlas, tirando las conchas directamente al mar. Además puedes comprar una botella de vino en alguna tienda cercana para completar el menú.
Pasamos la tarde en Saint Malo, otra impresionante ciudad amurallada. Esa tarde llovía y como no disponíamos de mucho tiempo solo pudimos dar un paseo por la muralla desde la que se disfrutan unas maravillosas vistas tanto de la ciudad intramuros como del mar y las playas que la rodean. Resulta curiosa una piscina con agua de mar y también la visión de cientos de enormes estacas de madera clavadas en la playa para proteger los paseos y las calles del fuerte oleaje que azota con frecuencia.
Nuestra intención era dormir en el camping de Dinan pero cuando llegamos a la ciudad nos encontramos con que la carretera estaba cortaba porque había fiestas y se organizaba una carrera ciclista por lo que no podríamos acceder al camping hasta una o dos horas más tarde. Unos kilómetros más atrás habíamos visto un anuncio en la carretera de un bed&breakfast con buen aspecto así que decidimos volver allí. Pero resultó que estaba completo. Sin embargo, los dueños, muy amablemente se ofrecieron a llamar a una vecina que tenía también habitaciones para alquilar, pero no estaba en el pueblo así que nos puso en contacto con otra persona que tenía una casa a unos 30 kilómetros de allí en dirección al punto de embarque para ir a la isla de Brehat  y de esta forma acabamos en Crehen, inaugurando el bed&breakfast La croix jaune (45 €, móvil 0672794838). En efecto, la casa estaba prácticamente lista para recibir huéspedes aunque faltaban algunos pequeños detalles, pero Päc, su propietario nos ofreció utilizar una habitación que estaba totalmente preparada. Además nos permitió utilizar su cocina e incluso nos facilitó pan y una botella de sidra y pudimos comer en un salón muy acogedor donde también tomamos un buen y completo desayuno.

Sábado, 26. Crehen – Ille de Brehat – Dinan

El viaje en barco desde L’arcouest a la isla de Brehat dura apenas unos minutos y el billete de ida y vuelta cuesta 8’50 €/p. Hacía un día espléndido y, en cuanto bajamos del barco, alquilamos unas bicicletas y nos dispusimos a recorrer la isla. La longitud de punta a punta puede ser de unos 5 ó 6 km, así que las 6 horas de que disponíamos nos permitían recorrerla tranquilamente.
Empezamos por visitar una vidriería, en la que puedes ver cómo se sopla el vidrio y curiosear por las salas de exposición además de comprar algún recuerdo. La verdad es que había cosas realmente bonitas, más allá de las típicas figuritas decorativas de dudoso gusto que suele haber en estos sitios, y el lugar es también muy atractivo. Muy cerca de allí hay un camping en un lugar precioso, entre pinos, flores y con unas vistas espectaculares. Nos acercamos después a una pequeña ermita en un alto, desde donde se divisa toda la isla. La visión es una maravilla, el mar, algunos islotes, pinos, algún faro y casas preciosas con unos jardines cuidadísimos, y flores, flores por todas partes, de todos los tipos y colores. Es el lugar común de la isla, adonde quiera que vayas encuentras flores. Hay un pequeño pueblo y luego casas dispersas por toda la isla y varios senderos para recorrerla a pie o en bicicleta. En uno de los extremos hay un curioso faro y en los alrededores las rocas recuerdan a las que habíamos visto en “Le Gouffre”.
La verdad es que nos alegramos mucho de haber ido y nos hubiésemos quedado al menos hasta el día siguiente si dispusiésemos de más tiempo.
De vuelta en tierra nos dirigimos a Dinan, donde pasaríamos la última noche en Bretaña. Después de dos o tres intentos fallidos, encontramos una habitación en la zona del muelle fluvial, en un sencillo hotel(58 €). Es un sitio sin un atractivo especial, pero la habitación estaba limpia y tenía una bonita vista hacia el río Rance. Dinan es una preciosa ciudad medieval con mucho encanto pero, sobre todo, la calle del Jerzual, una empinada cuesta que baja hasta el río, donde cada casa merece la atención del viajero, todas con mucho gusto, cortinas de encaje en las ventanas, flores, detalles decorativos de todo tipo y, sobre todo, mucho gusto. También la zona del muelle tiene mucho encanto. Allí cenamos, en una terraza junto al río, unos riquísimos mejillones y un buen vino a la luz de las velas para despedirnos de Bretaña.

Domingo, 27. Dinan - Saint Emilion

A la mañana siguiente aún pudimos disfrutar de un relajante paseo por la ciudad aún medio dormida, con una visita a la catedral, un paseo en los alrededores del castillo y comenzamos la vuelta a casa.
Hicimos noche en Saint Emilion para visitar este precioso pueblo dedicado por entero al vino que lleva su nombre. Está cuidado hasta el último detalle, lleno de bodegas y tiendas dedicadas a todo lo que tenga que ver con el vino, desde una vid lista para plantar hasta preciosas copas de todos los tipos y precios. Cenamos en uno de los muchos restaurantes allí existentes y, en nuestra ignorancia, se nos ocurrió preguntar por los blancos de St. Emilion y la camarera casi se lleva las manos a la cabeza. Quedó claro, en St. Emilion solo vino tinto. Los alrededores son también muy bonitos, llenos de viñas por todas partes.
Dormimos en el camping La Barbanne. Está en un lugar agradable, cerca del pueblo y al lado de un pequeño lago. Pero excesivamente caro (38 € incluido un desayuno malísimo.)

Lunes, 28. Saint Emilion – Valle de Pineta

No pudimos irnos sin antes visitar una bodega y traernos alguna botella del vino de la zona.
Con la esperanza de que el tiempo nos acompañase en los Pirineos y al día siguiente pudiésemos hacer la frustrada subida al balcón de Pineta, de los días previos a nuestro viaje a Bretaña, iniciamos nuestro último día en Francia, muy contentos de la experiencia y satisfechos por todo lo visto y vivido.

62 comentarios:

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