03 septiembre 2011

Croacia, julio 2011


Finales del mes de mayo. El verano está a la vuelta de la esquina y todavía no hemos decidido el destino para nuestro próximo viaje. Poco a poco Escocia y Croacia van ganando puntos. Buscando información sobre estos destinos nos encontramos con la estupenda página de Mario, sobrecroacia. Fue el impulso definitivo para decidirnos por este precioso país.



Itinerario
Viernes, 8.  Madrid - París
Sábado, 9.  París - Ljubljana
Domingo, 10.  Ljubljana. Río Soca
Lunes, 11.  Ljubljana - gruta Postojna - Rovinj
Martes, 12.  Rovinj.  isla Katarina 
Miércoles, 13.  Rovinj. isla Rossa, Motovun, Porec
Jueves, 14.  Rovinj - Premantura - isla de Cres (Mali Losinj)
Viernes, 15.  Mali Losinj - lagos Plitvice (Jezera)
Sábado, 16.  Jezera - Lagos Plitvice - Tribunj
Domingo, 17.  Tribunj.  Zadar, Sibenik
Lunes, 18.  Tribunj - isla Prvice - Trogir
Martes, 19.  Trogir -  Split - isla de Hvar (Hvar)
Miércoles, 20.  isla de Hvar. islas Jerolim y Stipanska
Jueves, 21.  isla de Hvar. isla S. Klemente
Viernes, 22.  isla de Hvar. Pitve, Sveta Nedjelja, Jelsa, Vrboska, Brunje
Sábado, 23.  isla de Hvar. Milna, Zarache
Domingo, 24.  isla de Hvar. Hvar
Lunes, 25. Hvar - Stari Grad - Korcula
Martes, 26. Korcula - Dubrovnik
Miércoles, 27. Dubrovnik
Jueves, 28. Dubrovnik - Madrid

En el mapa se recoge el itinerario seguido. En rojo, los tramos realizados en barco.

Presupuesto aproximado (2 personas)
Avión: 600 €
Madrid - París (284 €)
París - Ljubljana (116 €)
Dubrovnik - Madrid: (200 €)

Alquiler coches: 505 + 50 = 555 €
Diesel: 145 + 15 = 160 €
Transportes (buses, ferrys, botes, bicicletas): 260 €

Alojamiento 20 noches: 1.450 €
Comidas: 1.350 €

Otros gastos: 425 €

Total por persona: 2.500 €

Cambio
No hay grandes diferencias en el precio ofrecido por la mayoría de las agencias de cambio, aunque alguna sí hay alguna que otra que ofrecen una ratio bastante inferior y cobrando alguna comisión, por lo que conviene asegurarse de las condiciones en que se cambia. Nosotros cambiamos desde 7'33 a 7'39  Kunas/€. A diferencia de lo que suele ocurrir, el cambio de las operaciones realizadas con VISA fue inferior, entre 7'16 y 7'20 Kunas/€. Conviene llevar cierta cantidad de dinero en moneda local porque en muchos sitios (alojamientos, restaurantes, tiendas…) no admiten tarjeta de crédito y, en ocasiones, tampoco euros. Normalmente no hay grandes dificultades para encontrar un cajero automático.

Precios
En general, es un poco más barato que España. Sin grandes dificultades se pueden encontrar buenas habitaciones dobles (sobe)  alrededor de 30 € la noche. Y en pleno mes de julio, en zonas de costa, hay apartamentos de 1 ó 2 habitaciones a partir de 60 € diarios (y por menos si no buscas 1ª línea de costa o estar en el centro de las poblaciones). Nos pareció mayor la diferencia con España en los sitios con cierto atractivo turístico, en donde se puede comer en lugares muy bonitos y bien acondicionados, con preciosas vistas, a precios muy razonables. Por una comida para 2, con cerveza, vino, algún entrante, un buen pescado y postre pagamos entre 250 y 400 Kunas (de 17 a 27 € por persona). En el relato que sigue más abajo los precios de los restaurantes que se indican son siempre por 2 personas.
El precio de la gasolina 95 ronda los 9'60 Kunas/l (unos 1'30€/l).
Lo que sí nos pareció carísimo, incluso abusivo, fue el precio de los aparcamientos. No solamente eran caros (desde 1 € hasta más de 2 € por hora), incluso si dejas el coche todo el día, sino que en algunos lugares era prácticamente aparcar en ningún lugar, ni alejándose del centro, sin pagar.
En cuanto a internet muchas disparidad de precios, desde 0'5 Kunas/min a 10 Kunas/10minen Hvar hasta 2 €/10min  y casi 1 € por página impresa en Dubrovnik.


Clima
Poco especial que decir. Clima mediterráneo, por tanto, calor en los meses de verano. Este año una ola de calor nos hizo padecer varios días con temperaturas rondando los 40º, aunque por las noches se solían moderar mucho y solo en una ocasión nos resultó un poco difícil conciliar el sueño por esta razón, aunque la habitación tampoco ayudaba mucho.

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Alquiler de coches
Después de consultar precios en varias compañías hemos encontrado que la que ofrecía mejores condiciones era sixt. Y curiosamente resulta bastante más barato recoger el coche en Eslovenia y luego dejarlo en Croacia, aún pagando un suplemento de 200€, que cogerlo y devolverlo en Croacia. Por un WWPolo durante 9 días, con un seguro para rebajar la franquicia, pagamos 500 €. Curiosamente, a partir de 1 semana cada día más de alquiler suponía solamente 20 €. Esto nos hizo pensar en  llevarnos el coche a la isla de Hvar, pero después de hacer cuentas (también hay que pagar los ferrys, gasolina, aparcamientos…) decidimos que no compensaba y lo devolvimos en Split, antes de embarcar.
Importante: es obligatorio conducir siempre con las luces encendidas.

Carreteras
Aunque hay una red de autovías que permiten cruzar el país de norte a sur, hay muchas carreteras estrechas y con muchas curvas. Esto, unido a la gran cantidad de playas de las costas, nos hizo pensar que la conducción sería bastante complicada. Cierto que vimos algún que otro adelantamiento un tanto temerario y que el tramo de costa desde Tribunj a Zadar lo hicimos casi siempre tras algún camión y a una media de poco más de 50 km/h. Pero, en definitiva, no tuvimos ningún problema y las retenciones que sufrimos fueron mínimas. En conclusión, ninguna dificultad especial si se tiene la prudencia que  se necesita cuando se conduce por cualquier carretera sinuosa y atravesando muchos núcleos poblados. A cambio, muchas carreteras discurren por preciosos parajes, tanto en el interior como en la costa.

Día a día

Viernes, 8.   Madrid - París



Salimos del aeropuerto de Barajas con una hora de retraso, como ya viene siendo costumbre, en dirección al aeropuerto de Beauvois. Si no dispones de coche las únicas opciones de traslado son el taxi o un autobus (15 €) que te lleva en 65 minutos a Porte Maillot, al oeste de París.
A las 3 de la tarde ya nos habíamos instalado en el hotel Le jardin du Paris, una poco afortunada elección. Además de estar en obras, lo que suponía algún que otro trastorno, la habitación es muy pequeña y el precio (130 €) resulta excesivamente elevado. Nos dejamos llevar por su buena situación, en pleno Marais y unas fotografías un tanto engañosas y nos equivocamos. Así que salimos pronto a la calle a disfrutar de una tarde paseando por esta preciosa ciudad. No vamos a descubrir aqui sus encantos, solamente hacer referencia a una zona muy atractiva, la place de la Contrascape y sus alrededores, con muchos bares y restaurantes, en donde con frecuencia se puede se puede disfrutar de actuaciones callejeras de todo tipo. Nosotros casualmente asistimos al rodaje de una estrafalaria escena de una pelicula muy cerca de allí. Bajando de la plaza por Mountaigne de St. Genevieve nos llamó la atención una zona del Boulevard st. Germain, entre esa calle y la rue des Carmes, en donde se alinean una panaderia, una carnicería, una pescadería, una charcutería, una vinatería y, sobre todo, una tienda de quesos con una gran variedad y todos con una pinta exquisita. Una estupenda opcion para hacer la compra si te alojas en un apartamento por la zona. Todavía nos dió tiempo a callejear por el borde del Sena y los alrededores de la majestuosa catedral de Notre Dame.
Terminamos la jornada en Bistrot des comperes, un restaurante con una pequeña terraza y un agradable comedor en donde disfrutamos de una buena cena atendidos por una joven pareja muy atenta y eficiente (61 €).

Sábado, 9.  París - Ljubljana

Desde la estación de Chatelet tomamos el RER (9'40€), y en 30 minutos estábamos en el aeropuerto Charles de Gaulle. Sin retrasos en la salida, llegamos poco después de las 12 al aeropuerto de Ljubljana. Desde allí un minibus permite el traslado a la terminal en el centro por 5 €, aunque un conductor listillo pretendía cobrarnos 10 €.
Nos alojamos en la pensión Pod Lipo (65 €), un lugar sencillo pero con una confortable habitación, en la que había un ordenador con conexión a internet, además de otros varios en una pequeña sala común. En el mismo edificio hay un restaurante con una estupenda terraza bajo unos enormes tilos que dan nombre a la pensión donde comimos, disfrutando de una buena cerveza para combatir el calor sofocante (27 €). 
Una buena siesta y salimos con ánimo para conocer la preciosa ciudad de Ljubljana. Una especie de ciudad de cuento, bañada por el río Ljubljanica, con un buen número de puentes, algunos muy bellos, entre ellos el flanqueado por dos dragones, el símbolo de la ciudad, que representa el dragón que, según la leyenda, vencieron Jasón y los Argonautas. Había mucha animación en las calles, con multitud de terrazas a lo largo del río. Casualmente vimos unas fotografías con unos espectaculares paisajes de lo que resultó ser el valle del río Soca. Estuvimos pidiendo información sobre la zona y pensamos que con el calor que hacía, rondando los 40º, estaríamos allí mucho mejor que en la ciudad, por lo que decidimos recoger el coche, que teníamos reservado para el lunes, un día antes. Con ayuda de la chica que atendía la oficina de turismo hicimos la gestión en unos minutos.
Cenamos en el restaurante Compa. Allí degustamos algunas especialidades locales, entre otras un estupendo gulash servido en una especie de olla en miniatura (44 €). Un grupo de amigos amantes del jazz amenizaban la noche en la terraza del restaurante.

Domingo, 10.  Ljubljana. Río Soca

Después de recoger el coche de alquiler salimos hacia Kranjska Gora, un bonito lugar a 90 km de Ljubljana, por autopista. A partir de aquí la carretera se hace más bonita kilómetro a kilómetro. Al poco se inicia el ascenso al paso de Vrsic durante unos 12 km, en 25 curvas de 180º, salvando un desnivel que a de los 650 a los 1611m, para bajar de igual forma hasta llegar al pueblo de Trenta. Poco antes está una de las muchas gargantas naturales que hay en la zona, la garganta de Mlinarica, formado por el torretne del mismo nombre, con 1 km de longitud y 100 m de profundidad, y unas aguas con preciosas tonalidades de verde. Llegamos hasta el valle de Kal-Koritnica y allí hicimos un breve recorrido de unos 5 ó 6 km bordeando el río Soca. El calor y la tonalidad de las aguas eran demasiada tentación como para impedir un chapuzón, muy rápido, en las heladas aguas del Soca.
Después del baño y el paseo, nada mejor que una fría cerveza y una buena comida en la agradable terraza del restaurante Gostische Hedvika (34 €).

Volvimos con calma, haciendo alguna parada en el camino y llegamos con tiempo para un paseo nocturno por Ljubljana y probar un poco de comida italiana en la pizzería Foculus (25 €).


Lunes, 11.  Ljubljana - gruta Postojna - Rovinj

De camino a Croacia nos paramos a visitar las cuevas de Postojna (22 €). Es un conjunto de más de 20 km de túneles y galerías y una de las cuevas kársticas más famosas del mundo, con impresionantes salas y estalactitas y estalagmitas. Allí habita un extraño animal, el proteo, del que se pensaba que era una cría de dragón. Parte de la cueva se visita en un pequeño tren y el resto en grupos guiados. 

Pocos kilómetros después hay otro lugar de interés, el parque Skocjanske.   Cuenta con un impresionante cañón subterráneo, una de las maravillas kársticas. Se puede visitar en rutas de diferente duración. Por falta de tiempo y también porque hacía muchísima calor no lo visitamos, pero si hicimos un pequeño recorrido desde las instalaciones de la recepción del parque que lleva a un mirador desde donde se observa una preciosa panorámica del cañón.

Ya solo nos queda un cómodo trayecto para llegar hasta Rovinj, o Rovigno. Nos instalamos en la casa del profesor Arsenio (90 €). Este alojamiento ha sido uno de los aciertos del viaje. Su situación es ideal, a pesar de estar en pleno casco antiguo, permite estar aislado de las grandes masas de turistas y tiene unas extraordinarias vistas al mar, que, además, te encuentras en cuanto te asomas al portal. No es un apartamento de lujo, su interior es muy poco convencional, pero tiene mucho encanto. Como ejemplo, la nevera está en el patio, escondida tras un precioso portalón que, según nuestro anfitrión, fue la puerta de una cárcel de la época de Napoleón. Y además tiene una pequeña terraza con un horno-barbacoa que es una delicia para cenar bajo las estrellas y casi metidos en el mar. Solo queda añadir que el profesor Arsenio es un estupendo anfitrión. 
Una buena ducha para combatir el calor sofocante y un paseo para descubrir un pueblo precioso, con unos maravillosos suelos empedrados y casas a cada cual más bonita. Todos los restaurantes tienen su encanto y tanto las tiendas de regalos, artesanía o ropa como las muchas galerías de arte compiten en su gusto por la estética sin estridencias. Cierto que hay turismo pero no resulta agobiante y se puede pasear  relajadamente por todo el pueblo. Como bienvenida al adriático pudimos disfrutar de una preciosa puesta de sol sobre el mar.
La única sorpresa desagradable fue el aparcamiento: 163 Kunas diarios por dejar el coche en una plaza a la entrada del pueblo. Y ante cualquier intento de aparcar más lejos, limitaciones horarias, amenazas de grua…










Siguiendo los consejos de nuestro anfitrión, cenamos en el restaurante Lampo. En una de las mesas colgadas sobre el mar degustamos algunos de los platos estrella de la gastronomía local: mejillones, cigalas y un rico pescado de la zona, con un rico vino de la casa (370 Kunas). 
Y después un baño nocturno en el mar para luego, todavía mojados, cruzar la calle y descansar en nuestro apartamento… 

Martes, 12.  Rovinj.  isla Katarina 






Mientras el  pueblo todavía dormía nos fuimos a comprar en el mercado algún pescado y mariscos para disfrutarlos en nuestra terraza. Además de alguna botella de vino Malvassia, que se puede encontrar entre 35 y 60 Kunas en el supermercado. 
Mientras esperábamos un barco para ir a la isla Rossa, el patrón de un taxi-boat nos propuso llevarnos a otra isla, según él más bonita y mucho más tranquila, isla Katarina. Aceptamos, y por 25 Kunas por persona teníamos el barco para nosotros solos, para un viaje de poco más de 10 minutos.  Es una pequeña isla llena de pinos y calas, además de muchos lugares en donde sobre las rocas se puede disfrutar de un buen baño en unas aguas limpísimas. Apenas había gente por lo que no fue difícil encontrar sitios en los que bañarse sin vecinos. Era curioso ver como los habituales del lugar tenían su sitio más o menos reservado y cuando llegaban iban directamente a colocar la sombrilla en una grieta de las rocas ya conocida e incluso tenían preparadas las pequeñas piedras que servirían como cuña o para sujetar la toalla en caso de viento. En unas 2 horas habíamos rodeado la isla caminando y volvimos a Rovinj en otro de los barcos que se desplazan hasta allí varias veces al día. 


Habíamos comprobado que, como ya habíamos leído en muchos sitios, sería muy útil algún tipo de calzado para caminar sobre las rocas y en las playas de guijarros, así que nos compramos unas de esas chanclas de plástico (50 Kunas) que están por todas partes a lo largo de toda la costa. También aprovechamos para comprar unas gafas de buceo que en varias ocasiones pudimos utilizar porque las aguas tan trasparentes y el buen tiempo permiten muy buena visibilidad bajo el agua. 







De vuelta a casa, inauguramos nuestra barbacoa para dar buena cuenta en la terraza de parte de nuestra compra matinal.
Cuando íbamos a mover el coche, pensando que sería posible aparcarlo en unos pinares próximos -pero no era así pues todo estaba reservado para vecinos y clientes de restaurantes, bajo amenaza de grua-, comprobamos que la falta de costumbre de llevar las luces puestas de día nos había jugado una mala pasada y se quedaron puestas. Poco más de una hora después, tras intentar arrancarlo, sin éxito, empujándolo, a casi 40º, mucho sudor, algunas gestiones en el aparcamiento y una propina, conseguimos resolver el imprevisto.

Nuevamente la terraza y el baño nocturno pusieron fin a nuestro primer día completo en Croacia.
 

Miércoles, 13.  Rovinj. isla Rossa, Motovun, Porec

Isla Rossa es también una pequeña isla llena de pinares. Efectivamente, es más turística que Katarina, por lo que hay barcos (40 Kunas) prácticamente cada hora para ir o volver. De todas formas, a poco que te muevas de los puntos más próximos al embarcadero no es difícil encontrar un sitio tranquilo donde disfrutar de un buen baño. 
Habíamos oído hablar mucho de Pula y Porec, pero dejándonos llevar por los consejos de nuestro anfitrión nos fuimos Motovun , un precioso pueblo del interior, en la cima de una colina, al que se llega por preciosos paisajes de viñedos. Es un pueblo de aspecto medieval totalmente rodeado por una muralla, desde la que se divisa un precioso valle, aunque no pudimos rodearla completamente por el calor tan bestial que hacía. Lo que si pudimos fue curiosear por las tiendas de vino y trufas del pueblo. Allí se precian de haber recogido la trufa más grande que se conoce (1'3 Kg) y que está registrada en el Guinnes. Ya teníamos vino para la cena en nuestra terraza.




De vuelta a Rovigno hicimos una pequeña escala en Porec para tomar un bocata en una de las pocas sombras que encontramos junto al mar. Nos chocó mucho ver como había gente tomando el sol a pleno sol, tirados literalmente sobre el cemento del paseo que rodea el pueblo al borde del mar, a una temperatura que rozaba, si no superaba, los 40º. El pueblo es bonito pero realmente, como nos dijo el profesor Arsenio, si estás en Rovinj por solo por 2 ó 3 días no se te pierde nada en Porec, "es Rovigno dividido por 10". Cuando ya llegábamos al coche recordamos haber leído que merecía la pena visitar la basílica de Eufrasio, pero hacía tanto calor que pensar en volver a caminar bajo el sol nos desanimó tanto que nos fuimos en busca del aire acondicionado del coche. Además queríamos llegar con tiempo de dar un paseo en bici al atardecer.


En el centro de Rovinj hay un lugar donde alquilan bicicletas pero el encargado era tan sumamente desagradable que nos fuimos de allí y las alquilamos en la misma caseta que se encarga del control del aparcamiento y además por la mitad de precio (creo recordar que 15 Kunas/hora). Con las bicis llegamos hasta
punta Corrente, un pequeño cabo al que se llega atravesando un bonito pinar. Allí disfrutamos de la puesta de sol antes de volver bordeando la costa. 




Cena en la terraza y baño nocturno…

Jueves, 14.  Rovinj - Premantura - isla de Cres (Mali Losinj)
Dejamos Roviny y nuestro apartamento con cierta pena pero muy contentos de nuestra estancia. Nuestro destino era la isla de Cres, pero decidimos pasar antes por la península de Premantura.

Es una lengua de tierra de apenas 3'5 km de largo por 1'5 km en su parte más ancha con multitud de calas de guijarros o rocas en las que disfrutar de unas aguas transparentes y de un buen baño. Se puede acceder con coche hasta muy cerca de la mayoría de las calas después de pagar una pequeña tasa, 2 ó 3 €, para entrar en la península, aunque es un buen lugar para ir a pie o en bicicleta. En las calas más próximas a los aparcamientos había bastante gente pero no era necesario andar mucho para encontrar tu sitio perfecto sin escuchar a los de al lado. En la zona hay un curioso restaurante, Bar Safari, máximo exponente de integración con el entorno, entre las cañas que sirven como separadores de las distintas salas y de techo se sirven algunas raciones que, por poco dinero (120 Kunas), permiten unas cervezas muy frías, que se agradecen para combatir un calor nuevamente sofocante, y una comida suficiente para continuar el viaje.

En Bestova tomamos el ferry con destino a Porozina (151 Kunas/2 personas y coche y no admiten tarjetas de crédito), ya en la isla de Cres. Salen con una frecuencia aproximada de 90 minutos y el viaje dura apenas 20 minutos, pero conviene comprobar la hora de salida (y no equivocarse…) para no llegar justo a la salida y hacer una larga espera innecesaria, aunque si se apura demasiado el tiempo, se corre el riesgo de que no haya plazas suficientes para el coche en el ferry. Eso no ocurrió ese día pero, por lo que oímos, en el mes de agosto puede haber más problemas. Otra cosa a tener en cuenta es que para cruzar la isla hay solo una carretera principal con muchas curvas en la cual resulta casi imposible adelantar durante muchos kilómetros, por lo que si sales con el coche detrás de muchos coches, y especialmente de autocaravanas, probablemente tengas que hacer gran parte del viaje en caravana. Tampoco es un problema grave porque las distancias no son muy grandes y el paisaje del que se disfruta es maravilloso.


Cruzamos toda la isla hasta el sur, y pasamos a la isla de Losinj, unida a la anterior por un pequeño puente, para llegar a Mali Losinj (Losinj pequeño). Allí nos alojamos en la pensión Ivanka (50 €). Es un lugar sencillo, limpio y las encargadas son muy amables. Sin embargo, esa noche hizo muchísima calor y, aunque había aire acondicionado, pretendimos no usarlo y dormir con las ventanas abiertas y los mosquitos nos mantuvieron en pie de guerra durante parte de la noche.
De nuevo aquí nos encontramos con el impuesto forzoso del aparcamiento aunque esta vez conseguimos evitarlo alejándonos un poco del centro hasta un pinar cercano.
Había mucha gente en el pueblo, que nos pareció demasiado turistizado. Además había unos grupos de música en el puerto un tanto estridentes que no hacían agradable sentarse a cenar en aquella zona, así que nos fuimos a unos de los restaurantes recomendados en la guía de Lonely Planet, en una zona más tranquila del pueblo.




Viernes, 15.  Mali Losinj - lagos Plitvice (Jezera)


Antes de salir del pueblo fuimos a una de las agencias turísticas del puerto para cambiar euros y aquí nos encontramos con una de las personas de trato más desagradable del viaje, que además nos ofreció el peor cambio y con comisión. Acabamos en un banco con el cambio habitual de 7'33 Kunas /€ y pasamos luego por la oficina de turismo, en donde, para contrarrestar, una chica todo amabilidad nos facilitó un estupendo mapa de senderos de la parte sur de la isla. Se puede hacer completamente sin problemas en un día, pero no disponíamos de tiempo suficiente. De todas formas nos dirigimos a Veli Losinj (Losinj grande)
, mucho más pequeño que Mali, pero, a nuestro juicio, con mucho más atractivo.



Muy cerca está el encantador puerto Rovenska 
y una cala con el mismo nombre, y desde allí comenzamos a caminar por un precioso sendero al borde del mar entre pinos centenarios. Era difícil continuar porque a cada paso se encontraba un lugar idílico para darse un chapuzón. A los 20 minutos encontramos el lugar perfecto y en una cala preciosa en la que apenas había 4 ó 5 personas, con unas aguas cristalinas y un sol radiante que permitía disfrutar de los fondos marinos, nos dimos uno de los mejores baños del viaje. 
Cuando volvimos la cala Rovenska estaba llena de gente…
De nuevo en dirección norte, poco antes del pueblo de Cres nos desviamos hacia el precioso poblado de Lubenice, un pueblo de 4000 años de antigüedad, construido sobre un acantilado, y que en la actualidad apenas cuenta con 40 habitantes. Es un lugar sumamente relajante, con unas vistas espectaculares, entre ellas, una cala espectacular que se divisa al fondo del acantilado. El cuerpo nos pedía estar allí pero además de una bajada de unos 45 minutos hay que hacer una dura subida de, al menos, el doble de tiempo. Y lo peor es que parte de la subida habría que hacerla a pleno sol y en ese momento nuevamente se rondaban los 40º. Y nos quedaban unos 200 km para nuestro próximo destino.



En Merag tomamos el ferry (151 Kunas/2 personas y coche) a Valbiska, ya en la isla de Krk (suena algo así como querc).  Un ranquilo viaje por el interior de Croacia nos llevó hasta Jezera, un pequeño pueblo, en realidad un montón de pequeñas casas, casi todas con habitaciones para alquilar, a 2 km de la entrada del parque nacional Plitvicka Jezera (lagos Plitvice). Nos dirigimos a una de las que nos habían recomendado en la entrada del parque y allí mismo nos quedamos en una cómoda habitación, muy limpia, con un buen baño y con posibilidad de utilizar una cocina que se compartía con otras dos habitaciones (40 €).

Para cenar, un restaurante, justo enfrente de la puerta 1 de entrada al parque, un tanto turístico pero que resultaba agradable, con una gran cocina y una buena parrilla en el centro a la vista de los comensales (387 Kunas). Aquí probamos una buena peka de cordero, uno de los platos típicos croatas, que consiste en un asado en una especie de campana de hierro que se coloca entre las ascuas. Un cantante, bastante bueno, guitarra en mano amenizó la cena haciendo un completo repaso de la música de los 60 y 70 (Pink Floyd, Beatles, Roberto Carlos,  Credence…) 

Sábado, 16.  Jezera - Lagos Plitvice - Tribunj


Justo enfrente al parque hay un enorme pinar con montones de sitios para aparcar, pero una señal en la entrada advierte de que está prohibido aparcar en toda la zona, salvo si vas a comer en alguno de los restaurantes que hay allí. No supimos si había algún tipo de control al respecto e incluso pensamos en hacer una reserva y anularla después para justificar el aparcamiento, pero finalmente decidimos pagar otra vez el impuesto e ir al aparcamiento (7 Kunas/hora).
El parque abre sus puertas a las 8 de la mañana y es buena idea entrar a esa hora (110 Kunas).  Se puede hacer todo el recorrido a pie o usar unos híbridos entre tren y autobús que te ahorran hacer un trayecto de ida y vuelta. Estos salen cada 30 minutos y cuanto más tardes en entrar más gente habrá en el parque, con el inconveniente de que hay algunos tramos de pasarelas en las que solo cabe una persona y si te toca, como a nosotros, un grupo de japoneses delante, que se hacen todos una foto delante de cada chorro de agua impidiendo toda posibilidad de avance, puede hacerse un poco pesado. Nosotros entramos con el grupo de las 9 y, afortunadamente solo nos encontramos ese grupo y otro en donde un señor con una cojera, con un bastón a un lado y su señora al otro nos llevó durante un buen rato detrás sin hacer intención alguna de ceder el paso a los que íbamos detrás hasta que le hicimos un adelantamiento por sorpresa en una curva. A partir de ahí, todo el recorrido pudimos hacerlo sin aglomeraciones. Es posible hacer la visita sin pagar nada siempre que no uses uno de los 2 barcos que cruzan uno de los lagos, pues es el único lugar en donde hay control de tiques. Lo único que hay que hacer es tomar el tren-bús en dirección sur  y al llegar al embarcadero (P2) volver sobre tus propios pasos hasta el punto de partida para luego tomar el tren-bús en la otra dirección y nuevamente al llegar al segundo embarcadero (P3) volver sobre tus pasos.
Hay varias tipos de recorrido en función de lo que quieras andar. Nosotros elegimos el de una duración prevista de 4-6 horas, que se hace tranquilamente en poco más de 3 horas.  A pesar de estar bastante montado para el turismo, el sitio es realmente espectacular y merece la pena la visita. Es una zona kárstica en la que como resultado de la disolución de las calizas se han formado varias presas naturales de las que han surgido 16 lagos, de los que se visitan varios de ellos en un paseo al borde de aguas transparentes que cambian de tonalidad en función de tu posición y de los rayos del sol con continuas cascadas de diferentes tamaños, entre una vegetación exhuberante y rodeado de bosques.

Una buena idea fue alquilar una barca de remos (50 Kunas/hora) una vez finalizado el recorrido y pasear por el lago. Estar en el centro del lago, en un nuevo día de calor, mojándose y disfrutando de un entorno tan espectacular fue un auténtico placer, mayor aún cuando atracamos nuestra barca a la sombra de unos árboles de un pequeño islote y, sin bajarnos, sacamos de nuestra pequeña nevera portátil unas cervezas heladas y nuestros bocadillos, que hicieron del lugar el restaurante con las mejores vistas imaginables…
Con el espíritu y el estómago henchidos tomamos de nuevo rumbo al mar. Nuestro siguiente destino fue también una buena elección, por consejo de Mario (sobrecroacia.com): Tribunj. Es un pequeño pueblo marinero, muy bien situado para recorrer la zona de la Dalmacia del norte o central. A 5 km de Vodice, que también tiene su encanto, pero con mucho bullicio, Tribunj es todo relax, con un bonito casco antiguo en un pequeño islote al que se accede por un puente y unos cuantos restaurantes muy atractivos junto al muelle. 

Nos alojamos en el Hotel Diana (650 Kunas c/desayuno buffet), un pequeño hotel, con una buena habitación y un buen baño, muy limpia y con una pequeña terraza con una, aunque parcial, estupenda vista del puerto y del muelle. El personal (parecía que hija y madre), tanto de recepción como del comedor eran todo amabilidad y cordialidad. La única pega fue que las 2 noches nuevamente hubo guerra de mosquitos y de nuevo estos salieron vencedores. Para colmo, por la mañana, cuando ya íbamos a reclamar que deberían haber tenido algún aparato electrónico en la habitación para ahuyentarlos, comprobamos que había uno que se había caído debajo de la cama.



En el muelle el primer restaurante que encontramos llamó nuestra atención y allí nos quedamos. Fue una buena elección, una buena cena, atendidos una atenta y simpática camarera que nos obsequió con un exquisito licor de amaranda (cerezas o guindas) hecho por ella misma que no pudimos evitar repetir…

Domingo, 17.  Tribunj.  Zadar, Sibenik


Durante un buen y completo desayuno en el hotel decidimos que no podríamos visitar todos los puntos de interés de la zona previstos porque nos obligaría a  ir corriendo de un lado, así que optamos por sacrificar alguno de ellos y lo hicimos con la zona de Makarska y el parque nacional de Krka. Y comenzamos el día dirigiéndonos a Zadar por la carretera de la costa. Son poco más de 60 km y no teníamos prisa pero realmente el trayecto es muy lento porque está muy poblado, hay muchas curvas y mucho tráfico, con camiones y autocaravanas que dificultan mucho los adelantamientos. 

Por indicaciones de Tito, la ciudad sufrió múltiples bombardeos durante la 2ª guerra mundial por parte las fuerzas aliadas cuando era sede de una guarnición alemana. Y nuevamente fue bombardeada por las milicias serbias en el año 1991. Los efectos de estos bombardeos son aún visibles en varios lugares de la ciudad. Es la ciudad en que esto es más evidente de todas las que visitamos. Hay muchos contrastes en sus calles y junto a hermosas casas rehabilitadas de más o menos empaque hay otras con aspecto ruinoso, y adentrándose en algunos portales se llega a una especie de corralas de vecinos en los que alternan casas recién reformadas con otras que a duras penas se sostienen. Lo que resulta curioso es ver las coladas colgadas de las ventanas, muchas veces de lado a lado de las calles, algo que es frecuente por todo el país, incluso en el propio casco antiguo de Dubrovnik. 










En cuanto a la ciudad en sí nos gustó la zona de la iglesia de S. Donato y el foro romano y las calles aledañas. Resulta curioso el Órgano Marino, una obra arquitéctonica que produce música por el movimiento de las olas sobre unas escalinatas al borde del mar. Además rompe la monotonía de un enorme explanada  de hormigón que rodea buena parte del litoral de la ciudad. Saludo al Soles un conjunto de 300 paneles de vidrio que funcionan como placas solares produciendo energía suficiente para iluminar el paseo marítimo. Por la noche, la instalación, dicen, produce unos sorprendentes juegos de luces, que nosotros no llegamos a ver.



Cerca de la zona unos paneles con la imagen de
Alfred Hitckock recuerdan que para él en Zadar tenían lugar las mejores puestas de sol del mundo (quizás, hay tantos lugares en los que ocurre lo mismo…).  Una tienda de corbatas nos recuerda que de este país es originaria esta prenda.
En uno de los comercios vimos una foto que también habíamos visto en Tribunj en unas grandes vallas y que de nuevo veríamos en Split en la que se recordaba a un militar de la guerra de los balcanes al que se trataba como héroe. Preguntamos sobre esto a alguna gente y nos dijeron que aunque, en general, hay una relación cordial y sin mayores conflictos entre serbios y croatas, los hechos están demasiado recientes como para haber cicatrizado totalmente las heridas abiertas.

Terminanos nuestro paseo por la ciudad en la terraza de la
pizzeria Zadar, con bonitas vistas marítimas y una buena pizza (158 Kunas).


No diríamos que no nos gustó la ciudad pero no respondió a nuestras expectativas y mientras volvíamos, ahora por la autopista, hacia el sur, en dirección a
Sibenik, al pasar a solo 2 km de la entrada a las cascadas de Krka, ya sin tiempo para visitarlas, nos preguntábamos si nos habríamos equivocado en nuestra elección…

Por primera vez pudimos aparcar en la entrada del pueblo sin pagar, por ser domingo. Sí nos gustó esta pequeña ciudad medieval en la que en cada esquina hay un balcón en el que parece que en cualquier momento aparecerá Julieta suspirando por su Romeo. Es precioso el casco histórico con todos los suelos de piedra y un laberinto de callejones y soportales que suben hasta el castillo. No entramos en él, pero sí en el cementerio que está al lado, desde donde se disfruta de unas vistas espectaculares de la bahía. La catedral de Santiago es una de las joyas gótico-renacentistas de la costa dálmata y figura entre los lugares patrimonio de la humanidad de la UNESCO.


De vuelta a Tribunj nos dimos un homenaje en uno de los restaurantes del casco antiguo . Con un amabilísimo servicio disfrutamos de una buena cena a base de un pescado fresquísimo.  Pedimos un vino de la casa, muy aceptable, pero, Como ya nos había ocurrido en otros sitios, no estaba todo lo frío que nos hubiese gustado y cuando pedimos una cubitera con hielo nos trajeron una con mucho hielo pero demasiado pequeña para meter la jarra del vino. Un poco extrañados hicimos sitio para meter la jarra tirando algo de hielo hasta que vimos que en todas las mesas servían la cubitera con hielo, pero para ponérselo al vino??. Luego comprobaríamos que es algo bastante habitual, tanto el servir el vino blanco no muy frío o, al menos, no tanto como nos gustaría , y el tinto, del tiempo, casi caliente por el calor que hacía, y al lado una pequeña cubitera con mucho hielo. En cualquier caso, una jarra no fue suficiente…
Al salir del restaurante nos encontramos con un cine de verano. Hacía tan buena temperatura que nos paramos un poco por curiosidad y acabamos viendo el final de la película -que según avanzaba nos dimos cuenta de que era El discurso del rey-, sorprendidos de que, además de los diálogos en inglés, incluso entendíamos alguna que otra frase corta de los subtítulos en croata…


Lunes, 18.  Tribunj - isla Prvice - Trogir
 


Después de un buen desayuno, dejamos
Tribunj en dirección a Vodice para tomar un barco a la 
isla de Prvice  (30 Kunas i/v). Nos sentamos en la popa disfrutando de una agradabilísima travesía cuando el barco atracó primero en el pueblo de Prvic Sepurine y  luego en Prvic Luka, que era nuestro destino. El barco iba casi lleno y nadie se movía así que supusimos que había mucha gente bajando pero un momento después comenzó a moverse. Nos levantamos a tiempo de ver que nos separábamos del muelle. No explicaron entonces que el barco seguía a la isla de Zlarin y luego a Sibenik, que era el destino de casi todos los viajeros y no Prvice como nosotros, sin razón alguna, habíamos supuesto. En definitiva, unos minutos después desembarcamos en Zlarin, en donde esperamos durante 1 hora el regreso del barco que de nuevo nos llevaría a Prvic Luka. Pero finalmente no fue ningún problema. Zlarin es un pequeño pueblo muy agradable, todo tranquilidad, en el que hay un par de tiendas de artículos de coral en las que hicimos alguna compra. Después de un pequeño paseo por el interior del pueblo que se veía casi desierto, quizás por el calor que hacía, apetecía un baño en las limpísimas aguas de una pequeña playa próxima al muelle.  Mientras nos vestíamos vimos que nuestro barco se aproximaba a lo lejos. Unos minutos después desembarcábamos, ahora sí, en Prvic Luka. Era ya hora de comer y el restaurante Mareta, prácticamente metido en el mar, en un lugar ideal, resultó demasiado tentador como para pasar de largo. Al poco de sentarnos, el mar se enfureció levemente  pero lo suficiente como para recibir las salpicaduras de alguna que otra ola. Fue todo un acierto. Un atento servicio, pulpo a la brasa y unos salmonetes fresquísimos, que nos trajeron a la mesa para elegir antes de cocinarlos, con un buen cervezón y un vino fresquito hicieron que esta fuese una de las mejores comidas del viaje (384 Kunas).

Cruzamos el pequeño pueblo y seguimos andando hasta Prvic Sepurine, donde cogeríamos el barco de vuelta a Vodice. Es un precioso camino de unos 4 km, que recorrimos bajo el cante incesante, a veces casi molesto, de las chicharras, que hacían que el calor pareciese todavía mayor de lo que ya era. Realmente los tramos sin sombra resultaban un poco duros aunque las maravillosas vistas, tanto de la isla como de la bahía, que nos acompañaban todo el tiempo hacían que fuese más llevadero.
Cuando llegamos al pueblo la marea estaba muy alta y el mar se había comido casi todas las zonas de playa o rocas por lo que, aunque había poca gente, los pocos lugares en los que colocarse estaban muy disputados. Pero encontramos uno donde darnos un nuevo baño muy deseado.

De vuelta en tierra nos dirigimos a Trogir, un lugar del que habíamos oído hablar mucho, calificado como un Dubrovnik en pequeñito. Fuimos por la carretera interior y los últimos kilómetros en los que se desciende desde las montañas próximas hasta el mar por una carretera con muchas curvas ofrecen unas preciosas panorámicas de la zona. En algún momento se puede distinguir el privilegiado enclave de la ciudad, un islote unido por dos puentes al continente y a otra isla mucho mayor.
No teníamos ninguna reserva para esa noche y, siguiendo un anuncio justo enfrente al puente de entrada a la ciudad, aunque en sentido contrario llegamos a una casa en la que vimos el consabido cartel de sobes (habitaciones) y allí mismo nos ofrecieron una, sencilla pero más que aceptable, con un baño compartido, por 30 €. Con la posibilidad además de dejar el coche en un aparcamiento propio de la casa, lo que nos permitía ahorrarnos el impuesto esta vez.
La ciudad es realmente bonita, como una maqueta de una ciudad medieval en la que no falta ni un detalle. Todo es perfecto y nada afea el lugar. Solo un pero, está sometida a demasiada presión turística, lo que le resta, a nuestro modo de ver, cierto encanto. Cada bajo es una tienda de recuerdos, de ropa o un restaurante. Ninguno feo, eso sí, pero seguro que es preferible visitarla fuera de período estival. Ese día había bastante gente, así que decidimos pasear un poco por el puerto -en donde habían algunos yates impresionantes- y comer algo en una pizzería, proponiéndonos hacer una visita más tranquila al día siguiente tempranito.

Martes, 19.  Trogir - Split - isla de Hvar (Hvar)


Poco después de las 7 paseábamos por las calles, ahora desiertas. Resultaba ciertamente más atractiva la ciudad, en la que comenzaba a verse cierto movimiento de gente acarreando mercancías de un lado a otro, especialmente en los bares y restaurantes. Pasaba algo de las 9 cuando los primeros grupos de turistas comenzaban a bajarse de los autobuses y las calles empezaban a llenarse de gente y decidimos entonces que era momento de dejar sitio…


Enseguida llegamos al aeropuerto de Split, en donde dejaríamos el coche. Fueron 1.600 km sin ningún tipo de incidente. Desde allí nos trasladamos a la ciudad en un minibus y a las 10 estábamos en Split. El catamarán de las 11:30, para nuestra sorpresa, estaba completo así que compramos  nuestro billete para el de las 3 de la tarde. Por suerte, justo enfrente a la caseta de venta de tiques hay una consigna en la que se puede dejar el equipaje (30 Kunas/día) y pudimos así, libres de bultos, recorrer el casco antiguo de la ciudad que gira en torno al Palacio de Diocleciano, encargado por este emperador romano entre los siglos III y II a.C. Resulta impresionante la zona de las columnas de acceso al palacio pero el entorno sufre de una presión turística excesiva y a cada paso alguien trata de ofrecerte o venderte alguna cosa entre un montón de gente, lo que le restaba atractivo, así que nos fuimos buscando otras partes de la ciudad más tranquilas pero esta nos decepcionó un poco, incluso nos pareció un poco descuidada y sucia. El fuerte calor empezaba a notarse y cada vez teníamos más ganas de estar en un sitio tranquilo y sin tanta ciudad así que empezamos a pensar que no nos hacía mucha gracia estar dando vueltas hasta las 3 de la tarde y, por los pelos, llegamos a tiempo de coger un ferry que salía a las 11:00 y que, aunque tardaba 4 horas en vez de las poco más de 2 del catamarán, ofrecía la posibilidad de viajar en cubierta, disfrutando de hermosos paisajes.



Llegamos a la 1 al muelle de Stari Grad, en la isla de Hvar, y desde allí un autobús, que se llenó más allá de lo que parecía recomendable, nos llevó a Hvar en 30 minutos (25 Kunas).

El apartamento Olive Tree está  poco más de 10 minutos de donde nos dejó el autobús pero, a más de 35º, el tramo de escalones de subida desde la plaza, cargados con una mochila y una maleta que parecía más pesada que nunca, se hizo mucho más largo de lo que realmente era. Cuando llegamos al apartamento nuestro máximo interés era la ducha. Pero al salir del apartamento nos dimos cuenta del acierto que habíamos tenido. El interior era una única habitación amplia con una pequeña cocina en una esquina y una ventana hacia una pequeña terraza que le daba mucha luz. Pero en esa pequeña terraza había una mesa bajo un olivo que daba una estupenda sombra y desde donde se podía disfrutar de unas vistas espectaculares de la ciudad, con una de las mejores perspectivas de la preciosa plaza y el muelle. Dos escalones más arriba un banco, estratégicamente situado, permitía mejorar todavía más la panorámica. A esto hay que añadir la amabilidad de la propietaria, Tonka, y de su hija, siempre dispuestas a facilitarnos nuestra estancia, y un precio imbatible, 60 €Todo esto y lo mucho que nos gustó la isla desde el principio hizo que al día siguiente de llegar cambiásemos nuestros planes iniciales y nos quedásemos una noche más de lo que habíamos previsto, 6 en total. 

Desde la terraza de la pizzería Mama Leona (265 Kunas), donde comimos, pudimos ver algunos de los muchos yates que atraerían nuestra atención en los días siguientes. Realmente impresionantes, enormes, impecables, cada cual más llamativo. Si uno portaba 2  motos de agua en su interior, otro traía una especie de zodiac alucinante y otro un helicóptero!!. Dinero a raudales con banderas, sobre todo, alemanas, británicas, estadounidenses y alguna croata.



El pueblo de Hvar,  de resonancias medievales y góticas, es realmente bonito. Su bella plaza principal, con un hermoso suelo empedrado, está presidida por la renacentista catedral de San Esteban y se abre al mar en el otro extremo, justo al lado delTeatro de Hvar, que data de 1612 y se considera el primer teatro público de Europa. Allí está también el que es una gozada perderse por sus encantadoras calles laterales de piedra color marfil, llenas tiendas de ropa con mucho gusto, galerías de arte, tiendas de coral, bares y restaurantes, a cada cual más llamativo. En la parte oeste, un laberinto de escalones, flanqueados muchas veces por flores de todos los colores permiten el ascenso que nos llevará hasta la fortaleza La Española -así llamada porque en su construcción colaboraron ingenieros españoles- un lugar que, además del atractivo propio permite unas vistas del pueblo y de la bahía y unas puestas de sol espectaculares. 




La revista Traveller cita la isla de Hvar como una de las 5 más bonitas del mundo, junto con Bali, Zanzíbar, Mikonos y Capri.
En el mercado al aire libre hicimos acopio de algunas cosas para cenar en nuestra terraza. Allí mismo se encuentra una tienda de alimentación Deliciae Mediterraneae, a la que volveríamos casi cada día. Además de productos croatas de calidad, queso de la isla de Pag, jamón y otros embutidos, vinos…, el dueño es una polifacética persona, amable, y capaz de hablar en el idioma de todos sus clientes. Siguiendo su recomendación nos llevamos ese día un vino de la isla de S. Klemente, el único genuino de la isla según nos dijo, a pesar de las muchas marcas que se comercializan con esa denominación de origen y que pudimos disfrutar en nuestra maravillosa terraza con una espléndida vista nocturna de la plaza.


Miércoles, 20.  isla de Hvar. islas Jerolim y Stipanska


Tempranito nos fuimos a la plaza a comprar algo de pescado para cenar. Y después, entre la amplia oferta de coches, motos, barcas, taxi-boats… nos decidimos por embarcar en uno de los taxis en dirección a la islas de Jerolim y Stipanska (30 Kunas i/v), que forman parte de un grupo de unos 20 islotes conocidos como las islas Pakleni.  En 20 minutos llegamos a la primera de las islas, con un hermoso pinar en su interior y muchos lugares en donde darse un buen baño a lo largo de sus escasos 2 km de contorno. Otro bote nos acercó a  Stipanska en un trayecto de 10 minutos. Lo primero que llamó nuestra atención al bajar del barco fueron unas grandes colchonetas tiradas sobre las playas de guijarros que recordaban una manada de focas marinas, algunas de ellas con la foca encima…  y que no resistimos la tentación de probar. Parecían rellenas de arena y son increíblemente cómodas.  A pocos metros del embarcadero está el complejo Carpe Diem, que funciona como restaurante durante el día y bar de copas con mucha marcha por la noche. En el muelle de Hvar hay otro Carpe Diem y durante buena parte de la noche hay taxis gratuitos que te llevan de uno a otro.
Durante el día es el sumum del relax. Música chill out y una especie de camas muy altas con una base muy cómoda en la que te puedes tumbar descalzo y comer en unas bandejas preparadas para que puedas moverte sin que la comida se te caiga, en un entorno de cañas de bambú, telas blancas y hamacas mientras disfrutas del intenso azul del mar. Y mucho más barato de lo que cabría suponer.


La isla es un poco mayor que la anterior y con algunas preciosas calas en la que un mar con distintas tonalidades de azules contrastaba con el intenso verde de los pinares. Alejándose un poco de las playas próximas a los embarcaderos es fácil encontrar sitios idílicos en donde disfrutar del baño y de unos atractivos fondos marinos. Algunas de las playas están reconocidas como naturistas pero, en realidad, en casi todas las pequeñas calas y rocas que rodean estas islas se practica el nudismo, algo extensivo a buen número de zonas de la costa croata. 

Y, aunque llevábamos unos bocatas, un atractivo restaurante, próximo a la playa de Mlni,  entre los pinos, con unas espléndidas vistas y unos precios razonables (300 Kunas) hicieron cambiar nuestros planes. 
Dejamos el postre para tomarlo en Carpe Diem, junto con uno de los cócteles especialidad de la casa, tirados en las mesa-camas para  después dormitar un poco antes de volver a Hvar en uno de los botes que salen con una frecuencia aproximada de 1 hora.

Un relajante paseo para disfrutar del atardecer en el pueblo dió paso a una deliciosa cena a base de salmonetes y otras exquiciteses en nuestra terraza.

Jueves, 21.  isla de Hvar. isla S. Klemente

Hoy hemos decidido visitar la mayor de las islas Pakleni, S. Klemente. El trayecto desde Hvar dura unos 30 minutos (50 Kunas i/v). 
Desde el embarcadero de Palmizara hay un precioso paseo entre los pinos que permite disfrutar desde lo alto de las increíbles calas que se suceden a lo largo de los 3'5 km que lo separan del otro embarcadero en Vlaska, en donde hay una pequeña playa, mucho más tranquila que la de Palmizara.  Aquí se encuentra la pequeña aldea de S. Klemente, que atravesamos para llegar a un punto en el que se divisaba una solitaria playa de arena. Allí nos dirigimos pensando en un buen baño pero, poco a poco, nos fuimos metiendo en una zona fangosa y llegamos a la única playa sucia que encontramos en todo el viaje. Continuamos, por tanto, nuestro camino hasta llegar a otra cala, de guijarros pero de aguas transparentes en la que se podía descansar sobre grandes rocas planas a la sombra de los pinos. Después de un buen baño retrocedimos unos metros para comer en el restaurante Dionisio por el que acabábamos de pasar y que nos había dado buenas sensaciones. Con una ligera comida (215 Kunas) recobramos fuerzas para recorrer los 3 km que nos separaban de Palmizara.
Después de descansar un rato en casa, subimos hasta la fortaleza La Española para disfrutar de sus espléndidas vistas. Y ya en el pueblo, volvimos a visitar Deliciae Mediterraneae y nos llevamos en esta ocasión una botella de vino de Plavac, uno de los más prestigiosos de los que se hacen en la isla de Hvar. El propietario nos recomendó encarecidamente el Plavac Mali Gran Cru entre los tintos y el Katarina entre los blancos, pero 40 € por botella del Plavac nos pareció un poco excesivo, por lo que nos recomendó visitar el bar de sus hijos, Prsuta Tri (Tres Jamones), en la hermosa calle Hekoroviceva y tomar allí una copa. Es un agradable lugar con unas curiosas sillas en sus exterior, atendido por un personal muy amable. También es cara la copa del Gran Cru, 80 Kunas, pero es un vino realmente exquisito, acompañamiento ideal para un buen queso de la isla de Pag. 


Viernes, 22.  isla de Hvar. Pitve, Sveta Nedjelja, Jelsa, Vrboska, Brunje

Después de estudiar varias opciones para visitar la zona oeste de la isla, decidimos que lo mejor era alquilar un coche. Cogimos un pequeño descapotable en la agencia Navigare (380 Kunas), una de las muchas que hay en Hvar y realmente no nos gustó demasiado el trato dispensado. Un tanto rudo cuando lo recogimos y desagradable al devolverlo ya que debido a un problema en la aguja del marcador de combustible, que no alcanzaba el punto máximo, tuvimos una pequeña discusión hasta que se convencieron de que el depósito estaba lleno y el problema era del coche. El coche resulta atractivo cuando está aparcado pero su estado de conservación dejaba bastante que desear. De todas formas cumplía su cometido y era más que suficiente para recorre los 100 km (12 l. = 115 Kunas) que hicimos a lo largo del día, sin apenas superar los 50 km/h, algo difícil en cualquier caso en muchas ocasiones debido a la cantidad de curvas muy cerradas que hay en la zona y, en todo caso, innecesario ya que es una carretera para disfrutar en cada momento. 

Comenzamos visitando el interior,  pasando por el encantador Pitve, entre mares de viñedos mientras a uno y otro lado, a lo lejos se veía la mar. Dirigiéndonos hacia la cara sur de la isla, después de muchas curvas, descendimos hasta Zavala disfrutando en cada momento de unas vistas alucinantes. Desde allí, por una carretera mucho más suave, flanqueados por viñedos que se desprendían desde las montañas a nuestra derecha y seguían deslizándose hasta el mar a nuestra izquierda seguimos hasta el pequeño pueblo de Sveta Nedelja. En el punto donde se termina la carretera hay un mirador desde el que se puede disfrutar de la visión de los acantilados que cortan la costa entre los que se adivina una atractiva carretera que enlaza con la carretera principal cerca de Zarace, solo apta para vehículos todo terreno o bien para bicicletas. Volviendo atrás hicimos una parada en Ivan Dolac, una zona turística de urbanizaciones que no nos pareció muy atractiva, salvo por un sendero que bordea la costa durante unos 2  km hasta llegar a un punto en que hay una especie de piscina natural entre grandes rocas que salen del mar, con la ayuda de un par de pequeños diques de hormigón, en el que nos dimos un buen chapuzón deseado desde hacía rato. Hay allí lo que parece un híbrido entre un minúsculo camping y un albergue, este en condiciones un tanto precarias, lugar de encuentro, por lo que nos pareció, de aficionados a la escalada.


Pasamos luego a la costa norte, en Vrboska. Un encantador pueblecito, partido en dos por un brazo de mar que se adentra en su interior, conectado por tres coquetos puentes de piedra. Allí comimos, justo enfrente al primero de los puentes, pero, aunque el servicio era muy atento, la comida era más bien mediocre. Muy cerca está Jelsa, otro pintoresco pueblo volcado sobre el mar, con un ambiente muy tranquilo. Pasamos por Stari Grad, sin parar, y volvimos a Hvar, pero no usando el túnel que conecta la costa norte con la sur de la isla, sino por la carretera vieja que sube de forma espectacular hasta el entorno de Velo Grablje. En el punto más alto se divisa una preciosa panorámica de la bahía de Stari Grad. Ya iniciado el descenso, a nuestra izquierda queda otro pintoresco lugar, Malo Grablje. A partir de aquí, el paisaje se puebla de pequeñas parcelas rodeadas de muros de piedra y montones de piedras que los pobladores de la zona han ido sacando del terreno y acumulando para poder trabajar el campo. Y enseguida los campos de lavanda hacen su aparición. Montones de lavanda por todas partes que inundan la zona con su olor. Estamos muy cerca de Brunje, donde compramos algunos recuerdos relacionados con la lavanda en uno de los pocos puestos de la carretera, a bastante mejor precio que en Hvar. Se divisa ya la bahía enfrente a Hvar y unas preciosas vistas del sol que comienza a esconderse tras el mar.


Antes de una estupenda cena a base de pescado en nuestra privilegiada atalaya, volvemos a Prsuta Tri. Allí nos encontramos al dueño de Deliciae Mediterraneae, que nos presenta a su mujer y a sus hijos, y, siguiendo su recomendación, probamos hoy el vino Katarina, también muy bueno pero no tan exquisito como el Plavac de anoche. 

Sábado, 23.  isla de Hvar. Milna, Zarache

Después de muchas preguntas con respuestas contradictorias salimos andando desde Hvar sin saber con seguridad si podríamos alcanzar Zarace bordeando la costa como era nuestra pretensión. Es un hermoso camino que pasa por lugares muy atractivos, desde las mismas afueras del pueblo. Merecen la pena lugares como Mekicevika, con un atractivo chiringuito en una solitaria cala, al menos ese día porque hasta aquí se puede llegar en taxiboat, pero ese día no salieron debido al fuerte viento, y también los alrededores un poco antes de Milna. En el pueblo y en la playa que hay en el mismo hay bastante turismo. A los 8 km, después de una pequeña cala, el camino empieza a complicarse y llegamos a un punto que dió respuesta a todas las dudas iniciales. Un gran acantilado impedía continuar a no ser que se rodease por encima, pero todas las sendas que seguíamos se iban cerrando más y más haciendo el camino muy fatigoso por lo que decidimos volver a darnos un baño muy deseado en la cala que acabábamos de dejar y salir a la carretera para hacer el último kilómetro hasta el desvío al puerto de Zarache (el pueblo en sí, también muy pintoresco quedaba todavía unos 500 m más adelante), a donde llegamos después de un interminable descenso de casi 1 km. La recompensa fue una buena comida con unos buenos cervezones en el restaurante Gego  (364 Kunas), sobre la misma playa.



A los pocos minutos de llegar al apartamento cayó una espectacular tormenta sobre Hvar, con grandes rayos, truenos y muchísima lluvia, que duró apenas 1 hora pero permitió refrescar el ambiente, además de ofrecer un bello espectáculo que pudimos contemplar desde nuestra privilegiada atalaya mientras nos duchábamos 
bajo la lluvia en la propia terraza.



Domingo, 24.  isla de Hvar. Hvar

Reservamos nuestro último día en Hvar para disfrutar del pueblo, haciendo una última visita a Deliciae Mediterraneae, para aprovisionarnos y poder prepararnos unos suculentos huevos fritos con jamón bien regados con cerveza y buen vino disfrutando de la sombra del olivo.



Algunas compras mientras callejeábamos ocuparon nuestra relajante tarde antes de ir a cenar en uno de los restaurantes más reconocidos del pueblo, Zlatna Skoljka, uno de los muchos restaurantes croatas del movimiento Slow Food (cocina lenta). Aunque habíamos leído que era imprescindible reservar no lo hicimos hasta poco antes de cenar y no tuvimos ningún problema, en realidad, en casi cualquier sitio se podía  cenar sin reserva previa. El movimiento Slow Food, uno de los 10 puntos más atractivos de Croacia según Lonely Planet, iniciado en Italia en 1986 como alternativa al Fast Food, se extiende ya a más de 130 países y cuenta en Croacia con muchos seguidores. Cocina lenta al estilo tradicional, con productos de calidad y dando preferencia a los locales y regionales. Desde luego este tipo de restaurantes suelen ser más caros pero la diferencia tampoco era escandalosa (595 Kunas). Únicamente la gregada de pescado, un plato típico de la isla que consiste en una especie de guiso de varios pescados tenía un precio que destacaba respecto a los demás. Ese plato compartido y algunas especialidades más nos permitieron disfrutar de una estupenda cena en una pequeña terraza al aire libre, pero menos, ya que la noche seguía amenazando lluvia y tuvimos que guarecernos en la parte cubierta.

Lunes, 25. Hvar - Stari Grad - Korcula
Como en nuestro viaje en coche no habíamos tenido tiempo para visitar Stari Grad, decidimos hacerlo en autobús. Aunque no hay unas muchas posibilidades de visitar la isla en autobús, jugando con los horarios, que se pueden conseguir en la oficina de turismo justo delante de la parada, es posible encontrar la forma de ir a la mayoría de los pueblos de interés. Nosotros salimos a las 9:45 de Hvar, para llegar unos 30 minutos después a Stari Grad (Ciudad Vieja). Resulta agradable pasear por las estrechas y casi desiertas calles empedradas del pueblo. Desde el muelle,  más animado, hay unas hermosas vistas de la bahía con las montañas al fondo. En conjunto es un bonito pueblo pero  a años luz de Hvar. El autobús de las 12:45 nos devolvió a Hvar, con tiempo para hacer nuestra última comida en Mama Leona (167 Kunas), la misma pizzería en la que habíamos hecho la primera. 




Unos últimos momentos para contemplar la preciosa Hvar desde nuestra terraza antes de recoger el equipaje y a las 18:00 salíamos hacia Korcula en el catamarán Pelegrini "Krilo Jet" (50 Kunas/persona). Rápido (algo menos de 2 horas) y cómodo  pero un poco agobiante ya que no hay posibilidad de viajar en cubierta.
Nos instalamos en la pensión Nina, que habíamos reservado la noche anterior por internet (60 €).  Situada en pleno casco antiguo de Korcula es un estupendo lugar para visitar la ciudad. Muy limpia y, aunque un poco pequeña, nuestra habitación resultaba suficiente para una estancia corta. En una terraza con vistas a los tejados se puede desayunar. Para ello es posible utilizar la cocina, muy bien equipada, de uso común para todos los huéspedes. Las habitaciones están en un 3º piso, sin ascensor, lo que puede resultar un poco molesto para subir el equipaje pero tanto Nina como su hijo, muy atentos en todo momento, se muestran siempre dispuestos a ayudar. 

Callejeamos un poco y vimos que había mucha gente en la ciudad. Teniendo en cuenta que era hora de cenar y la mayoría de los restaurantes estaban casi llenos, nos dirigimos a uno de los que nos habían recomendado en la pensión, Adio Mare (294 Kunas). Además de una sala interior, que estaba llena, tiene una atractiva terraza, en donde quedaba solo una mesa libre, la nuestra. Pero un servicio lentísimo, un tanto torpe y una comida mediocre hicieron que esta no fuese nuestra mejor elección. 
Como en Trogir, decidimos que lo mejor sería visitar la ciudad por la mañana temprano.


Martes, 26. Korcula - Dubrovnik
Poco después de las 7 paseábamos por las calles, ahora sí desiertas, de Korcula. El casco antiguo, es realmente encantador, un poco en la línea de Trogir, aunque quizás un poco menos turistizado, lo que no quita de que haya muchas tiendas de recuerdos, un gran número de ellas en torno a la figura de Marco Polo, del que se dice que nació en 1254 en este lugar. Sea o no cierto, su nombre y su recuerdo es patente por todas partes. Incluso se puede visitar la que se dice que es su casa natal. También hay muchas tiendas de coral, algunas de ellas con diseños muy atractivos. El paseo en torno al casco antiguo, bordeando el mar y con espléndidas vistas de la cercana península de Peljesac, resulta sumamente relajante a esta hora en que permanece todavía vacío.



Cuando los visitantes comenzaban a llegar volvimos a desayunar en la terraza de la pensión. Todavía nos quedaba tiempo para callejear un poco, aunque una gran tormenta nos obligó a visitar alguna que otra tienda y llevarnos alguna que otra cosa con el sello de Marco Polo. A las 2 de la tarde subíamos al ferry, que nos llevaría Dubrovnik en 4 horas y media (97 Kunas/persona). Hay una opción de hacer el viaje en catamarán en solamente 2 horas pero realmente es mucho más agradable el ferry, que permite viajar en cubierta y disfrutar de unos preciosos paisajes a lo largo de todo el trayecto.





Desde el muelle, un autobús, que tardó mucho tiempo en llegar, permite llegar en 15 minutos a la Puerta de Pile (12 Kunas), lugar de acceso al casco antiguo de la ciudad.
Nos instalamos en Villa Sigurata (95 €). Es un pequeño edificio que se alquila por habitaciones, magníficamente situado en plena ciudad vieja. En el bajo hay una pequeña cocina que permite prepararse un desayuno o algún tentempié, aunque no hay un lugar cómodo para tomárselo y en la habitación la única posibilidad es hacerlo sentados en la cama. Todo está muy limpio, las habitaciones son acogedoras y la propietaria, Nikolina, hace todo lo que puede por hacer que la estancia de sus huéspedes sea lo mejor posible. La única pega es que todo es excesivamente pequeño y, en consecuencia, el precio resulta un tanto elevado.

La belleza de la ciudad es indiscutible. Desde que se cruza la imponente puerta de acceso y se encuentra uno con la increíble calle principal, Placa-Stradun, con pavimento de mármol y bordeada por fastuosos edificios, no puede uno dejar de quedar admirado ante cada nuevo rincón que se va descubriendo, calles empinadas con escaleras interminables, majestuosos palacios, conventos, preciosas plazas y sencillas casas con su huerto y la ropa tendida. Todo es bonito en esta ciudad. Algunos lugares de interés son la plaza Luza, el Palacio Sponza, el Palacio de los Rectores con sus impresionantes columnas conformando el pórtico de acceso, la Catedral de Velika Gospa, y la propia muralla que rodea la ciudad. Y todo ello sin coches. La única pega es la gran cantidad de gente que allí se concentra en verano,  muchísimos españoles, y eso que cuando estuvimos no era un día de especial agobio. 




Por consejo de nuestra anfitriona, cenamos en Taj Mahal, que ofrece cocina bosnia con influencias turcas y de oriente medio (267 Kunas). Todas sus mesas están en una estrecha calle en la que la gente hacía cola para coger turno. Hicimos nuestra reserva y volvimos más tarde. De todas formas tuvimos que esperar un poco porque nadie tenía constancia de nuestra reserva. La comida sin nada de especial y el servicio de lo peor que conocimos en mucho tiempo. 45 minutos después de sentarnos, y tras pedirlo al menos a 3 cameros distintos, nos sirvieron una cerveza. Todavía pasó mucho tiempo antes de que nos sirviesen la comida. Pedimos una segunda cerveza que no llegaron a ponernos. Nuestro camarero había desaparecido y volvió mucho tiempo después diciendo que se había ido a fumar un cigarro. Para colmo en la cuenta cargan 2 cervezas y al decírselo al camarero dice, sin inmutarse, que había sido un error y saca de su bolsillo el importe de las mismas y lo pone sobre la mesa…. Impresentables!!

Miércoles, 27. Dubrovnik

Una vez más nos levantamos temprano para disfrutar de la preciosa ciudad sin agobios. Había más ajetreo del que esperábamos a a las 7 de la mañana, con  gente que acarreaba carros repletos de todo tipo de artículos de un lugar a otro. De todas formas, durante 2 horas pudimos callejear por muchas zonas completamente desiertas y siempre sin nigún tipo de aglomeración.





Antes de volver a la habitación para desayunar, entramos en un ciber-café para imprimir las tarjetas de embarque y aquí pagamos, literalmente, el precio de tanta belleza. Muy cerca de la guesthouse grandes fotos colgadas sobre la pared recordaban el bombardeo del 6 de diciembre de 1991 sobre Dubrovnik, que afectó a las dos terceras partes de la ciudad, bajo el título de "No nos vayamos a olvidar".

Se anunciaba un día de mucho calor y la ciudad comenzaba a llenarse de gente, así que decidimos coger un barco a la cercana isla de Lokrum (50 Kunas), a la que se accede en poco más de 10 minutos. Es una pequeña isla de poco más 2 km de largo por una anchura máxima de unos 500 m. En las cercanías del embarcadero hay una zona de playa, de guijarros, y de rocas de gran altura desde las que los más osados y osadas se lanzaban al agua, además de una piscina natural, ideal para niños, conocida como el mar muerto. A pocos metros una zona de césped bajo a la sombra de multitud de árboles invita al descanso. Y para que no falte nada un atractivo restaurante al aire libre en el complejo del monasterio, de los siglos XII/XIII, que fue también residencia de verano de Maximiliano de Habsburgo a mediados del siglo XIX.
En esa zona se concentraba el 90% de los visitantes a la isla. Pero si  se continua caminando por la isla hay más sorpresas. Pasando primero por un jardín botánico y siguiendo por un precioso pinar se llega al punto más alto de la isla, en donde están los restos del Fuerte Real, iniciado por el ejército francés durante la ocupación de Dubrovnik en 1806 y completado por la administración austríaca en 1833. Desde las almenas del fuerte hay unas preciosas vistas de la ciudad y de la bahía.  Bajando hasta el borde del mar hay muchas opciones para buscar un lugar donde disfrutar de un baño en unas aguas cristalinas. Nosotros encontramos el nuestro después subir y bajar entre las rocas y allí nos quedamos un buen rato disfrutando de nuestro paraíso particular.
Poco después, en un banco bajo una sombra que se agradecía y con unas maravillosas vistas de la bahía sacamos nuestros bocadillos y unas cervezas heladas de la nevera portátil para rematar una estupenda jormada.

Termimanos el día subiendo a la muralla (70 Kunas). Es un paseo totalmente recomendable. Unos 2 km que permiten una visión distinta de la ciudad, de sus tejados, las huertas, las torres recortándose sobre el mar, y de todo su entorno. Y el atardecer es una buena hora, no hace tanto calor y hay mucha menos gente, por lo que se puede pasear sin hacer el recorrido en una cola continua.





Para cenar intentamos probar suerte con la otra recomendación de Nikolina, Lady Pi-Pi. Está al final de la calle Ulica Antuniska, después de subir muchos escalones. La única pega es que no hacen reservas y, como nos ocurrió, si hay gente esperando, en el restaurante se desentienden y los clientes tendrán que organizar la cola de espera. Calculamos que nos quedaba un buen rato de espera y como teníamos hambre y muchas ganas de un cervezón nos fuimos pensando en volver más tarde con la confianza de que ya no habría cola. Con las cervezas tomamos unos mejillones buenísimos en Lokanda, justo en el muelle. Subir otra vez todos los escalones sin la seguridad de poder cenar nos hizó dudar pero finalmente volvimos a Lady Pi-Pi y fue una buena elección. El restaurante es muy acogedor y los pescados a la parrilla buenísimos, y el personal, una vez que estás sentado, muy atento y eficiente.

Jueves, 28. Dubrovnik - Madrid

Aunque el autobús al aeropuerto tiene una parada cerca de la puerta de entrada a la ciudad, decidimos cogerlo en la salida, en la estación de autobuses, por lo que allí nos fuimos desde la Puerta de Pile en un autobús urbano (12 Kunas) para coger luego el que va al aeropuerto (25 Kunas). Es un trayecto de algo menos de 45 minutos que ofrece unas preciosas panorámicas, sobre todo en su parte inicial.

Sin retrasos esta vez, un tranquilo vuelo nos dejó en Madrid, felices y contentos de como había ido todo y seguros de estar pronto en algún aeropuerto iniciando un nuevo viaje.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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