21 octubre 2010

Austria, sur de Alemania y una escapada a Budapest. Julio 2010

   Aunque la idea inicial era ir al Tirol austríaco, buscando información mientras organizábamos el viaje fuimos introduciendo algunos cambios y así quedó al final.

Nuestro itinerario

Miércoles, 7.   Madrid - Munich (en vuelo)
Jueves, 8.  Munich - Salzburgo (Austria)
Viernes, 9.  Salzburgo
Sábado, 10.  Salzburgo  - Hallstat
Domingo, 11.  
Hallstat 
Lunes,12.  Hallstat - Bratislava (Eslovaquia)
Martes, 13.  Bratislava - Budapest (Hungría)
Miércoles, 14. Budapest
Jueves, 15.  Budapest
Viernes, 16. Budapest - Berchtesgaden (Alemania)
Sábado, 17.  Berchtesgaden
Domingo, 18. Berchtesgaden
Lunes, 19.  Berchtesgaden - Krimml (Austria)
Martes, 20. Krimml - Solden
Miércoles, 21.  
Solden - Berwang (Tirol austríaco)
Jueves, 22. Berwang
Viernes, 23. Berwang - Munich
Sábado, 24. Munich
Domingo, 25.  Munich - Madrid  (en vuelo)


Presupuesto aproximado (2 personas)

Avión: 260 €
Alquiler de coche, tipo Opel Astra compacto (18 días): 570 €
Gasolina: 270 €  (2.800 km)
Alojamiento: 1.100 €
Comida: 1.030 €
Peajes: 60 €
Total por persona: 1.765 € 

Precios
 
    Nos sorprendió comprobar que, en general, los precios son inferiores a los de España. Después de varios viajes en los que había que hacer cálculos para tomarse una cerveza aquí podía disfrutar de una estupenda jarra de 1/2 litro entre 3 y 4 €, incluso en las  terrazas más céntricas de las ciudades o en restaurantes con preciosas vistas. En un buen restaurante de un bonito pueblo de Eslovaquia pagamos 1€ por el medio litro.
    Incluso se puede tomar un vino más que aceptable en muchos restaurantes  a partir de unos 14 € la botella, o menos si tomas el vino de la casa. El precio medio, por persona, que pagamos por una comida con un entrante, un plato principal, postre, cerveza y vino estuvo entre 15 y 25 €. Nuestra comida más cara, en el restaurante del hotel Hilton, en Budapest, no llegó a 35€ por persona.
    Nos alojamos tanto en hoteles como en guesthouses por un precio por habitación y noche entre 40 y 85 €, desayuno incluido, aunque solo 2 noches pagamos más de 60 €. En las guesthouses se paga una tasa municipal de 2´10 € por persona y día.  A cambio te facilitan una tarjeta con la que se obtienen descuentos en aparcamientos, algún transporte o visitas en la zona.
    Los precios de la gasolina 95 que encontramos en Austria van desde 1'16 a 1'35 €/l (más cara en las autopistas). En Alemania, Eslovaquia y Hungría un poco más de 1'25 €/l.

Idioma

    En contra de lo que pensábamos, en Alemania y Austria, nos encontramos con bastantes personas, sobre todo en las zonas rurales, que no hablaban inglés. De todas formas, en el sur de Austria bastante gente hablaba o entendía el italiano lo que facilitaba la comunicación, ya que nuestros conocimientos de alemán son nulos.  En cualquier caso casi todo el mundo hacía esfuerzos por entendernos y hacerse entender por lo que el idioma no fue nunca un problema importante. En Alemania, en algunos casos puntuales, alguna persona que solo hablaba alemán fue un tanto seca al comprobar que nosotros no lo entendíamos. En Bratislava y en Budapest, en las zonas turísticas no hay mayor problema para entenderse en inglés. De todas formas, de cuando en cuando, en las oficinas de turismo, hostelería o tiendas encontramos personas que hablaban español.

Direcciones útiles

Alojamientos
booking
homelidays
belvilla
tiscover
hotel jedermann                      (Salzburgo. Austria)
haus veronika                          (Obertraun - Hallsttatsee. Austria)
gasthof-simony                        (Hallsttat - Hallstatsee. Austria)
pension penita                         (Kormano. Eslovaquia) 
hotel zara                                 (Budapest. Hungría)
hotel gerloczy                          (Budapest. Hotel y restaurante)
pension nestle                          (Schonau - Konigssee. Alemania)
haus suzannes                          (Füssen. Alemania)
landhaus-am-see                      (Füssen)
ferienwohnungen falger         (Berwang - Tirol. Austria)
hotel moevenpick                    (Munich, aeropuerto. Alemania)

Coches de alquiler
hertz
ealquilerdecoches

Berchstesgaden
información general sobre la zona de Berchtesgaden
más información sobre Berchtesgaden
refugio de huettenwirte
refugio de gotzenalm

Neuschwanstein 
información general sobre la zona de Garmisch-Partenkirchen

Zugspitz
información general sobre la zona de Zugspitz

Senderismo
rutas de senderismo en Austria

Moneda

Salvo Hungría, todos los demás países visitados pertenecen a la zona euro (Eslovaquia se ha incorporado este mismo año). El cambio oficial en Hungría era de 1 € = 282 Forints (HUF). Hay muchísimas oficinas de cambio, alguna siempre cerca de cada banco que, en general ofrecen un cambio similar. En esos días, casi todas ofrecían 275 ó 276 HUF, aunque había alguna que ofrecía algo menos. Un día entramos a cambiar en un banco y nos ofrecían 265 forints (!!!). Pensando que era un caso extraño probamos en otro, con el mismo resultado. En la mayoría de los sitios relacionados con el turismo aceptan euros, con un cambio que va de los 260 a los 275 HUF/€. Los pagos hechos con VISA nos salieron a 277 ó  278 HUF/€.

Conducir

   Para los españoles, siempre pendientes de los radares en las vías rápidas, resulta llamativo el que en Alemania no haya limitación de velocidad en algunos tramos de autopista. Por otra parte, siempre habíamos oído que las autopistas alemanas eran de las mejores del mundo, pero no nos ha parecido que haya grandes diferencias con muchas de las autovías españolas. Claro que tampoco hemos recorrido grandes distancias como para tener una opinión autorizada. 
   En Austria, en general, las carreteras no son muy anchas y tienen muchas curvas. A pesar de ello no hemos sufrido apenas tráfico lento ni retenciones. Quizás el único punto un poco conflictivo fue el paso por Zee Am See. Un capítulo aparte son las carreteras de alta montaña de las que hablaremos un poco más en la descripción del viaje. Señalemos aquí que si pensáis en acceder o salir del valle de Solden por  la impresionante carretera de Timmelsjoch - Paso Rombo, un puerto de 2509 m entre Austria e Italia, tendréis que tener en cuenta que la carretera está cerrada entre las 8 de la tarde y las 7 de la mañana.

El clima

   Nuestro viaje coincidió con una ola de calor en el centro de Europa por lo que soportamos unas temperaturas más altas de lo habitual, superando casi todos los días los 30º y rondando los 40º en Budapest. Cierto que en las montañas de Austria las temperaturas no eran tan altas y al caer la tarde había un notable descenso que algún día llegaba a ser muy acusado.  Conviene estar atento a las previsiones, especialmente si se tiene intención de ir a la montaña ya que no son raros los días con niebla, sobre todo en las cimas. Los últimos 3 días pudimos conocer la otra cara del verano austríaco con una lluvia incesante que apenas dió tregua ni un momento durante nuestro último día en el Tirol.

Impresiones del viaje

   Nos llevamos una grata sorpresa con Munich y nos encantó Budapest. Pero, como siempre, donde mejor nos encontramos es en los pequeños pueblos,  preciosos incluso los que no tienen grandes atractivos turísticos, sin nada que ofenda a la vista, limpios hasta rozar la perfección. Se aprecia un gran respeto por la naturaleza, de la que se disfruta sin destrozarla. Y casi todo el mundo con que hemos tenido algún trato ha mostrado una gran amabilidad y cordialidad, especialmente las dueñas (todas eran mujeres) de las guesthouses en las que estuvimos.
   Por otra parte, en la mayoría de los sitios no encontramos aglomeraciones y no tuvimos ningún problema para encontrar alojamiento en ninguno de los sitios en los que no llevábamos reserva. Es una ventaja la buena costumbre de colgar un cartelito en las guesthouses en las que se indica si hay habitaciones libres (Frei) o si está completo (Belegt), lo que permite darse una vuelta y seleccionar entre las muchas casas que tenían disponibilidad. En cualquier caso, por lo que hemos podido saber, las cosas son distintas en el mes de agosto.
   En la parte negativa incluiríamos la visita al castillo de Neuschwanstein. Aunque desde un principio nuestro interés era únicamente visitar el entorno y hacer un paseo por el sendero que lleva al puente Marienbrücke, desde donde hay unas preciosas vistas del castillo, en la oficina de información donde comienza el camino al castillo nos dijeron que a ese sendero se accedía desde el interior del recinto por lo que teníamos que pagar la entrada. Eso nos obligó a tener que esperar 2 horas para entrar (a pesar de que no era un día de mucha gente) para hacer una visita de 35 minutos a la carrera y que no nos resultó especialmente atractiva. Al salir del castillo pudimos comprobar que al sendero se accedía sin necesidad de la visita previa.
  

Nuestro viaje, día a día

Miércoles, 7Madrid - Munich
   Sin retrasos y sin ningún problemas viajamos con Iberia (130 € i/v pp) y a las 10:30 de la mañana estábamos en el aeropuerto de Munich. Allí debíamos recoger el coche que habíamos reservado con Hertz pero nos encontramos con que no había coches disponibles, a pesar de tener hecha la reserva con más de 1 mes de antelación. Las 3 personas que atendían al público no nos daban ninguna explicación y únicamente aparecían y desaparecían con cara de circunstancias diciendo "un momento, un momento...". La cola de personas en espera iba aumentando y también los nervios hasta que 1 hora después conseguimos nuestro coche. La verdad es que hemos hecho ya varias reservas con Hertz porque es la compañía que ofrece mejores precios y nunca habíamos tenido ningún problema.
   Olvidado este pequeño contratiempo nos instalamos en el hotel Bristol (75 € + 9 € garage. Los precios de las comidas y alojamientos que se indican a lo largo del relato son por 2 personas). Está bien situado y la habitación era amplia, limpia y con mucha luz. El desayuno no era gran cosa. El garage, aunque pequeño como advierten en recepción, no plantea problemas para un coche medio. Aunque no está mal, por el mismo precio posiblemente se pueda encontrar alguna opción mejor reservando con un poco más de tiempo ya que nosotros lo hicimos pocos días antes de la salida por un cambio de planes de última hora.
   A los pocos minutos de salir del hotel estábamos en Marienplatz, presidida por el imponente edificio del ayuntamiento que cuenta con un peculiar reloj con una serie de figuras mecánicas que entran en movimiento unos minutos después de algunas horas en punto. Se puede subir en ascensor (2 € ) a la torre de este edificio desde donde hay unas preciosas vistas de la ciudad. Después de un paseo por las animadísimas calles del centro nos sentamos en la terraza de una de las cervecerías Augustiner en donde nos encontramos con la grata sorpresa de que una cerveza de 1/2 l costaba poco más de 3 €. Acompañada de un enorme plato de salchichas (con una especie de albóndigas como guarnición, muy  poco sabrosas, y que nos acompañarían casi a diario todo el viaje sin que pudiésemos terminarnos ninguna), una potente ensalada, queso  y un postre, nuestra primera comida salió por 32€. Las salas interiores son enormes y muy bonitas. Desde la terraza vimos como poco a poco aumentaba el número de banderas alemanas, caras pintadas y camisetas de la selección alemana preparándose para el partido de esa noche entre España y Alemania. Aunque pocas, también se veía alguna bandera y camiseta españolas, portadas por chinos, marroquíes, turcos y hasta un grupo de adolescentes alemanes.. y algún que otro español. 
Dedicamos la tarde a pasear por toda la zona monumental. Nos llamó la atención el edificio Alter Hof,   la antigua residencia del emperador Ludwig de Baviera, hoy reconvertida en oficinas y apartamentos de lujo. Cerca de allí está la famosa cervecería Hofbrauhaus,  muy turística, aunque este día su hermoso patio central estaba abarrotado por público local dispuesto a ver el partido de fútbol en una pantalla gigante. Un golpe de suerte nos colocó en primera fila y allí sufrimos durante más de 1 hora hasta que Puyol nos levantó de las sillas, dándonos cuenta entonces de que eramos los únicos españoles entre más de 300 personas. Los últimos 10 minutos se hizo un silencio casi absoluto y poco después de terminar el partido nos fuimos con cara de satisfacción mientras los alemanes seguían hundidos en sus asientos.
   Ya se había hecho tarde y los restaurantes comenzaban a cerrar así que volvimos a Augustiner, en esta ocasión en una bonita terraza interior para celebrar el triunfo con salchichas y cerveza. Al darse cuenta de que eramos españoles los camareros nos felicitaron por el triunfo muy amablemente.

Jueves, 8. Munich - Salzburgo (120 km)
   Antes de abandonar Munich, fuimos a dar un nuevo paseo  por la ciudad. Caminando por la calle Sendlinger, en donde se encuentra otro edificio espectacular, la iglesia Assamkirche, especialmente su interior, construida por los hermanos Assam como agradecimiento al hecho de haber sobrevivido a un naufragio. En esta calle, y luego en muchas otras, vimos varias tiendas de ropa tradicional, lo que nos llamó la atención. Pero, en los próximos días veríamos que no es infrecuente ver tanto a hombres como mujeres vistiendo estas ropas, no solo en lugares con relación con el turismo (hostelería, información, tiendas...), donde todas las personas las llevan, sino también en la calle.
Finalmente llegamos al mercado ViktualienmarktEs un lugar con mucho encanto, con un montón de puestos de flores y comida de todo tipo. Allí se pueden encontrar cantidad de ingredientes exóticos. En la parte central, a la sombra de un buen número de árboles, hay un montón de mesas corridas para comer. Algunos puestos de pescado venden productos que puedes consumir allí directamente. En un pequeño puesto de comidas para llevar tomamos las mejores salchichas de todo el viaje. Teniendo en cuenta los horarios de comida alemanes, resultaba chocante ver a las 11 de la mañana las mesas llenas de gente con jarras de 1/2  o de de 1 litro de cerveza. Salvando las distancias, la plaza nos recordó a la plaza de Jamaa el-Fna de Marrakech en versión europea. 
   Compramos alguna cosa para hacernos un bocadillo en el camino y salimos hacia Austria. Un poco antes de dejar Alemania compramos en una gasolinera la pegatina para poner en el coche que permite viajar libremente por las autopistas austríacas (9 €  / 10 días). 
   Cuando entrábamos en Salzburgo nos encontramos con el hotel que habíamos reservado, hotel Drei Kreuz (83 €). Aunque está a 15 minutos andando del puente Staats, que da acceso al casco antiguo, está más a desmano que la mayoría de los hoteles de la ciudad. Las habitaciones son amplias, con luz y están muy limpias, aunque las que dan a la calle son un tanto ruidosas si las ventanas se dejan abiertas, lo que era imprescindible con el calor que hacía. El desayuno es bastante malo. A favor, un personal muy amable y el aparcamiento gratuito, aunque es exterior. Se pueden encontrar mejores opciones reservando con un poco de tiempo. En Austrotel Salzburg am Mirabellplatz habíamos encontrado una oferta muy buena que perdimos al hacer un cambio de fechas.
   Es una opción a tener en cuenta comprar la tarjeta SalzburgCard (25€/24h,  33€/48h, 38€/72h). Permite visitar la mayoría de los lugares de interés y utilizar buses o tranvías o hacer un crucero por el río gratuitamente, además de ofrecer descuentos en muchas otras visitas. Nosotros no la compramos y al final, con un par de visitas que no teníamos pensado hacer, un bus y un tranvía se fueron los 25 €.
Dejamos el coche y nos vamos paseando hacia el centro. En 15 minutos estábamos en los jardines del palacio de Mirabell, cuidadísimos, con las flores, rojas y amarillas, haciendo filigranas sobre un césped inmaculado y el palacio al fondo, o la Fortaleza Hohebsalzburg  situándote en la otra parte. Cruzamos el puente Mullner sobre el río Salzach desde donde se tiene una buena vista de la ciudad presidida por la fortaleza. Bordeando el río nos dirigimos hacia el casco antiguo. La ciudad es preciosa, con edificios impresionantes y, afortunadamente, no había demasiada gente por lo que se podía disfrutar con tranquilidad de sus calles. Algunos de los lugares destacables son MozarplatzKapitelplatz, la catedral (Dom) o la residencia arzobispal (Residenz). 
   
Aunque está un poco a desmano, tomando un tranvía, en unos minutos llegamos a otro lugar con mucho encanto, la cervecería Augustiner. Es un antiguo convento reconvertido. En una de las plantas hay varios puestos de comida que puedes llevarte para tomar en los salones o en el patio interior al aire libre. Para coger la cerveza, en primer lugar tienes que pagarla, luego coges la jarra del tamaño que desees, 1/2 ó 1 litro (no recuerdo que hubiese más pequeñas), la refrescas en una fuente y finalmente te la sirven.
   Terminamos el día en la cervecería Sternbrau. Además de un agradabilísimo patio al aire libre tiene un sinfín de salas interiores para comer. No teníamos mucha hambre así que la cerveza la acompañamos de un variado de salchichas y un brezel, un tipo de pan en forma de lazo muy popular en la zona de Baviera (21 €). Pensábamos comprar algún dulce en una pastelería de camino al hotel pero no contábamos con los horarios europeos y todas las dulcerías o cafeterías estaban cerradas. Acabamos comprando un pastel en un restaurante indio que estaba malísimo.
   Llegando al hotel pasamos por otra cervecería con una terraza muy animada y con muy buena pinta, Die Weisiz (c/Rupertgasse).

Viernes, 9. Salzburgo
    
Teníamos intención de subir en el funicular a la colina en donde se encuentra la Fortaleza Hohebsalzburg, pero una vez en la estación nos enteramos de que la subida en el funicular se vendía conjuntamente con la visita de la fortaleza (10'5 €) por lo que decidimos hacer la visita. Lo mejor del castillo son las espléndidas vistas que se disfrutan desde las almenas. En varias de las salas hay un museo militar. Resulta curiosa la central telefónica de la 1ª guerra mundial. También son sorprendentes dos ejemplos de cinturones de castidad expuestos en otra sala. Al bajar del castillo, muy cerca de la estación del funicular, está la cervecería Stiegl, otro templo de la cerveza. Las escaleras de entrada son un digno preámbulo de los espectaculares comedores, aunque de nuevo nos decidimos por la agradable terraza, con mucha sombra y preciosas vistas de la ciudad. Aquí probamos el codillo de cerdo, además de las consabidas salchichas. Con 3 cervezas de 1/2 y postre, 31 €.
   Seguí haciendo muchísimo calor, así que, animados por unas imágenes de jardines y fuentes refrescantes, decidimos irnos a  Hellbrunn (9´5 € + 3 € bus). Es el palacio de verano construido en 1615 para el esparcimiento del arzobispo Markus Sittikus. Se visita una parte de los jardines en los que hay una serie de juegos de agua en fuentes, cuevas, pequeñas piscinas...  Lo peor de la visita es que se hace en grupos y mientras la guía te cuenta la película de una fuente ya se acerca el siguiente grupo que te va empujando. En realidad, no había mucha gente pero ese tipo de visitas no son de nuestro agrado. Lo mejor son los estupendos jardines de los alrededores del palacio con pequeños lagos, un césped digno de un campo de golf y grandes árboles bajo cuya sombra nos echamos un sueñecito.
   De nuevo en Salzburgo, pasando de un lado a otro del río por los puentes y pasarelas volvimos a los jardines de Mirabell en donde actuaba un grupo bávaro de coros y danzas. 
   Nos chocó ver a muchas mujeres con burka integral, lo que no ocurría en Munich. En muchas ocasiones al lado de un hombre con camiseta de tirantes, gafas de sol y chanclas. Difícil de asimilar ... y más de 35º.
   Como teníamos tiempo decidimos dar un paseo hasta la fábrica de la cerveza Stiegl, puesto que nos habían dicho que se podía visitar y ver el proceso de fabricación. La fábrica resultó estar más lejos de lo previsto y además no hay tal visita sino un museo de la cerveza, que decidimos no visitar. Por supuesto hay salones para comer y terraza al aire libre y  las instalaciones, en versión moderna, son impresionantes como las demás cervecerías. Un autobús de vuelta nos dejó muy cerquita de la cervecería Sternbrau y allí volvimos con el ánimo de probar el famoso Salzburg Nocker, una especie de souflé, que es el postre más típico de la ciudad y que resultó estar  buenísimo. 

Sábado, 10. Salzburgo - Eisriesenwelt - Hasttatsee - Obertraun (80 km) 

   Salimos hacia el sur, buscando la carretera A10, para llegar a Werfen (35 km). Una vez en el pueblo, seguimos una empinada carretera que sube durante unos 8 km hasta un aparcamiento. Es el punto de acceso para visitar  Eisriesenwelt , la cueva de hielo. Hay varias formas de hacerlo. En primer lugar hay que hacer una pequeña subida a pie de unos 20 minutos. Después se puede optar por subir en teleférico o hacerlo a pie (90 min.). Por último, un nuevo sendero, excavado a tramos en la roca, de otros 20 min. La entrada son de la cueva son 8'50 €, que suben a 19 € incluyendo el teleférico. Es posible hacer sólo un tramo en teleférico. Es un bonito sendero con preciosas vistas del valle. 

Después del segundo tramo hay un restaurante donde se puede comer disfrutando de las maravillosas vistas, aunque hay que tener cuidado con los cuervos que te sacan la comida del plato a poco que te descuides. Para visitar la cueva hay que llevar ropa de abrigo ya que la temperatura interior es de unos 0º. Además hay que tener en cuenta que se suben 700 escalones y se bajan otros tantos. La visita dura algo menos de 1 hora y se visita 1 km de los 42 que tiene la cueva. Se entra en grupos de unas 30 personas con candiles, ya que no hay luz eléctrica. En el interior hay grandes bóvedas y curiosas formaciones hechas por el hielo, además de enormes estalactitas y estalagmitas.
   Un alto en el camino para tomar un bocata y pronto estábamos en Hallstat. Es un pueblo precioso, al borde del lago de Hallstatsee. Un sitio para disfrutar con calma, recorriéndolo tranquilamente, descubriendo a cada paso un rincón más bonito que el anterior. Las vistas del lago y del propio pueblo son preciosas. Hasta una cascada cae sobre el centro del pueblo. Durante algunas horas del día puede haber demasiada gente por lo que lo mejor es disfrutarlo a primera hora de la mañana o por la tarde,  a partir de las 6 ó 7. En la oficina de turismo nos atendieron con mucha amabilidad dándonos todo tipo de información sobre las posibilidades de la zona. Una de ellas, que nosotros no hicimos, es visitar las minas de sal mineral escabadas en las montañas justo encima del pueblo. También nos felicitó por haber eliminado a Alemania, algo que se repitió en esos días. La verdad es que nos sorprendió comprobar lo contento que estaba todo el mundo en Austria de que España hubiese eliminado a Alemania. Nuestra intención inicial era parar solo un momentito y continuar 4 km más hasta llegar a nuestro alojamiento, pero se estaba tan bien allí que no pudimos resistir el deseo de tomarnos un cervezón en uno de los restaurantes al borde del lago bajo una gran sombra. Pedimos algo para acompañar la cerveza, casi al azar, porque aún no estábamos muy familiarizados con la cocina local, pero era lo de menos porque de lo que se trataba era de disfrutar del lugar.

   Cuando llegamos a Haus Veronika (60 €)donde teníamos una  reserva para dos días, nos quedamos un tanto decepcionados en un primer momento. A la vista de las fotos nos imaginábamos que estaría casi al borde del lago y resultó estar a unos 500 m. Sin embargo, la habitación era bonita, muy amplia, con un estupendo balcón, un baño impecable con una estupenda ducha y, aunque no era una panorámica alucinante, sí tenía unas bonitas vistas del lago. Por las mañanas nos esperaba un buen y completo desayuno. Esto, unido a la amabilidad y disposición de Veronika  y de su marido para aclararanos todas nuestras dudas y hacernos algunas sugerencias hicieron que nos sintiésemos muy a gusto en la casa. En las camas no hay sábana superior, solamente un edredón. Curiosamente, todas las habitaciones presentan siempre la misma disposición:  el edredón doblado sobre la cama y cada uno de los dos almohadones con una hendidura en el centro dándole un aspecto que recuerda las orejas de un conejo. El marido nos recomendó cenar en el restaurante Gasthof Simony, donde él trabajaba, y allí cenamos las 2 noches. En un sitio magnífico, al borde del lago, en un ambiente de lo más relajante y además la comida estaba muy buena, especialmente el reinanke, uno de los pescados que probamos, además del saibling, una especie de truchas asalmonadas. Con una buena ensalada, las 2 ó 3 consabidas cervezas, una botella de  vino de la zona y una tarta casera exquisita. Una cena buenísima por 45 €. 

Domingo, 11. Hasttatsee y alrededores - Obertraun
   Desde el mismo pueblo de Obertraun sale el teleférico a Krippestein (2.100m). Es un poco caro, 23€ i/v, aunque desde luego las vistas son espectaculares. Una vez en la cima hay varias posibilidades. Una de las más sencillas es hacer un pequeño recorrido de unos 20 minutos hasta unas plataformas metálicas, 5 fingers, suspendidas sobre el vacío, desde donde se tienen unas impresionantes panorámicas del lago Hallsttatsee. Durante el recorrido se disfruta también de unas maravillosas vistas del macizo de  Dachstein (2.996 m). En la estación de la cima hay un restaurante con una estupenda terraza. También hay la posibilidad de hacer varios senderos o de bajar un tramo en otro teleférico y luego hacer el resto del trayecto a pie. En la zona hay también algunas cuevas que se pueden visitar.
   Siguiendo el consejo de nuestros anfitriones nos fuimos después al pequeño lago de Gosausee, a solo 20 km al oeste de Hallsttat. Es un pequeño y precioso lago entre montañas, con un sendero que permite rodearlo completamente en poco más de 1 hora. Claro que será difícil hacerlo en ese tiempo, porque a cada rato da ganas de pararse a disfrutar del espectáculo y, si hace tanta calor como cuando nosotros estuvimos, será difícil no acabar en el agua disfrutando de la panorámica de las montañas desde el agua. Además una de las paredes próximas al lago está preparada para hacer una escalada relativamente sencilla siguiendo las clavijas, escalas y cables preparados a tal efecto. Claro que con unos arneses y mosquetones que permiten sujetarse a los cables dispuestos a tal fin en la roca. En unos tablones de anuncios junto al  hotel y restaurante que hay en la cabecera del lago había información al respeto. Nuestro alemán solo daba para intuir que había un teléfono para alquilar el equipo necesario.
   De vuelta, una pequeña parada en Bad Ischl, el centro cultural y turístico de la zona y estación hidrotermal. Llegamos sobre las 6 de la tarde a Hallsttat, cuando los últimos visitantes, la abandonaban y, sin apenas gente, pudimos disfrutar de un nuevo paseo por sus preciosas calles. Hasta el cementerio es bonito. Por cierto, hay 5 aparcamientos exteriores distribuidos por el pueblo, pero sólo el P1, situado en uno de los túneles de acceso al pueblo, justo al lado de la cascada, es gratuito y los demás no son nada baratos.
   Tuvimos el tiempo justo de cenar de nuevo en Gasthof Simony antes de llegar a la plaza central de Obertraun, donde el ayuntamiento había instalado una pantalla gigante para ver la final del mundial de fútbol entre España y Holanda, además de un pequeño bar con cerveza y salchichas. Más de  200 personas, casi todo el pueblo, se habían congregado allí. Salvo unos pocos guiris holandeses, todo el mundo animaba a España, especialmente los niños, todos con camisetas de la selección y viviéndolo con pasión. Fue un bonito fin de día. Desde la habitación de la casa, durante un buen rato, se oía a lo lejos una voz femenina que cantaba, casi hasta acabar ronca, "Qué viva España... y España es la mejor..."

Lunes, 12.  Obertraun - Bratislava (400 km)
   Salimos con calma, disfrutando de la carretera junto al lago y, aunque dábamos un pequeño rodeo, nos dirigimos hacia St. Wolfgang, al borde del lago Wolfgangsee. Otro precioso pueblo al borde de un lago, más grande y con un aspecto más señorial. Nos entretuvimos un buen rato en una bonita tienda montada en torno a la sal de roca. Ya volvíamos al coche, después de una pequeña compra en el super, cuando fuimos a dar al borde del lago y vimos unas pequeñas barcas motoras que se alquilaban. 5 minutos después surcábamos el lago y no mucho más tarde nos refrescábamos nadando en sus aguas.
   Al otro lado del lago esta St. Gilgen, un pueblo encantador, del que nos fuimos con ganas de quedarnos más tiempo, pero teníamos muchos kilómetros por delante.
   Seguimos por el borde del lago Attersee y como ya teníamos hambre pensamos en parar en algún sitio junto al agua para comer y descansar un poco. Vimos que la mayoría de los caminos que se adentraban hacia el lago tenían un cartel en el que no era difícil deducir que se trataba de una propiedad privada. Así llegamos a una pequeña urbanización donde había una explanada para aparcar y varios caminos hacia el lago. Como no vimos ningún cartel nos adentramos por uno de ellos y llegamos a un pequeño prado donde había dos mujeres bajo una sombrilla. Un poco más allá otra familia y al otro lado unos niños. Nos sentamos en una vieja mesa de madera y después de comer nos acercamos al lago. Por momentos teníamos la impresión de que hablaban de nosotros. Cuando ya nos íbamos, un chico se acercó a decirnos que aquello era una propiedad privada.
   Cuando vimos que estábamos casi en Viena, pensamos que era casi un sacrilegio pasar sin parar, así que decidimos ir a tomar un café y un pastel. Eso hicimos, después de acercarnos a la catedral y quedar horrorizados de la cantidad de gente que allí había. Nos llamó la atención un impresionante edificio de cristal en el que se reflejaba la catedral dando la impresión de tener un cuadro abstracto sobre su fachada. Ya nos íbamos cuando descubrimos que el edificio era la tienda de Zara.
   Menos de 1 horas después ya habíamos aparcado en Bratislava, justo al lado del Danubio. Era la primera vez que veíamos este río y, de hecho, la idea de seguir su curso entre Bratislava y Budapest influyó mucho en la decisión de hacer esta escapada hacia el este. Para meternos de lleno en el río habíamos reservado una habitación en el Botel Marina (60 €), uno de los barcos-hoteles amarrados en la margen izquierda. La verdad es que estaba mejor de lo esperado, teniendo en cuenta el precio y que era un barco.  Aunque hay algunos que aparentan más confort, este tenía la ventaja de que justo al otro lado de la calle había un aparcamiento público gratuito. La habitación era pequeña pero no agobiante, con una ventana al río, y el baño era aceptable y, aunque no brillaba, estaba limpio. El desayuno, servido en una sala con cristaleras y una bonita vista del río era aceptable con un personal muy amable. La nota negativa la dieron las dos chicas que atendían la recepción, bastante secas y poco predispuestas a ayudar. Una de ellas dió un espectáculo bastante lamentable con un italiano que tenía dificultades para expresarse en inglés, a pesar de que era fácil entender que se quejaba de que no funcionaba el aire acondicionado en su habitación. El calor era realmente asfixiante esos días y eso contribuyó a que, aún sin enterarnos, saliésemos del barco con las piernas llenas de picaduras de mosquitos. A partir de ese momento nos embadurnamos con un spray antimosquitos que, previsoramente, habíamos metido en nuestro equipaje y no tuvimos mayores problemas, pero algunas de las marcas de los que nos recibieron las trajimos de vuelta a España. Al parecer las fuertes inundaciones de la pasada primavera, junto con la ola de calor habían influido en que este verano hubiese más mosquitos de lo habitual.
   La ciudad tiene un bonito centro histórico, no muy grande, que  casi  recorrimos mientras callejeábamos buscando un sitio para cenar. Hay varias calles repletas de terrazas que estaban muy animadas, pero nos despistamos un poco y cuando decidimos sentarnos en una terraza nos dijeron que la cocina ya estaba cerrada, eran las 9 y media de la noche. Al segundo intento ya nos dijeron que la única opción eran los irlandeses o latinos. Lo intentamos con uno de los primeros, también sin suerte y acabamos en "La Bodeguita del Medio", una especie de franquicia de la de La Habana. Aprovechando que una de las camareras hablaba español, aunque era eslovaca, le preguntamos por una posible ruta bordeando el Danubio para ir a Budapest, pero nos dijo que los pueblos de la zona no eran especialmente bonitos, pues es una zona un tanto deprimida y descriminada por el gobierno ya que muchos de sus habitantes hablan húngaro, lo que no está bien visto por las autoridades.
   De todas formas, nos recomendó visitar el pueblo de Komarno, recomendación después confirmada en la oficina de turismo. El calor que hacía hizo que las cervezas de 1/2 l desapareciesen de las jarras a buen ritmo mientras disfrutamos de una estupenda cena a base de ensalada y pasta, con un buenísimo postre especialidad de la casa, acompañado de unos estupendos mojitos (3 €), que no pudimos evitar repetir hasta en dos ocasiones. Todo ello no llegó a 50 €.

Martes, 13. Bratislava - Komarno - Budapest (200 km)
   Pasamos la mañana callejeando por la ciudad, con unas hermosas plazas y curiosas estatuas que parecen vivas sorprendiendo al visitante en los lugares más inesperados.
   Salimos hacia Komarno, siguiendo el curso del Danubio, pero la carretera circula bastante lejos del río, que no volvimos a ver hasta llegar a esta pequeña ciudad. Casi sería más apropiado decir que es un pueblo grande, muy acogedor y que, sin tener grandes monumentos, resulta muy atractivo. Uno de los lugares destacados es la plaza de Europa, alrededor de la cual se dispone un edificio representando a cada país miembro de la comunidad europea. En esos días acogía una exposición de fotografías relativas al exterminio nazi en los campos de concentración. Casi ninguna de las personas con las que hablamos hablaba inglés, ni siquiera en una papelería que hacía las veces de oficina de turismo, en donde la encargada se desvivía por darnos las explicaciones que le pedíamos con todo tipo de gestos. Tampoco en el restaurante Penita hablaban inglés, y las cartas estaban escritas únicamente en eslovaco y hungaro. A pesar de ello, gracias a la buena voluntad de la chica que nos atendió conseguimos comer muy bien, postre incluido por 28 €. La cerveza de 1/2 l costaba 0´50 €. El local es muy agradable y el edificio del restaurante es bonito. Además también tienen pensión y, a juzgar por las fotos que vimos, las habitaciones están bastante bien. En la entrada un gran cartel las anunciaba a 33€.
   Decidimos entonces continuar por la autopista por lo que nos dirigimos hacia el río, que es la frontera natural entre Eslovaquia y Hungría. Después de cruzar un primer puente sobre un brazo del río, se llega a otro hermoso puente de hierro, ya sobre el Danubio, donde vimos como varias personas, casi todas mujeres, cruzaban en dirección a Eslovaquia cargadas de bolsas y garrafas de agua. Al llegar a Komaron, al otro lado del puente, comprobamos que venían de un gran supermercado con precios económicos.

   Nuestro siguiente encuentro con el Danubio fue ya en Budapest. Poco después de cruzarlo, gracias al GPS, estábamos en el hotel Zara, un hotel de 4 estrellas que acababa de inaugurarse 1 mes antes y, aprovechando una estupenda oferta de inauguración, conseguimos una habitación por 57´5 €. Es un bonito hotel, con grandes espacios y unas habitaciones amplias, muy cómodas, luminosas y limpísimas. Las vistas, sobre los tejados de la ciudad o hacia alguna zona común del hotel, era lo menos atractivo. En la planta alta hay un spa con una pequeña piscina, jacuzzi y sauna, muy relajante después de un día pateando la ciudad, además su uso estaba incluido en el precio. Y, por si fuera poco, un desayuno fantástico, en el que no faltaba de nada. Como había salido bien de precio, decidimos meter el coche en el garage, aunque nos pareció caro (18 €) a pesar de las explicaciones que nos dieron en recepción en el sentido de que si lo dejábamos en la calle tendríamos que pagar casi 8 € diarios, además de poner un tique cada cierto tiempo.

   Un primer paseo por la ciudad nos llevó al río y después, callejeando sin rumbo fijo, fueron nuestros estómagos los que nos dirigieron a una céntrica calle llena de terrazas. Miramos los precios en algunas de ellas y comprobamos que, en general, no eran muy caras así que en una de ellas nos sentamos a cenar. Casualmente tenían estropeado el lector de tarjetas y nosotros no teníamos aún forints, así que tuvimos que pagar en euros, con un cambio poco favorable (260 HUF/).

Miércoles, 14. Budapest

   Antes de salir del hotel comparamos los distintos tipos de tarjetas que ofrece la ciudad para hacer visitas turísticas o solo para transportes y nos decidimos por la LegendaPass, que permite utilizar todo tipo de transportes públicos, incluyendo un crucero por el Danubio, por 5500 HUF (20 €) por 48 horas o 6500 HUF (24 €) por 72 horas, además de descuentos en algunas visitas, bares y restaurantes. Desde luego, nos mereció la pena porque para evitar estar andando a pleno sol en varias ocasiones tomamos el metro, el autobús o el tranvía, que pasa con mucha frecuencia y tiene una línea muy agradable por la orilla del río. El precio de un billete simple era de unos 1´25 €.
   Como casi todo el mundo sabe, Budapest es el resultado de la unión de dos ciudades Buda y Pest, en algún momento separadas por el río que hoy las une. Nuestros primeros pasos por Pest nos llevaron hacia la basílica de San Esteban, una enorme catedral con una preciosa escalera de caracol que permite subir a las torre, aunque también se puede hacer en ascensor. Merece la pena subir y disfrutar de una preciosa panorámica de toda la ciudad, descubriendo todos sus lugares más emblemáticos. En la basílica está enterrado el famoso futbolista e ídolo nacional, Puskas. Otro lugar muy atractivo es la plaza Szabadsagter, donde se concentran edificios de diferentes estilos entre los que destacan el impresionante Banco de Hungría y la Casa de Hungría Art Nouveau. En la plaza hay también una refrescante fuente que en la que muchos adolescentes y no tanto se refrescaban cruzando la pantalla de agua que surgía del suelo. Muy cerca está el Museo de Etnografía, que quedó en el segundo puesto en el concurso (propiciado por el emperador Francisco José I de Austria y el primer ministro húngaro Kálmán Tisza) convocado para construir el parlamento, y en frente el espectacular edificio ganador: el actual Parlamento, una de las imágenes más conocidas de Budapest. Terminado de construir en 1902 era, en su momento, el edificio parlamentario más grande del mundo. Fundamentalmente de estilo neo-gótico, tiene influencias renacentistas y un toque bizantino. Se puede visitar, gratuitamente para los ciudadanos europeos, a distintas horas del día. Las mejores vistas se obtienen desde el río o desde la parte alta de Buda.
  Aprovechando que pasaba el tranvía número 2, el que hace el recorrido junto al río, dejamos que nos acercase hasta el famoso puente de las cadenas, otra de las imágenes de Budapest. Lo cruzamos andando, disfrutando de las espléndidas vistas de la ciudad y, una vez al otro lado, cogimos el bus 16 para subir a la parte alta de Buda.
   Uno de los edificios más destacados es el Palacio Real, que en la actualidad alberga la Galería Nacional y el Museo Nacional Húngaro, aunque desde cerca su aspecto exterior decepciona un tanto con respecto a las espléndidas vistas, sobre todo de noche, que proporciona visto desde Pest. Una construcción un tanto curiosa es el Bastión de los Pescadores, de carácter ornamental y que proporciona unas espléndidas vistas del río y el Parlamento. Al lado hay un bar situado en un estratégico lugar pero con unos precios de los más caros de la ciudad. En la misma zona esta la bonita iglesia de Matias, cuya torre, de 1470, se divisa desde buena parte del otro lado del río. Es patrimonio cultural de la humanidad y en ella se han celebrado algunos de los actos más destacados de la nación. Son muy curiosos sus tejados, construidos a modo de mosaicos con pequeñas piezas de colores, entre los que destacan los tonos ocres.
   Un paseo entre las tranquilas, y casi vacías, calles del distrito del castillo nos llevó a la entrada de un complejo laberinto de cuevas bajo el castillo, aunque no nos sedujo la visita así que continuamos hasta un fresquísimo y vacío patio empedrado de un antiguo convento carmelita, afortunadamente reconvertido en el restaurante Rivalda y allí nos quedamos para reponer fuerzas y escapar del calor que por momentos se hacía más agobiante. Un par de platos frescos y 2 cervezas frías nos ayudaron en la tarea. La tarjeta LegendPass nos ofrecía un descuento del 15% con lo que la cuenta se quedó en unos 6000 HUF (22 €).
    Volvimos a bajar en el autobús que nos dejó muy cerquita del embarcadero del Duna Bella, el crucero incluido en la tarjeta gratuitamente. Con el barco prácticamente para nosotros solos nos embarcamos con la esperanza de que en el río se sentiría un poco más de fresco que en la ciudad, como así fue, aunque por momentos había que buscar las sombras en las zonas cubiertas del barco. La verdad es que es un agradable viaje que permite unas vistas distintas de la ciudad. Si así lo deseas, a través de unos cascos con traducciones en distintos idiomas, puedes ir escuchando una breve historia de la ciudad y algunas curiosidades acerca de la misma. No es una lección de historia pero proporciona alguna información interesante. El viaje dura 1 hora, aunque hay la posibilidad de desembarcar en la isla Margarita, un pequeño parque dotado de un balneario de aguas termales, un teatro al aire libre, bares, restaurantes... Ideal para pasar un rato tranquilo. Luego podrás tomar el siguiente barco para volver al punto de partida o cruzar el puente Margit y continuar andando.
   Un ratito en el spa del hotel y listos para salir a cenar. Ya nos estábamos habituando a los horarios europeos así que apenas eran las 9 y, en consecuencia, las terrazas estaban muy concurridas. Finalmente encontramos un sitio en una buena vinoteca . A pesar del calor nos decidimos a probar el goulash húngaro, una mezcla entre una sopa y un guiso de carne, que resultó estar exquisito, como lo estaba un estupendo entrecot.

Jueves, 15. Budapest
   Un autobús, el número 8, nos acercó a la base de la colina en la que está la Ciudadela. Después de una subida de unos 20 minutos se llega a la fortaleza militar, construida por los austríacos para mostrar su poder militar sobre los húngaros después de la revolución húngara de 1848-1849. En la actualidad en su interior se recrea un bunker de la 2ª guerra mundial y se puede visitar. Subiendo un poco más se llega a la Estatua de la Libertad. Sobre un gran pedestal se levanta una estatua de 14 m de altura de una mujer levantando una hoja de palma en sus manos. Se construyó en 1947 para conmemorar la liberación del régimen fascista. Desde el entorno de la estatua se obtienen unas estupendas vistas de la ciudad. Y también desde allí sale un pequeño camino serpenteante que desciende entre una zona arbolada hasta llevarnos justo enfrente del hotel Gellert en donde se encuentran unos maravillosos baños termales. Decidimos dejar la visita para más tarde y cruzamos por el precioso puente de la Libertad. Justo al otro lado está el mercado central, en un precioso edificio de 1897, restaurado en el año 1994. Además de encontrar todo tipo de productos húngaros, en la parte superior hay puestos de comida bastante baratos.

Era poco más de mediodía y hacía tanto calor que tenía la camiseta empapada, así que entramos a comprar una en una tienda de recuerdos, atendida por una amabilísima persona con la que, a pesar de hablar solo húngaro, tuvimos una larga conversación, sin saber muy bien como nos entendimos. Era un gran amante del fútbol y todo empezó por ahí; él fue el que nos dijo que Puskas estaba enterrado en San Esteban.

Un paseo en el tranvía número 2 y de nuevo el bus 16 nos dejó en Buda al lado del hotel Hilton. Fuimos a comer allí atraídos por las espléndidas vistas que se disfrutan desde el comedor. Además el ambiente tan fresco del comedor era muy de agradecer en un día en que se rondaban los 40º con una humedad terrible. Estábamos solos así que pudimos elegir una mesa junto a un gran ventanal con una preciosa panorámica del río y el parlamento. Una comida bastante buena que, con postre, cervezas y vino no llegó a 65 €. El precio fue otra de las razones por las que nos fuimos al Hilton.

En la calle hacía un calor terrible, así que nos fuimos hacia los baños Szechenyi (3.500 HUF). De camino, hicimos una parada para visitar el edificio de la ópera, del que nos habían dicho que tiene unos interiores preciosos, pero eran las 5 y la última visita era a las 4 de la tarde, así que cogimos el metro y la parada está justo enfrente al balneario. Nos asomamos desde el exterior y vimos que estaba lleno hasta la bandera. Era una especie de piscina municipal sin apenas sitio para nadar. Eso nos desanimó y decidimos ir a Gellert. Antes dimos un paseo por el parque Városliget, en el que están los baños, pasando por la Plaza de los Héroes, muy aparatosa pero de un estilo que nos resulta muy poco atractivo. Lo que sí nos gustó, a pesar de estar en obras el lago que lo rodea, fue el entorno del castillo Vajdahunyad.

   De nuevo al metro y en unos minutos estábamos en los baños Gellert. Muchísima menos gente que en Szechenyi. La piscina central interior es preciosa. En España se hizo muy famosa a raíz de un anuncio de Danone, hace ya varios años. Además hay otra piscina exterior bastante bonita, con olas incluidas, y otras más pequeñas de agua fría o caliente, además de una sauna. Los interiores necesitan unos retoques pero en conjunto es un sitio que merece la pena. Las instalaciones cierran a las 8 de la tarde, pero a partir de las 7 se fueron quedando casi vacías lo que era un alivio al lado del mogollón que había en los otros baños. Para dejar tus cosas puedes elegir entre una cabina o una taquilla, más económica. En este caso te dan una especie de pulsera que hace las veces de llave y que a la salida tienes que dejar. La entrada costaba 3.900 HUF con cabina y 3.600 HUF con taquilla. Si entrabas después de las 6 de la tarde el precio era de 3.450 HUF. No sabemos porqué pero nos cobraron 2.700 HUF (10 €) por persona.

   Muy relajados y fresquitos fuimos disfrutando de las calles de la ciudad hasta llegar a una terraza que ya nos había llamado la atención el día anterior en la que, a pesar del nombre, Casablanca, ofrecían chuletones de casi 1 kg. de un tipo especial de cerdo de las montañas. El dueño o encargado era un tipo un tanto especial, con mucho rollo, que hablaba español o lo que fuese necesario, y que nos contó una película sobre una oferta especial en esos días y otras maravillas, vamos, de esos que te venden una catedral. La verdad es que el chuletón estaba muy bueno, aunque la oferta no lo era tanto, pero tampoco era un precio fuera de lugar.

De vuelta al hotel pasamos por delante de un restaurante en un edificio muy bonito con una terraza muy agradable y una pinta estupenda. También había habitaciones en los pisos superiores. Se llama Gerloczy.

Viernes, 16. Budapest - Mauthausen - Kognissee (600 km)

   El viaje de vuelta lo hicimos directamente por autopista. Como vimos que pasaríamos al lado de Mauthausen decidimos hacer una parada para visitar el campo de concentración. Dejamos la autopista unos 20 km antes de Linz y llegamos al pueblo de Mauthausen. Allí no vimos ningún tipo de referencia al campo, por lo que acabamos preguntando y llegamos, aunque sin ver ninguna indicación específica. Apenas había nadie, eran las 2 de la tarde y hacía un calor espantoso. Las enormes esplanadas de cemento resultaban desoladoras. La visita es un tanto sobrecogedora, especialmente las salas de la cámara de gas y los hornos crematorios. Hay una sala en la que se recogen placas, fotos y testimonios de supervivientes y familiares. Sorprende comprobar el gran número de españoles que allí estuvieron.

   A pocos minutos está el río Danubio, que pasa por allí majestuoso. Aprovechamos la calma que trasmitía para comer un bocata a la sombra de unos árboles disfrutando del espectáculo.

   A media tarde llegamos a Schonau, al borde del  lago Kognissee. Es un pequeño pueblo repleto de casas de vacaciones diseminadas por toda la zona, tanto particulares como para alquilar. No teníamos reserva así que, aprovechando los carteles colgados en las fachadas, fuimos buscando las que estaban libres (frei). En la zona próxima al lago había muchas completas (belegt), por lo que nos alejamos un poco hacia las que estaban diseminadas por la ladera de la montaña y allí encontramos varias libres y nos decidimos por Haus Mariann (54 €). Sin duda, una buena elección. Una amplísima habitación con un gran balcón en L todo alrededor y vistas al campo, repleto de flores y leñeros, un baño también con vistas y todo impecable. Y un buen desayuno, además de la amabilidad de Fraulein Marianne. Teníamos algo de comida y unas cervezas frías que acabábamos de comprar por lo que pensamos improvisar una cena en una pequeña mesita dispuesta en el balcón. Pensamos que nos vendría bien enfriar un poco más la cerveza y un par de tomates para completar el menú (teníamos unas cuantas botellitas de 1dl de buen aceite de oliva que siempre llevamos en nuestros viajes). Nuestra anfitriona solamente hablaba alemán y no fue difícil hacerle entender que pusiese un ratito las cervezas en el congelador pero pedirle si tendría un par de tomates resultó bastante más complicado. Nos reímos un buen rato intentando entendernos sin éxito, hasta que llamó a un nieto que hizo de intérprete. Cuando entendió la petición no paraba de reirse. Se metió en la cocina y unos minutos después apareció con un plato con quesos, embutidos y unos riquísimos, aunque pequeños, tomates (una pena que se hubiese tomado tan literalmente lo de un par de tomates). Una cena estupenda bajo las estrellas.

Sábado, 17. Königssee

   Marianne nos había dicho que solamente tenía disponibilidad para una noche y no dos como queríamos, pero por la mañana nos dijo (sin intérprete) que una hermana suya tenía una habitación libre. Hablamos con ella por teléfono pero no alquilaba menos de 2 noches. Aunque en principio le dijimos que no, por la tarde, después de ver el entorno y conocer algunas de las muchas posibilidades que ofrecía decidimos quedarnos una noche más por lo que finalmente nos quedamos en la pension Nestle.

   A las 9 de la mañana estábamos el embarcadero para tomar un barco que atraviesa el lago Kögnissee (12´80€). Con salidas cada 20 minutos en verano, en poco más de media hora se llega al monasterio de San Bartolomé. Es un bonito paseo para disfrutar del lago encajonado entre montañas que tienen su techo en los 2.713 m del pico Watzmann. En un momento del viaje, a la altura del acantilado llamado Echowand, el capitán del barco muestra sus dotes de trompetista para que los viajeros puedan comprobar el famoso eco de Königssee (a continuación se paseará entre el pasaje a la espera de su propina). El viaje se puede continuar durante 20 minutos más hasta el lugar de Salet y desde allí, en un paseo de 20 minutos se puede alcanzar el pequeño lago de Obersee enclavado en un lugar espectacular.

La capilla del monasterio es una hermosa iglesia con unas preciosas cúpulas rojas que conforman un fascinante perfil que hacen del lugar, con las impresionantes montañas al fondo, un paraje de gran belleza. El barco permite disfrutar de esta panorámica desde la lejanía hasta llegar a su lado. Es un sitio muy bonito, quizás un poco sobrecargado de gente en algunos momentos, aunque ese día no resultaba en absoluto agobiante. De todas formas, a poco que te alejes de la capilla la tranquilidad es absoluta. Y hay muchas posibilidades para hacer senderismo en la zona. Nosotros continuamos por un precioso sendero entre hayas al borde del lago. Durante unos 30 minutos es un paseo de los más relajante para después, poco a poco, comenzar una ascensión que en unas 4 horas te lleva desde los 600 m del lago hasta el refugio de Karlingerhaus, a 1.633 m. Sabíamos que no tendríamos tiempo para subir y bajar en el día, así que subimos durante casi 1 hora disfrutando del sepenteante camino y de las maravillosas vistas del lago que de repente aparecían en algunos claros del bosque. Al bajar la recompensa fue un baño extraordinario en las transparentes aguas de Königssee. En el camino nos encontramos con un grupo de montañeros alemanes, uno de los cuales había vivido en Argentina, por lo que aprovechamos para pedirle información de la zona. Nos habló tan bien de una excursión por los picos que rodean el lago que acabamos decidiendo quedar una noche más para hacer parte de ese recorrido.

Al lado de la capilla hay un restaurante donde se pueden degustar, sentado o de pie en algunas de las mesas dispuestas para ello, los peces del lago a unos precios muy razonables (alrededor de 5 €). Y estaban realmente buenos (además no ponían la bola de masa).

A la vuelta nos instalamos en la pension Nestle (54´20 €), en las afueras de Schonau. De camino vimos que había un buen número de habitaciones y apartamentos libres. Es también una casa muy agradable, con un bonito jardín. Y la anfitriona, Marianne, una persona muy amable, además de buena conocedora de la zona, que coincidió con la recomendación que nos habían hecho esa mañana.

Nosotros no teníamos tiempo para hacerlo completamente pero la idea es sumamente atractiva y decidimos que haríamos la primera parte. Se trata de rodear el lago Königssee por las montañas haciendo noche en 3 refugios de montaña. Una opción es subir en teleférico desde Schonau al pico Jenner (1.800 m) (aunque también se puede hacer a pie) y desde allí ir al refugio de Gotzenalm (1.685 m), un sitio maravilloso, la segunda etapa termina en el refugio de Wasseralm (1.423 m), según nos dijeron, un sitio perdido en el tiempo, sin luz eléctrica, donde solo se ofrecen unos camastros pero con un encanto increible. Se sigue desde allí a Karlingerhaus y por último se desciende a St. Bartolome para volver en el barco a Schonau. Desde uno a otro refugio se tarde de 4 a 6 horas. Más información en http://www.huettenwirte.com/

Otra de las visitas típicas de la zona es la subida en autobús por una preciosa carretera de montaña, a Kehlsteinhaus (1.834 m), a donde se llega después de pasar por un túnel de 124 m y subir otros 124 m en un ascensor. Es una casa que el partido nacionalsocialista regaló a Hitler en su 50 cumpleaños, pero que apenas visitó. A pesar de las espléndidas vistas y del posible interés, nos dijeron que solía haber mucho turismo por lo que decidimos no hacer la visita.

   Aún nos quedaba tiempo para conocer el hermoso pueblo de Berchtesgaden. Paseamos por sus tranquilas y limpísimas calles, admirándonos del buen gusto que se ve en todos los pueblos, sin ninguna construcción que desentone, con flores por todas partes. Comenzaron a caer unas gotas, las primeras desde que habíamos iniciado el viajes, así que nos refugiamos bajo las sombrillas de una terraza dispuestos a cenar aunque eran poco más de las 8, adaptándonos a los horarios locales. De nuevo lo intentamos con el codillo pero, aunque no estaba mal, no era el plato exquisito que estábamos buscando. La lluvia fue a más y, cuando la jarra de cerveza comenzaba a estar cada vez más llena, de agua, tuvimos que acabar cenando en el interior donde otros españoles cenaban también así que las felicitaciones mutuas por el mundial no tardaron en llegar, a las que se sumaron algunas camareras y el cocinero.

Domingo, 18. Königssee

   El desayuno, como en casi todas partes, muy bueno: café, té, queso, embutidos, cereales, panes de varios tipos, mantequilla y mermelada, fruta, zumo de naranja (a veces natural) y, en este caso, un yogur, que parecía casero, riquísimo. En algunos casos también huevo cocido o pasado por agua.

   Pero el día amaneció totalmente cubierto de niebla amenazando nuestros planes. Poco a poco se fue disipando en el valle pero las cimas estaban totalmente cubiertas. Nos acercamos a la estación del funicular con la intención de subir a las 9 pero, debido al mal tiempo, no funcionaría hasta al menos a las 10, a la espera de una mejoría.

   Mientras tanto nos acercamos a Malerwinkel, la esquina de los pintores, un lugar desde el que se obtienen unas preciosas panorámicas del lago con la capilla de St. Bartolome al fondo. Un poco antes hay un café en el que también se ofrecen habitaciones desde donde se disfruta de unas vistas inmejorables. Continuando el sendero, en unos 45 minutos estábamos nuevamente en la estación del funicular. En el interior hay una pantalla que muestra una vista de la cima del pico Jenner. Cuando llegamos la niebla se había disipado en la cima y las cabinas estaban listas para funcionar (15´90€ i, 20´80€ i/v), pero cuando ya entrábamos vimos que la imagen de la pantalla había desparecido completamente. Cuando llegamos arriba no se veía mucho más allá de 20 ó 30 m. Para llegar a la cima del pico hay que caminar todavía unos 20 minutos y, entre la niebla, eso hicimos. Una vez arriba la niebla comenzó a desaparecer y por unos momentos teníamos ante nosotros una preciosa vista de las montañas, el valle y parte del lago. Unos minutos después todo se volvió a cubrir. En el camino de bajada nos entretuvimos viendo una especie de lagartijas totalmente negras y con una piel viscosa que se cruzaban en el camino parándose en todo tipo de posiciones acrobáticas, a veces dos o tres juntas. Al llegar a la estación eran casi las 11 y media, pero decidimos seguir con nuestro plan y comenzamos a bajar por un sendero en dirección a Gotzenalm.
   Al perder altura la niebla fue desapareciendo completamente. Pronto comenzaron a aparecer grandes praderas en cuesta donde un buen número de vacas daban cuenta de una hierba fresquísima. El camino sigue entre grandes abetos y otros tipos de pinos con algunas pendientes un tanto exigentes de vez en cuando. Tuvimos un pequeño despiste al confundir Königsbachalm, el nombre de una zona por la que debíamos pasar, con Königstalalm. No prestamos mucha atención y nos pareció que era lo mismo. Luego nos explicarían que Köngis-bach-alm significa casa (alm) de la cascada (bach) en Königs mientras que Königs-tal-alm es una casa (alm) en el valle (tal) en Königs. Una dura subida de media horas que nos valió para aprender un poco de alemán. Cuando llevábamos unas dos horas andando llegamos a una pequeña granja donde los propietarios ofrecían leche, cerveza y bocadillos de queso o jamón. En unas mesas de madera dispuestas en el exterior nos sentamos a disfrutar del entorno mientras reponíamos fuerzas. Un poco más allá había otra granja aunque un poco más montada y con más variedad. Seguimos todavía un rato más pero comprendimos que no tendríamos tiempo para llegar a nuestro destino por lo que decidimos dar la vuelta. En el camino fuimos charlando con una chica alemana que también había vivido en Argentina y que trabajaba en el parque natural y nos confirmó que la zona del refugio de Wasseralm es un sitio especialmente bonito.

Queríamos tomar una cena rápida y nos sentamos en la terraza, vacía, del restaurante Jennerkasser, pero al poco comenzó a hacer un poco de frío y nos tuvimos que ir al interior, con la agradable sorpresa de ser un sitio muy acogedor. En la carta había una sección con un gran número de platos a base de setas, casi todas cantarelas. Nos decidimos por un revuelto que estaba exquisito, lo que completó una buena cena por 48 €.

Lunes, 19. Königssee - Grossglocker - Krimml (160 km)

   La carretera en dirección a Zee am See es muy bonita, con muchas curvas y encajonada entre montañas en sus primeros kilómetros. Nos llamó la atención que en esa zona delante de muchas casas había unos grandes muñecos de tamaño natural representando personas en actitudes de lo más diverso o una especie de trolls. Paramos para descansar un poco en Zee am See, un pueblo también al borde de un lago, muy renombrado, pero que nos gustó menos que muchos de los que habíamos visto. Fue el único sitio en donde sufrimos una pequeña retención por el tráfico, lo que no es extraño ya que es un sitio muy turístico y solo hay una pequeña carretera que pasa por el centro de la población. También aquí vimos varias mujeres con el burka.
   No nos paramos mucho y seguimos con intención de pasar por la carretera de Grossglockner. Es una carretera alpina que discurre a lo largo de 48 km con 36 curvas señalizadas (aunque en realidad hay muchas más) entre los pueblos de Fusch (805 m) y Heiligenblut (1.301 m) alcanzando una cota máxima de 2.504 m en Fuscher Torl. Hay que pagar un peaje de 28 €. En su trazado hay distintos puntos de interés (miradores, centros de exposiciones, centro de visitantes...). Enseguida se va ganando altura y la carretera se va haciendo más espectacular. Uno de los lugares más llamativos parece ser Fuscher Torl, con un mirador desde donde se divisan gran número de picos de más de 3.000 m, a juzgar por una foto panorámica que había en la cima porque según íbamos subiendo fue apareciendo una niebla cada vez más espesa que, al llegar a este punto, impedía ver mucho más de allá de 20 o 30 m. Además la temperatura había bajado hasta los 8º. Un tanto decepcionados comenzamos a bajar hasta pasar el túnel de Hochtor y, después de 300 m, fue como si hubiésemos cambiado de día. La niebla prácticamente había desaparecido e incluso se asomaban algunos rayos de sol. Allí se concentraban un buen número de moteros de los muchos que cada día recorren esta carretera.
   Continuamos bajando unos kilómetros para de nuevo subir hasta el punto conocido como Kaiser Franz Josefs Hohe, donde está el centro de visitantes. Este es otro de los lugares más admirados del recorrido desde el que hay unas imponentes vistas sobre el pico Grossglockner (3.798 m), el más alto de Austria, y el glaciar Pasterzengletscher. Cuando llegamos, poco después de las 5 de la tarde, se estaba marchando todo el mundo y nos quedamos allí un buen rato admirando la hermosa panorámica que tenía un aspecto un tanto irreal hasta quedarnos casi solos. Es una carretera realmente espectacular, aunque la niebla nos estropeó parte de la visita. De todas formas, como comentaremos más adelante, estuvimos en otra que no tiene que envidiarle. Empezamos a bajar de nuevo, obteniendo distintas vistas, siempre preciosas, del Grossglockner. Una especialmente bonita se obtiene desde la carretera al llegar al pueblo de Heiligenblut con su iglesia recortándose sobre las montañas entre las que destaca el Grossglockner.

Nuestro destino era Krimml y quizás el camino más corto sería volver hacia atrás por Grossglockner pero preferimos seguir hacia el sur en dirección a Lienz y allí volver hacia el norte. Es una bonita carretera entre montañas en la que se pasan algunos túneles por lo que en algunas zonas hay que pagar peaje. Krimml es un pequeño e idílico pueblo entre montañas. En un extremo del mismo están diseminadas varias granjas y en muchas de ellas alquilan habitaciones. Nos quedamos en Muhleggraver (44 €), una sencilla casa de campo regentada por la familia Scharler. La Sra. Scharler solamente hablaba alemán pero eso no fue obstáculo para que nos trasmitiese su amabilidad e incluso nos diese algunas indicaciones que le pedimos. Nos alojó en una habitación muy amplia con un gran balcón lleno de flores, mucha luz y bonitas vistas, además de estar limpísima. Por la mañana, un buen desayuno en un sencillo comedor con ambiente familiar.
Un paseo por el pueblo nos llevó hasta la plaza en donde terminaba la proyección de una película al aire libre, con los espectadores cubiertos con una manta porque la temperatura había bajado muchísimo al desaparecer el sol. Nos gustó el hotel Krimmller-Falle, con un agradable comedor y allí nos quedamos a cenar. Una especie de brasero pero con un buen fuego en el exterior nos animó a sentarnos en la terraza. Al poco comentamos que no estaría de más acercar el fuego y unas personas del pueblo que estaban en la mesa de al lado al darse cuenta de ello se levantaron y nos colocaron esa especie de chimenea portátil a nuestro lado, lo que agradecimos mucho. Cenamos estupendamente (el entrecot de ternera estaba exquisito), con vino y postre incluido por 48 €.

Martes, 20. Krimml - Timmelsjoch - Solden (230 km)

   El principal atractivo de Krimml es su impresionante cascada que con un desnivel de 390 m (desde 1.070 a 1.460 m) en 3 niveles está considerada la mayor de Europa y la 5ª del mundo (quizás en longitud porque desde luego en caída libre no lo es). Hay varios aparcamientos de pago para dejar el coche en el pueblo, pero saliendo unos 500 m hay uno gratuito. Desde allí se llega en 10 minutos al punto de acceso para la visita. Hay que pagar una entrada de 3´75 €. Se puede llegar hasta el punto más alto de la cascada siguiendo un camino que discurre durante 4 km serpenteando, sin perderla nunca de vista, con algunos tramos con cierta pendiente, perfectamente trazado y adaptado para que cualquiera pueda subir, aunque con mucho respeto por el entorno. Hay varios miradores que permiten disfrutar de estupendas vistas desde todos los ángulos. En la cima hay un restaurante y algunas tiendas.
La cascada es bonita pero, a nuestro juicio, tanto montaje le quita espectacularidad. En todo caso, conviene subir a primera hora, nosotros lo hicimos a las 9 de la mañana y poco a poco íbamos quedándonos solos lo que nos permitió pararnos en muchos miradores sin nadie más. Pero cuando iniciamos el camino de bajada subía una enorme cantidad de gente que hacía que por momentos hubiese que pararse y esperar turno si querías acercarte a algún mirador.

   Después de haber estado los últimos años en Noruega e Islandia en donde disfrutamos de muchas cascadas en estado casi virgen nos fuimos pensando que preferimos una naturaleza menos accesible...

   De camino a Innsbruck la carretera asciende rápidamente y proporciona unas bonitas vistas de la cascada en toda su extensión. También aquí hay que pagar un peaje (7'5 €). En Innsbruck hicimos una breve parada. Es una bonita ciudad, con mucho movimiento. La plaza central y su entorno estaba repleta. Resultan muy llamativas sus calles con casas de todos los tipos y colores, con dibujos alegóricos a todo tipo de temas sobre sus fachadas, en los que predominan los históricos y religiosos.

   El camino más corto para ir a Solden sería seguir la autopista hasta Otztal y luego seguir al sur, pero en el mapa vimos que, aunque haciendo unos pocos kilómetros más, también se podía ir pasando por San Leonardo in Passiria, en Italia, y luego ir hacia el norte. Seguimos la autopista en dirección a Bolzano (Italia), que abandonamos en Vipiteno. A partir de aquí, con algún que otro despiste, seguimos en dirección a San Leonardo y pronto la carretera se fue haciendo más estrecha y sinuosa comenzando a subir por unos preciosos parajes hasta llegar al passo Giovo o Jaufenpass (2.094 m) desde donde se disfrutan unas preciosas vistas de las montañas de los alrededores. La bajada hasta San Leonardo tiene un sinfín de curvas y nuestro GPS, al que le habíamos indicado como destino Solden, comenzó a decir que diésemos la vuelta. Pensamos que habría problemas con la recepción de los satélites pero en cada desvío nos sugería volver hacia atrás. Comprobamos en el mapa que no estábamos equivocados y seguimos. Poco después de pasar San Leonardo comprendimos lo que ocurría cuando de nuevo iniciamos una carretera de montaña y una señal indicaba que el paso por esa carretera estaba prohibido en verano de 8 de la tarde a 7 de la mañana (en invierno la prohibición es más restrictiva). Eran las 7 y estábamos a unos 15 km de la cima así que pensamos que no habría problemas y continuamos.
   La carretera no tiene nada que envidiarle a la de Grossglockner (además de ser gratuita), con un sinfín de curvas que te devuelven en sentido contrario al que llevas y que asciende sin cesar proporcionando unas maravillosas vistas. En algunos tramos es muy estrecha y bordea unos precipicios que imponen respeto. Poco antes de llegar a la cima, ya en Austria, después de una curva te encuentras frente a frente con unos imponentes picos dando la sensación de que los puedes tocas con la mano. Nos resultó realmente mucho más impresionante que la otra carretera y además, aunque auqella se lleva la fama, esta sube a más altitud todavía, llegando a los 2.509 m en Timmelsjoch (passo Rombo en italiano). En la cima hay un pequeño restaurante y una curiosa construcción que hace las veces de mirador y en la que hay una exposición relativa a la construcción de la carretera. Había una gran sensación de soledad en la cima (al menos cuando estuvimos) y la temperatura había bajado hasta los 9º, a pesar de que hacía un día precioso. Los picos de alrededor resultan aquí muy próximos y las vistas son impactantes. Todo esto hizo hizo que la subida a este puerto nos resultase especialmente atractiva. No es menos espectacular la bajada, con curvas de 180º una tras otra.
   Habíamos salido de Innsbruck a las 5 de la tarde y llegamos a Solden, distante 120 km, pasadas las 8. Claro que con varias paradas para disfrutar de tan magnífico entorno, pero en el entorno de Timmelsjoch hicimos una media de poco más 20 km/h en viaje.

   Nuestra intención inicial era alojarnos en Solden pero el pueblo nos defraudó, nos pareció un complejo para alojar turistas, sin demasiado interés. Fue el único pueblo que no nos gustó de todos en los que estuvimos, así que seguimos unos kilómetros más buscando algún pequeño pueblo con más interés donde quedarnos. A pocos kilómetros vimos una pequeña aldea, Aschbach y nos desvíamos hacía allí. Enseguida encontramos una guesthouse con el cartel de Frei y allí nos quedamos, en una habitación de Haus Bellevue, amplia, impecable, con su balcón lleno de flores, un estupendo baño y una bonita vista de las montañas y el río. Y, por supuesto, un buen desayuno. Todo por 40 €.

   Por recomendación de nuestra anfitriona nos fuimos a cenar en el cercano pueblo de Huben, un agradable lugar con bastante oferta hotelera pero mucho más tranquilo que Solden. El restaurante recomendado así como el hotel en el que eran muy atractivos pero no pudimos cenar. Eran las 9 y 10 minutos y la cocina cerraba a las 9 (!!). Esa puntualidad tan estricta con los horarios de los restaurantes es algo un tanto exasperante.. Evidentemente eso mismo ocurría con todos los restaurantes. La única opción, cenar en el restaurante italiano. Una cena para matar el hambre sin más pretensiones...

Miércoles, 21. Solden - Berwang (90 km)

   Hay muchísimas opciones en la zona para hacer senderismo y, con la ayuda de nuestra anfitriona, perfilamos una ruta para hacer por las montañas que nos habían sugerido en la oficina de turismo de Solden. Desde el pueblo (1.350 m) comenzamos la subida entre pinos que nos llevó tras una larga y a veces dura subida de unas 2 horas hasta Stallwies Alm (1.842 m), un hermoso lugar en donde hay un agradabilísimo restaurante con una magnífica terraza. Charlamos un poco con el encargado, una persona muy amable, que nos hizo algunas sugerencias sobre el camino que seguir.
   Media hora después pasamos por Kleble Alm (1.983 m), un grupo de unas pocas casas con otro restaurante y y, en pleno descenso, pasamos por Lochle Alm. Este es un lugar especial, un par de casas y un pequeño restaurante, mucho más modesto que los otros, pero con mucho encanto, especialmente por las dos hermanas que lo atienden. Unas fresquísimas cervezas que se refrescaban en una fuente bajo el chorro de agua fría fue el colofón perfecto para una mañana de marcha. Nos sentamos a comer y no nos resultó fácil elegir entre los pocos platos del menú porque todo estaba en alemán y lo único que alcanzabamos a entender era lo de Frankfurt.... La señora que nos atendía no dudó en traer de la cocina algunos de los ingredientes para que supiésemos de que se trataba y luego se valió de los otros dos únicos clientes que hablaban francés y alemán para que hiciesen de intérpretes. Así entendimos que el pastel que nos ofrecía como postre lo había hecho hecha, si nos gustaba, su hermana en caso contrario. El caso es que estaba exquisito.

   El camino discurre ahora por una preciosa zona bordeando un río aunque a bastante altura sobre el mismo.

   Un tranquilo viaje en coche de poco más de 1 hora y estábamos en Berwang. Allí teníamos reservado un apartamento para las últimas 3 noches, en Falger Ferienwohnungen (55 €). Es una bonita casa en la que viven los dueños en la planta baja y alquilan dos apartamentos en la planta superior. Habíamos visto las fotos en internet pero nos quedamos gratamente sorprendidos porque nos pareció mucho más bonito y amplio de lo que esperábamos. Tenía un gran salón con acceso a un balcón, desde el que se disfrutaba de una vista del campo y de las montañas de lo más relajante, y una buena habitación con acceso a otro. Además de un buen baño, con vistas, y una completísima cocina. Todo estaba impecable. En el precio estaba incluido el uso de un garaje cubierto justo enfrente de la casa. Como bienvenida, la señora Falger nos subió dos generosas porciones de una riquísima tarta que ella mismo había hecho. Además nos proporcionó mucha información y nos facilitó un estupendo mapa de la zona.

   No necesitamos mucho tiempo para recorrer todo el pueblo, que nos gustó mucho, el sitio ideal para pasar unos días de relax, con ambiente de pueblo, sin apenas turismo. Solo faltaba ponerle música al momento y de eso se encargó la banda local que actuaba en un cuidado escenario preparado para tal efecto. Como colofón una cena en el restaurante Gasthof Rose (26 €), donde probamos una de las especialidades tirolesas, Tiroler Gröstl, una especie de potente revuelto con verduras y carne muy bueno.

Jueves, 22. Berwang - Zugspitze - Oberammergau - castillo Linderhof Berwang (100 km)

   Las previsiones meteorológicas eran buenas para hoy y no tanto para el día siguiente, así que aprovechamos para subir al Zugspitze (2.962 m), el pico más alto de Alemania. Hicimos la subida en teleférico, bastante caro (34´50 €, 2 menos con la tarjeta de la guesthouse). La subida es la más impresionante de las que hicimos. Especialmente cuando la cabina se queda suspendida durante unos minutos a una gran altura, cerca ya de la cima, esperando a que pase la que viene de la arriba antes de continuar. Desde allí se observa bien el camino que permite hacer la ascensión a pie que, pasa en la última parte, por algunos tramos que aparentan ser un tanto complicados. Como describir la vista desde la cima, el circo del Zugspitz aún con restos de nieve, montañas de más de 2.000 m en 360º o el valle de un intenso color verde con los pueblos de Lermoos (Austria) y Garmisch (Alemania) entre otros muchos. En la propia cima pasas en unos metros de estar en Austria a estar en Alemania.






































   De camino a Oberammergau pasamos por la basílica d´Ettal, un edificio impresionante, tanto en su exterior como en el recargadísimo interior con una gran profusión de dorados. Si entras por la parte trasera la basílica se convierte en la fábrica de la cerveza Ettaler. A 1 km de Oberammergau nos encontramos de repente con un intenso tráfico y vemos que algún policía y otras personas nos obligan a aparcar en un aparcamiento, previo pago, en las afueras del pueblo. Lo dejamos allí un tanto confusos, por esto y por la cantidad de gente que había, la gran mayoría de bastante edad. Cuando llegamos al pueblo nos dimos cuenta que la mayoría de la gente caminaba en un mismo sentido. Veíamos muchos motivos alusivos a escenas de la pasión de Cristo por todas partes y comprendimos el porqué cuando vimos que todo el mundo se dirigía hacia un teatro en donde se representaba la pasión de Cristo, en una representación en la que participan varios cientos de personas del pueblo. Esta escenificación se celebra desde 1633 como consecuencia de una promesa de los vecinos si eran protegidos de una epidemia. En la actualidad se celebra cada 10 años, con 3 representaciones diarias. Una vez que comenzó la representación el pueblo se quedó casi desierto y pudimos disfrutar con tranquilidad de la gran cantidad y calidad de los frescos que decoran sus casas, el otro hecho por el que es conocido. En algunas fachadas se cuentan verdaderas historias con las imágenes.

   Muy cerca del pueblo está el castillo de Linderhof (8 €). Es uno de los 3 que mandó construir Luis II de Baviera, el rey loco. Es realmente la obra de un loco. Los interiores son sorprendentes. En cada sala predomina un color de una forma abrumadora. Un derroche de lujo: jarrones de Sevres, lámparas de marfil y dorados por doquier. En los techos unos frescos con imágenes de angelitos terminaban con sus piernas en 3 dimensiones sobresaliendo de las pinturas. En frente al dormitorio, en el exterior, una preciosa caída de agua que termina en una hermosa fuente, construida de forma que el rey pudiese contemplar la panorámica desde su cama. Todo con una mezcla de estilos: rococó, renacentista, jardines ingleses y hasta un pabellón morisco. Es todo tan excesivo que resulta bonito. En los jardines, fuentes, lagos y estatuas doradas, algunas muy bonitas, por todas partes. Por si fuera poco, hay una cueva artificial con un pequeño lago, estalactitas y una cascada construida exclusivamente para representar un episodio de la ópera Tannhäuser, de Richard Wagner, amigo personal del rey. Visconti rodó una escena de su película Ludwig en esta cueva. Realmente merece la pena la visita y disfrutar de los preciosos jardines del entorno. Aunque nosotros tuvimos que suspender bruscamente la visita porque comenzó a llover de una forma torrencial, y tuvimos que irnos precipitadamente al coche, a donde llegamos empapados. Afortunadamente, teníamos algo de ropa para cambiarnos.

   De vuelta a Berwang paramos en el precioso lago de Amsee, antes de seguir circulando varios kilómetros a su lado. Tiene el atractivo de estar encajonado entre montañas sin prácticamente ninguna construcción en sus orillas, salvo unas casas y un pequeño restaurante en uno de los extremos.

   Cuando abandonamos el lago comenzó a llover durante unos minutos de una forma tan intensa que apenas se veía la carretera y a punto estuvimos de tener que parar, pero unos kilómetros más allá no había rastro de tormenta y prácticamente ni había llovido en todo el día.

   Ese día, aprovechando que teníamos cocina, para cenar, además de otras cosillas, nos preparamos un estupendo solomillo de ternera que habíamos comprado en el pueblo (bastante caro, a 30 €/Kg) con un buen vino de la zona. Como postre, otro riquísimo pastel que nos había regalado la señora Falger. Además, unas maravillosas vistas desde la terraza, el olor del campo mojado y una agradabilísima temperatura. Y una compañía inmejorable, hicieron que fuese una cena para el recuerdo.

Viernes, 23. Berwang - castillo de Neuchswanstein - Berwang

   La visita al castillo Neuchswanstein (9 €) fue quizás la decepción del viaje.

    No teníamos intención de entrar sino de pasear por la zona y acercarnos al puente Marienbrücke para disfrutar de una de las mejores vistas del castillo. Y quizás continuar el sendero después del puente. Pero, como ya hemos dicho al principio de la entrada, una mala información nos llevó al interior del castillo y para eso tuvimos que esperar 2 horas (al comprar la entrada te dicen tu hora de visita guiada, dependiendo del idioma que elijas). A pesar de que no era un día de demasiado movimiento. Desde la zona del aparcamiento, donde se compran las entradas, hay una subida hasta el castillo. Se puede subir a pie por un sendero en poco más de 30 minutos. O en autobús (1´80 € subir, 1 € bajar) o en un lentísimo coche de caballos ( 6 € subir, 3 € bajar). Nos pareció mucho más bonito Linderhofy además resulta un tanto agobiante entrar en las salas con un grupo, sintiendo la presión del siguiente que está en la puerta esperando a que tu salgas. Es una visita a la carrera de 35 minutos que no nos dejó buen sabor de boca. Lo mejor, la cocina que visitas ya sin guía y que, además de bonita, resulta increíblemente moderna para la época de su construcción. Por ejemplo, los humos se extraían bajo tierra por unos tubos y hacían girar la rueda en la que se asaban los cerdos o corderos.
   Justo al lado de la puerta de salida está el sendero que continua hasta el puente Marienbrücke a donde fuimos. Realmente las vistas del castillo son muy bonitas y también lo es todo el entorno, especialmente el río que discurre casi 100 m más abajo. No pudimos continuar el sendero que sigue subiendo hacia la montaña porque de nuevo una tormenta descargó con mucha fuerza y una intensa lluvia nos obligó a marchar  precipitadamente. Desde la carretera que va del aparcamiento al pueblo de Schwangau también se obtienen unas bonitas vistas del castillo que aparecía y desaparecía entre la niebla.
   Volvimos con la intención de hacer alguno de los muchos senderos que hay en el entorno de Bergwan pero una lluvia machacona que ya no paró en todo el día, con momentos de mucha intensidad, nos impidió hacerlo. Aún así nos acercamos con el coche a un par de aldeas cercanas. Al volver le comentamos a nuestra anfitriona que habíamos visto montones de leña por toda Austria, colocada con un mimo increible en los leñeros que hay por doquier. Sin embargo, apenas habíamos visto chimeneas, ni en bares o restaurantes ni en las casas. Ella nos explicó que casi todas las casas tenían chimenea tirolesa. Es una chimenea cerrada, es decir, la parte que da al salón o a la dependencia que sea está totalmente cerrada, no se ve el fuego. La leña se mete por una pequeña abertura que da a una zona poco visible. Este sistema concentra mucho el calor y no se gasta tanta leña. Ella además tenía una cocina de leña, lo que no es infrecuente. Quizás sea práctico, pero resulta mucho más acogedora la chimenea abierta.

  Cenamos en el restaurante del hotel Edelweiss, que tiene unas impresionantes instalaciones, especialmente en la zona del spa. El comedor, un poco más modesto, resulta muy agradable.

   De camino a la casa una música nos sonó familiar y, a través de una ventana de un hotel vimos que un pequeño grupo de gente bailaba "Macarena"...

Sábado, 24. Berwang - Munich - aeropuerto Munich (160 km)

   Aprovechamos la mañana para hacer algunas compras en pequeñas tiendas del pueblo, mucho más agradable que en las recargadas tiendas para turistas.
   A media tarde llegamos a Munich. Aparcar el coche fue un pequeño quebradero de cabeza. Cuando ya habíamos encontrado un buen sitio en una calle céntrica vimos que había que pagar y además era muy caro. Decidimos irnos a la zona del hotel donde habíamos estado el primer día y allí había menos problemas. Una mujer nos explicó que allí a aquella hora ya era gratis hasta el lunes. De todas formas nos dió su ticket que era todavía válido hasta el lunes.
   Tuvimos tiempo para un paseo por el casco viejo de Munich. Cuando ya anochecía quisimos cenar en la terraza de la cervecería Hofbraun donde, a pesar de que estaba llenísimo, pronto conseguimos mesa, pero la desesperante lentitud del camarero acabó con nuestra paciencia y nos fuimos. Finalmente cenamos, muy bien, en uno de los restaurantes Augustiner, mucho más pequeño que los demás Augustiner que visitamos. Tenía un pequeño y acogedor patio en su interior con unas pocas mesas que resultaba muy agradable.
   Ya solo nos quedaba ir al hotel, cerca del aeropuerto. El GPS se bloqueó y nos hizo llegar con ciertas dudas, pero finalmente no tuvimos mayores problemas. El hotel Moevenpick (49 €, sin desayuno) está estupendamente situado si llegas muy tarde o tienes que madrugar mucho. Es un hotel funcional, con amplias habitaciones, limpísimas y un estupendo cuarto de baño. Tiene un aparcamiento exterior (9 €) y ofrece la posibilidad de recogerte o llevarte al aeropuerto.

Domingo, 25. Munich - Madrid

   Un poco antes de las 8 de la mañana, puntualmente, nuestro avión salía hacia Madrid, poniendo punto final a este atractivo viaje.

2 comentarios:

Isaac dijo...

La verdad es que pocas veces uno se encuentra un blog tan completo, descriptivo y elaborado como este.

Se nota que os gusta viajar y le poneis tanta pasión como a relatarlo así que desde hoy contais con otro fan incondicional del blog si os seguis animando a contar vuestras aventuras.

Un abrazo muy fuerte y gracias por compartirlas (y genial viaje el de Munich - Salzburgo - Hallstat - Budapest ...)

xmsg dijo...

Gracias por tus palabras, Isaac. Aunque tu blog, además de todo eso, tiene un precioso diseño. Las caricaturas son geniales.

Intentaremos seguir con los relatos. Lo que es seguro es que seguiremos viajando...

Unha aperta